Blog La voz de mi amo

por Matías Uribe

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Greta Van Fleet: cuando los padres no estrellan las guitarras a sus hijos sino que se las enchufan

El grupo de los gemelos Kiszka, formado en Michigan, se ha convertido en un fenómeno planetario a la sombra de Led Zeppelin y del rock setentero.

Greta Van Fleet
Greta Van Fleet
Greta Van Fleet

No es así cómo el rock más genuino y arcano va a abrir nuevas fronteras e incluso –recurriendo a la manida aseveración de su permanente condena a muerte- de salvarse a sí mismo, pero, al menos, sí de hacerse visible para las nuevas generaciones. O eso parece, según el camino que lleva ‘el fenómeno Greta Van Fleet’, según lo calificaba meses atrás la revista francesa Rock & Folk, colocando a este cuarteto de Michigan en portada.

Viéndolos en Youtube es tanto para soltar la carcajada como para quedarse perplejo ante su osadía. Cada cual elija u opine. Pero ahí están cuatro imberbes veinteañeros con pintas de haber salido hace dos días del parvulario, crujiendo guitarras y soltando unos agudos alaridos, que llevan, cómo no, a los mismísimos Led Zeppelin, de los que acaban, como quien dice, de destetarse musicalmente. "Hay una banda en Detroit llamada Greta Van Fleet: son Led Zeppelin I, con un bonito pequeño cantante, ¡le odio! ¡Pidió prestado algo de alguien al que conozco muy bien!", declaró a una revista australiana, a comienzos de este año, Robert Plant en plan jocoso, que al mismo tiempo era admirativo.

Greta Van Fleet en concierto.
Greta Van Fleet en concierto.
Greta Van Fleet

Se diría que estamos en plena función escolar de un instituto norteamericano si no fuera porque están empotrados en un inmenso escenario y a sus pies un gentío enorme aplaude, grita y canta con ellos. Desde grandes teatros a grandes festivales como el Lollapalooza son ya su hábitat natural, el fruto de la fama mundial ya alcanzado con dos álbumes hasta ahora en el mercado. Insólito.

Esos dos álbumes, el primero una reunión de dos epés, muestran bien los sólidos principios de su estética musical y física: melenorras, pechos descubiertos, coloridos pantalones ceñidos, abalorios, hippismo… y, lo dicho, guitarreos, aullidos rompemurallas y algo meritorio: lejos de copiar componen estimables piezas propias. Ni más ni menos que la resurrección del rock setentero, una secuencia extraña en tiempos aplastantes de reggaetonismo, rap, trap, divas vacuas, DJ’s, triunfitas y clavelinas electro-flamencas. No se sabe si es mejor esto que las bandas tributo, que ambas líneas de la historia confluyen aparentemente, pero el hecho es que los norteamericanos se han hecho con la clá del viejo rock, convirtiendo sus actuaciones en gloriosas reuniones de adolescentes y jóvenes millenniales con sus padres e incluso abuelos. La edad tan pipiola (están entre los 19 y los 22 años) es desde luego factor determinante para este pegamento generacional. Esto, y naturalmente el traje sonoro que visten.

Otra cosa es el resultado musical. En guitarras, bajo y batería, la cosa rula, pero, ¡ay Dios!, esa voz de colegial desgañitado… Hace daño a los oídos, deforma a Robert Plant, lo caricaturiza; sobre todo en directo, que en disco, en ese ‘Anthem Of The Peaceful Army’, que les ha llevado a la fama mundial, se aplana más. Pero es lo que hay. Con estos mimbres, la gloria a sus pies. Incongruencias de esta década que desde luego no se va cerrar como la más gloriosa de la historia del rock ni de la música en general, al menos en la crianza de nuevas figuras.

Por si no se quiere perder el tiempo tecleando en Google, varios datos. El grupo lo forman dos hermanos gemelos, que dirigen el cotarro, uno en el papel de Plant y otro en el de Page, acompañados de un tercer hermano menor y un amigo en batería y bajo, reforzado en directo por un teclista. No ven televisión ni auscultan YouTube, lo suyo procede de la fiebre por el viejo rock inculcada por su padre, que toca la guitarra y es un fan enloquecido de los setenta. Es curioso. Ciertamente, Mr. Dylan, los tiempos han cambiado: antaño los papis les estrellaban las guitarras a sus vástagos, hoy les infectan de acordes y punteos y les aúpan a los escenarios, por no detenerme en esas aguerridas mamás que aguantan tifones, si es necesario, en largas colas de dos y tres días para acompañar a sus niñas a la actuación de la divita o divito de turno.

Nacidos los gemelos en 1996, formaron el grupo en 2012, tomando el nombre de una veterana fan, vecina, alemana de 88 años, que en realidad se llamaba Gretna. Han tocado en media América, barrieron en el Lollapalooza de Brasil y Argentina de este año, Madrid los acogió en el pasado Mad Cool, están de gira por Estados Unidos, en noviembre vuelven a Europa y el año que viene, en un sudoroso sinparar, saldrán a la carretera junto a Metallica por tierras sudamericanas. Así se las gastan estos cuatro imberbes aprendices de brujos rockeros. No se cargarán a raperos, DJ’s, reggaetoneros, traperos y encumbradas rosalías pero mantienen enhiesto el poder de las guitarras eléctricas y de una época que no muere ni con descabello.

Ir a la lista de reproducción de Anthem of the Peaceful Army, en Spotify.

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