Blog La voz de mi amo

por Matías Uribe

¿El mejor cantautor español? Joaquín Carbonell

¿Exagero si afirmo que Joaquín Carbonell es dueño del cancionero más rico y variado de los cantautores tradicionales españoles? A quien las sombras del cerebro le impidan ver más allá de los estereotipos y de los nombres más famosos seguramente pensará que alucino. Y es posible. Pero yo mantengo la teoría que hace unos años, en 2005, ya solté en una página del Heraldo, citándole, con Sabina fuera de combate por su famoso y desdichado 'marichalazo', como 'el mejor cantautor nacional'. Ahora, incluso con Sabina en acción de nuevo, sigo pensando lo mismo.


Sobre todo al escuchar y reescuchar la cata perfecta que él mismo ha hecho a su propio cancionero, extrayendo 19 piezas grabadas tras su reaparición en 1995, tras trece de retiro, y reunirlas en el cedé '1 vida & 19 canciones'. No ha podido meter la sonda en los anteriores, en los de los setenta, porque, pena marinera, por no decir otra cosa más áspera, no es dueño de los derechos de aquellos cuatro discos que grabó con RCA, y por tanto ni tocarlos si no 'sueltas la pasta ya', parafraseando una de sus últimas y divertidas piezas. No obstante, no hay que preocuparse, al menos su canción bandera de aquellos años en cuanto a musicalidad y armonía, o sea, 'Me gustaría darte el mar', está entre las seleccionadas, aunque en versión distinta, que mejora la original. Y también está aquella sátira sobre el poder del dinero, 'La peseta', a cuyo tintineo se alzan coronas y tronos, nacen ministros y reyes, especuladores y ladrones, que le soltó al franquismo en plenos años de plomo…


Inciso: el de Teruel no era precisamente el más 'cabroncete' a la hora de soltar metralla antidictadura, él tendía a ocuparse más del verso y la musicalidad que de la soflama, aunque por lo bajini, subliminalmente, que diría un cursi, metía sus puyazos en los discos y en directo se desfogaba de vez en cuando. Nunca olvidaré un recital en el abarrotado salón de actos del Colegio Mayor del Carmen donde cantó una pieza que nunca grabó y que se titulaba, si mal no recuerdo, 'El cuadro', donde a cada dos por tres repetía en el estribillo algo así (ay, la memoria) como que cuándo se iba a caer el cuadro y a morir 'el animal', no siendo otro el animal que el mismísimo Franco, como la parroquia intuyó rápidamente en medio del jolgorio general. Ya se sabe, entonces, en la dictadura había que hablar y cantar entre líneas.


Pasaron aquellos aciagos años, con los cantaurores al servicio de los políticos, y entre la patada en el culo que estos últimos, ya subidos al machito, los del PSOE especialmente, le dieron, y la riada de la posmodernidad y la Movida, Carbonell se quedó en la estacada. Durante años estuvo en el retiro, o por mejor decir, fuera de la canción, haciendo cosas en TV y escribiendo con mucho ingenio crónicas televisivas. Hasta que inesperadamente volvió y empezó a grabar discos: 'Canta a Brassens' (96), 'Cariño y tabaco' (97), reeditado en el 98 como 'Tabaco y cariño', 'Homenage à trois' (2000), 'Sin móvil ni coartada' (2003), 'La tos del trompetista' (2005) y 'Clásica y moderna' (2008).


Básicamente de estos discos procede la cata que ha resumido en el cedé mentado anteriormente, '1 vida & 19 canciones', con fotos de un imberbe Carbonell en 1963, con 14 años, sentado a la batería de la Orquesta Bahía de su pueblo. Repito: perfecta. Y es que canciones como 'Con las luces encendidas' no solo iluminan sino que rompen el alma, no digamos la citada 'Me gustaría darte el mar', 'Los versos de Pablo Neruda', 'Mon amour'…


Son 19 canciones en las que el de Alloza se comporta como un atleta de la rima y de la melodía, saltando de género en género como el que se ventila los siete metros de longitud en una zancada. Blues, jazz manouche, ranchera, vals, bolero, rumba, swing, reggae, country, Brassens, Dylan, JJ Cale… y hasta adaptaciones gloriosas como la de 'Pay My Money Down', versión a su vez de Springsteen sobre un tema de Pete Seeger, o la delirante historia brasseniana del gorila encelado con un severo juez, son los materiales con los que Carbonell traza la urdimbre de estas canciones, tan cuidadas e ingeniosas en los textos, tan transparentes y directas.


Carbonell, reitero, oyendo y disfrutando de este rico friso sonoro, al que ha añadido piezas inéditas, posee uno de los repertorios de cantautor más lúcidos y variados de España: Serrat sigue en lo mismo desde hace cuarenta años, Sabina no ha salido del dylanismo, la rumba y las rancheras, Paco Ibáñez es musicalmente un monolito… si acaso Llach –maravilloso e ingenioso 'Astres'- ha sabido salir del carril de sus campanadas a muerte…, pero el resto de su generación no ha sabido manejar géneros con tanta amplitud y tanta riqueza sonora como lo ha hecho Carbonell.


El turolense es nítido en la voz, brillante en el verso y armonioso en la música. Y, sin embargo, como si una maldición maya hubiera caído sobre él, sigue cardando lana, viviendo un ostracismo inmerecido mientras otros, más famosos pero muchísimo menos creativos y dotados, celebran cincuentenarios a lo grande. Si este disco sale con la firma de otro notable del reino, petardazo seguro, pero es de un turolense, que aunque, según cuenta en el libreto ha sido “demasiado para un chico de Teruel”, merecía y ha merecido mucho más. En cualquier caso, sin chauvinismo ni amiguismo de por medio, este gran disco le hace justicia: es un gran retrato de la creatividad, de las buenas canciones de cantautor que por ser vecino quizá no se le considere lo debido; también, por esto último y por no haber salido en Madrid o Barcelona, del peso que el 'bisnes' le ha sisado injustamente.


Por cierto, estando los tiempos como están, el disco solo se puede adquirir en la web del autor por un precio módico de 7,95 euros. Háganse el esfuerzo.

Comentarios
Debes estar registrado para poder visualizar los comentarios Regístrate gratis Iniciar sesión