PEKÍN 2008

Los Juegos vencen a Mao

Pekín recibió ayer la llegada del fuego olímpico, de mano de sus mitos. El inicio de los Juegos es inminente

Nadie sabe lo que diría Mao Zedong si pudiera echar un vistazo fuera del mausoleo en el que descansan sus restos en la plaza de Tiananmen. Quizá no le gustase lo que se ve, pero a falta de un día para la inauguración de los Juegos Olímpicos, Pekín se acerca al momento que él soñó: su gran presentación como capital del país del futuro.


Treinta y dos años después de su muerte, Mao sigue presidiendo con su retrato la Puerta de la Paz Celestial, a mitad de camino del viejo y el nuevo centro político de China, la Ciudad Prohibida y el Salón del Pueblo. Sin embargo, su doctrina hace tiempo que fue olvidada en el gigante asiático, que galopa sobre el caballo del liberalismo a ritmo de dos dígitos anuales de crecimiento económico. China sigue siendo República Popular, pero ahora le salen las cuentas y las cámaras digitales proliferan en la abrasadora Tiananmen, junto a los paraguas contra el sol y los helados verdes.


Los objetivos, por lo tanto, apuntan sobre todo al llamativo cartel de "Beijing 2008" que se levanta frente al retrato de Mao, que parece mirar arrumbado desde su atalaya, algo sorprendido por la pérdida de protagonismo ante los mosaicos de flores, toda una pasión china, modelados con motivos olímpicos.


Emoción y polémica


Pekín se ha engalanado no solo para recibir a cientos de miles de visitantes extranjeros, sino para ofrecer una imagen nueva y moderna de China al mundo, que presenciará el evento más televisado de la historia, con una audiencia de miles de millones de personas. "Esperamos que los periodistas extranjeros en China respeten nuestras leyes, que informen objetivamente y ayuden al entendimiento entre China y los pueblos del mundo", ha dicho el presidente chino, Hu Jintao.


Los Juegos de Pekín llegan a su gran día envueltos, de nuevo, en la polémica. El periplo internacional de la antorcha olímpica ha estado sacudido por las insistentes protestas de activistas en favor de la autonomía del Tíbet y el respeto a los derechos humanos, pero el terremoto en Sichuan, en el que murieron más de 60.000 personas, generó una ola de solidaridad con China que desactivó el debate. Ahora, la negativa de los organizadores a dar acceso libre a Internet en Pekín, como se había prometido, ha provocado un nuevo dolor de cabeza al Comité Olímpico Internacional (COI).


"No mezclen deporte con política", ha pedido Hu, al igual que hizo hace unos meses, en plena crisis por el Tíbet, el jefe olímpico. Sin embargo, su predecesor, el español Juan Antonio Samaranch, precisamente el hombre bajo cuyo mandato se concedió los Juegos a Pekín, ha admitido que, al final, "hay política por todas partes".


Gran preparación


El gobierno chino no quiere desaprovechar la oportunidad que le brindan los Juegos para mostrarse ante la comunidad internacional como una potencia emergente en todos los órdenes. Dicen que el XXI es el siglo de Asia y el deporte es quizá una de las mejores vías para mostrar poder.


Rogge elogió con pasión las instalaciones contruidas por los chinos para la ocasión. "Desde México 1968, los primeros Juegos en los que participé, nunca vi una villa olímpica así", aseguró el belga, que comparó los apuros de Atenas con el año de antelación con el que estaban listos los principales escenarios en Pekín.


El fascinante Estadio Olímpico (el Nido de Pájaro) o el colorido Cubo de Agua que albergará la natación son los principales estandartes de unos Juegos en los que debe definirse el "despertar de Asia", como advirtió Rogge, un despertar encabezado por una China dipuesta a disputarle a Estados Unidos el primer lugar en el medallero global, toda una metáfora.


El desafío está en manos de los 639 miembros del equipo olímpico chino, el más numeroso de las 205 delegaciones que estarán presentes en los Juegos, todo un récord: nunca antes habían competido en un mismo evento atletas de todos los miembros del COI.


Unos 10.500 deportistas se enfrentarán por la gloria del oro en un Pekín preocupado sólo por la polución y por el 41 por ciento de probabilidad de lluvia para el viernes en la ceremonia de inauguración. Una apertura cuyo contenido es un secreto, pero en la que se espera mucha pólvora. Pólvora china para lograr el primer impacto.