Fernando Aláez: "La natación es mi filosofía de vida, una válvula de escape"

El deportista de El Olivar Fernando Aláez (Zaragoza, 1976) ha batido el récord de Europa de 200 metros mariposa de natación máster.

El nadador Fernando Aláez, en la piscina de El Olivar.
Fernando Aláez: "La natación es mi filosofía de vida, una válvula de escape"
Enrique Navarro

¿Qué significa para usted batir el récord de Europa en los 200 metros mariposa de natación máster +40?

Entreno solo, me marco mis propios objetivos y económicamente no me supone más que gastos, con lo cual este campeonato implica una gran satisfacción personal, única y exclusivamente.

Campeón de España, de Europa y del Mundo, ¿cómo empezó su idilio con el agua?

Con apenas cuatro años en la piscina del Stadium Venecia, por culpa de mis hermanos Juan y Anacris. Yo soy el pequeño y a los tres se nos dio siempre bien la natación. No fue por otra razón. Ellos nadaron hasta los 18 años, aproximadamente, y yo aguanté en la élite hasta los 30.

¿Y por qué lo dejó?

Tuve una lesión, me ascendieron en el trabajo y me vi obligado a parar.

Hasta que en 2008 apareció en su vida la categoría máster.

Sabía que existía esa opción y, como me recuperé en año y medio de la lesión, decidí probar. Siempre he sido una persona muy competitiva. Empecé haciendo algún récord de España y me picó el gusanillo. Vi cómo estaban los récords de Europa y del Mundo y pensé que podía alcanzarlos.

¡Y vaya si los alcanzó!

Logré los primeros tres récords mundiales en 2009, hasta hoy.

¿Cuál es el secreto?

No hay secretos. La constancia y el trabajo, el tener claro cuál es tu objetivo. Mi etapa en la universidad, por ejemplo, era horrorosa. Iba a clase cerca de ocho horas, pero es que luego entrenaba seis todos los días. Acostumbrado a eso, la natación me venía muy bien en el trabajo para desestresarme y desconectar.

¿Qué grado de relevancia tiene en su vida la natación?

Es mi pasión, lo que más me gusta. Por fin tengo la suerte de estar en un trabajo que me apasiona y que no me genera ansiedad. Es una filosofía de vida, una válvula de escape.

Un deporte que también le ha mostrado su lado más oscuro.

En una prueba en la que había quedado noveno, mi entrenador me dio una pastilla antigripal. Me tocó por sorteo hacer el control de dopaje y ahí me preguntaron si había tomado algo. Expliqué lo que había pasado y me dijeron que podía dar positivo.

Y, de hecho, lo dio.

Hay sustancias que no afectan cuantitativamente, sino cualitativamente. Después me explicaron que para que me hubiera hecho efecto como dopaje tendría que haberme tomado una caja de 20.

¿Es ese el momento más importante de su carrera?

No sé si el más importante, desde luego el más duro, sobre todo psicológicamente. Primero me sancionaron, después como había sido mi entrenador el que me había dado eso le pusieron la sanción a él. Pasadas unas semanas una alta institución superior revocó el indulto y me castigaron con más de dos años de sanción.

¿Qué le dijo su familia?

Mis padres me dijeron que dejara la natación, pero yo me negué. No podía terminar con esta imagen. Mi familia decía que los que me conocían de verdad sabrían que era inocente, pero a mí eso no me valía. Aguanté esos dos años con un objetivo: demostrar que había sido una injusticia.

Y regresó por la puerta grande.

El primer Campeonato de España conseguí dos medallas de bronce. La gente alucinó por cómo había aguantado.

Ahora pone su experiencia al servicio de los más pequeños.

He vuelto a Zaragoza después de 15 años trabajando en Tudela y desde septiembre, cuando cambié mi vida, entreno a niños en El Olivar. Me apasiona demostrar a los futuros nadadores que con el trabajo pueden alcanzar sus sueños.

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