Blog - Los desastres de la guerra

por Gervasio Sánchez

Víctimas y verdugos en Croacia

Jasenovac 2
Jasenovac 2

VIAJE A LOS BALCANES Y RUMANIA (y 8)


Vukovar (Croacia)


Lo lógico sería que el último capítulo de este serial lo firmase en Zaragoza donde el viaje empezó y concluyó 39 días y 10.868 kilómetros después. Pero me van a permitir que lo haga en una ciudad que conocí en septiembre de 1991 durante la guerra de Croacia.


Una de las crónicas a las que tengo más cariño (sólo uno conoce con precisión lo que significó llegar hasta ese lugar tan peligroso) la publicó Heraldo de Aragón el domingo 22 de septiembre de 1991. Arrancaba en primera con el titular: “El Álamo de Croacia”, y aún me cuesta trabajo entender cómo mi compañero Luis Menéndez pudo apuntar con tanta precisión las notas que le gritaba por el único teléfono que funcionaba mientras la artillería yugoslava destrozaba la ciudad.


Pero volvamos a nuestro último día en Rumania, un país extraordinariamente bello que, insisto de nuevo, vale la pena conocer. De Timisioara nos dirigimos a Belgrado. Quiero que mi familia pasee unas horas por el centro y vea el Danubio desde un lugar privilegiado. En la oficina de turismo consigo un excelente mapa con todos los monasterios ortodoxos más destacados. Es un itinerario espectacular que tengo en mente para un próximo viaje, la mejor manera de conocer Serbia, un país muy interesante, aunque marginado de las rutas turísticas.


Campos de girasoles cerca de Timisoara. Fotografía de Gervasio Sánchez


Novi Sad, la ciudad serbia más húngara, habitada también por rumanos y eslovacos, está bañada por el Danubio y tiene un centro peatonal de marcado tono centroeuropeo por el que da gusto pasear a última hora de la tarde cuando el sol comienza a ponerse. Es la segunda ciudad más importante de Serbia y unos de sus principales centros industriales. Durante la guerra de Kosovo de 1999, la OTAN la sometió a duros bombardeos que destruyeron varios de sus puentes sobre el Danubio y dañaron su refinería de petróleo.


Desde la guerra de 1991 no había vuelto a Eslavonia Oriental, la región croata más golpeada por los combates. Por eso me apetecía visitar localidades que había visto destrozadas dos décadas antes. Después de atravesar la frontera serbio-croata me dirigí a Vukovar.


En 1991 la carretera principal estaba controlada por las fuerzas yugoslavas y era imposible recorrerla. Tuvimos que atravesar un maizal por un sendero de tierra, utilizado por las fuerzas croatas para abastecerse de armas y comida. No podías equivocarte porque toda la zona estaba sembrada de minas.


Lo primero que hago es acercarme al hotel Dunav, un feo edificio de 15 plantas y 126 habitaciones, situado al borde del Danubio. Desde la otra parte del río la artillería yugoslava bombardeó durante semanas toda la ciudad hasta no dejar una casa en pie.


El hotel está cerrado desde hace años. Me apetecía visitar los lavabos subterráneos donde nos refugiamos un grupo reducido de periodistas para pasar las noches protegidos de las bombas que machacaban el casco urbano día tras día.


Visitamos el hospital. En 1991 viví escenas dramáticas en su interior. Había dos centenares de heridos ocupando los pasillos de los subterráneos. Sólo un anciano y un niño escondieron las caras debajo de las sábanas cuando se escuchó una tremenda explosión. El resto ya se había acostumbrado al ruido ensordecedor. Afuera había una quincena de cadáveres cubiertos con grandes bolsas de plástico. Dos mujeres buscaban entre los cuerpos. Una de ellas lanzó un agudo grito de dolor cuando reconoció a su joven hija, muerta por el disparo de un francotirador. Otra mujer descansaba para siempre sobre el asiento del conductor con un disparo en la sien.


Reconstrucción de la vida cotidiana durante el cerco de Vukovar. Fotografía de Gervasio Sánchez


En la actualidad el hospital es un nuevo edificio construido sobre las ruinas del anterior. El sótano se ha convertido en un museo que reconstruye fielmente la situación vivida por los heridos y el personal médico durante el cerco. Las antiguas literas están ocupadas por maniquíes cubiertos de vendajes.


Cuando las tropas yugoslavas y para militares serbias ocuparon la ciudad a mediados de noviembre de 1991 después de 87 días de asedio, 264 personas, entre heridos y personal sanitario, fueron sacadas del hospital y asesinadas a unas decenas de kilómetros.


Más de 15 años después, el ex coronel del ejército yugoslavo, Mile Mrksic, conocido como el carnicero de Vukovar, fue condenado a 20 años de prisión por el Tribunal Penal Internacional de la Haya. Otros dos colaboradores también fueron sentenciados a condenas menores. Dos años antes en 2005, un tribunal de Belgrado condenó a 14 antiguos paramilitares serbios por las matanzas perpetradas en Vukovar.


La ciudad había sido defendida tenazmente por unos dos mil croatas contra el asedio de 36.000 soldados regulares y paramilitares serbios equipados con armamento pesado y artillería. Vukovar permaneció en manos de los serbios hasta 1998 cuando se reintegró   pacíficamente en Croacia.


Llegamos a Vinkovci. En 1991 conocí la historia del soldado croata Sopka Jonku. Estaba en la primera línea y miraba en dirección a Mirkovci, un pueblo ocupado por las milicias serbias a apenas 300 metros. Su hermano Miheljo era ahora su enemigo. Cada uno decidió combatir en una trinchera distinta. Antes de separarse discutieron y estuvieron a punto de matarse.


Osijek también era una ciudad bombardeada a menudo. Al principio dormía en habitaciones de los hoteles, pero casi todas las noches tenía que salir corriendo y refugiarme en los sótanos cuando se intensificaban los bombardeos. Finalmente, decidí utilizar el refugio antiaéreo que había en la plaza principal. Ahorraba dinero y dormía de un tirón. Recordaba estas anécdotas mientras comíamos en un restaurante al lado del río Drava, justo enfrente de uno de los hoteles más castigados durante la guerra. Los camareros eran niños o no habían nacido a principios de los noventa.


Campo de concentración de Jasenovac en Croacia. Fotografía de Gervasio Sánchez


Salimos de las ciudades mártires croatas y nos dirigimos a Jasenovac, el campo de concentración y exterminio creado durante la Segunda Guerra Mundial por orden del croata pronazi Ante Pavelic, máximo líder de lo que llamó Estado Independiente de Croacia. Centenares de miles de serbios fueron tratados como animales y asesinados con métodos especialmente crueles. Había concursos para ver quién mataba a más prisioneros a cuchillo. Existen imágenes muy duras de las salvajadas que los ustachas croatas hacían. Las mujeres eran sistemáticamente violadas antes de matarlas y unos 20.000 niños, muchos de corta edad, también fueron asesinados.


Algunas investigaciones estiman en 600.154 los muertos de este campo, incluidos miles de judíos, gitanos y croatas que se oponían al fascismo de Pavelic. Sería el tercer campo de concentración con el mayor número de asesinatos después de Auschwitz y Treblinka. Tuvieron que pasar más de 60 años para que una autoridad religiosa católica croata, el cardenal Josip Bozanic, condenase en septiembre de 2009 los crímenes cometidos en el campo de exterminio.


Muy cerca se encuentra Jasenovac, el pueblo que da nombre al antiguo centro. Hay muchas casas quemadas y destruidas. Algunas fueron ametralladas. Los vecinos serbios fueron víctimas de una nueva fase de limpieza étnica en 1991. Los que sobrevivieron nunca han regresado.


Como ocurre en tantos lugares unas víctimas son reivindicadas y recordadas todos los aniversarios y otras, las del contrario, son olvidadas y sepultadas por un manto de silencio. No importa si ha pasado dos décadas o más de medio siglo. ¿Por qué es tan difícil asumir los errores del pasado?


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