Por
  • David Serrano-Dolader

Carapatera

El fútbol destila demasiada violencia verbal.
El fútbol destila demasiada violencia verbal.
José Miguel Marco

Hay gente a la que le gusta la espeleología bilingüe, la petanca acrobática o el ajedrez sin caballos. A mí, por desgracia, me va el fútbol: ¡a original no me gana nadie!

La Romareda: domingo, buen tiempo, el árbitro haciendo lo que puede y (no) sabe, otro partido perdido en casa… Me siento, con mi hijo de 14 años, alejado de los ultras: no me gusta la violencia, ni la física ni la del grito embrutecido. Me rodean algunos padres con chavales de entre 10 y 15 años: ¿tranquilidad, sosiego, espíritu deportivo? ¡Y una leche!

Será porque la gente sabe aquello de que ‘la cara es el reflejo del alma’ o será porque no sabe nada de nada, pero en cosa de quince minutos salen de diferentes gargantas infantiles tres gritos dirigidos a jugadores del equipo contrario: ‘caramono’, ‘caracaballo’ y -primer premio en el zafio concurso de a ver quién la suelta más gorda- ‘carapatera’.

Me extraña que un niño de 12 años sea capaz de ir al fútbol a desahogarse, me alucina que su padre no solo no le corrija sino que le haga el coro, me irrita que el público le ría la (des)gracia al chavalote… Me giro, miro al crío, le recrimino educadamente (¡no le veo la gracia a ese insulto, chico!) y… siento sobre mí las torpedeadoras miradas de los insultadores, los indignados ojos de los padres, las incrédulas caras del público que me escudriña como quien contempla a un rinoceronte blanco en la pista del circo. Acabo de elegir: ¡no me gusta este fútbol!

Como diría el loco: a palabras necias, poco mordedor.

David Serrano-Dolader es profesor de la Universidad de Zaragoza

Comentarios
Debes estar registrado para poder visualizar los comentarios Regístrate gratis Iniciar sesión