Blog - Los desastres de la guerra

por Gervasio Sánchez

Laberinto de recuerdos

4 FUNERAL DE SREBRENICA
4 FUNERAL DE SREBRENICA

Viaje a los Balcanes y Rumania (3)


Srebrenica (Bosnia-Herzegovina)


Hay un café en el piso 35 del edificio más alto de Sarajevo desde donde se ve toda la ciudad. Miro las montañas donde estaban emplazadas las piezas de artillería y las minúsculas casas donde vivían atrapados los ciudadanos. Desde ese puesto de observación siempre llego a la misma conclusión: fue muy fácil cercar la capital bosnia.


Los agresores podían sembrar el pánico con comodidad y bombardear a cualquier hora del día o de la noche. Las víctimas sólo tenían que esperar su turno en la lotería macabra. Los sobrevivientes saben que están vivos porque otros murieron en su lugar. Desde abril de 1992 hasta marzo de 1994 no se recuerda un solo día sin bombas y muertos.


Vista de Sarajevo desde un piso 35. Fotografía de Gervasio Sánchez


Desde que acabó la guerra he vuelto muchas veces. En los primeros años de la posguerra podías pasear por barrios enteros en estado ruinoso. Me llamaba la atención la normalidad con que la gente obviaba el pasado y se esforzaba por mejorar su presente sin importarles el futuro. Muchos intentaron acomodar los recuerdos más sangrientos en un pozo de desinfectante que curase o sepultase las heridas más profundas. Me temo que pocos lo consiguieron.


Quería saber cómo iba a responder mi compañero Alfonso Armada en una ciudad que no veía desde hacía veinte años. Habíamos atravesado amplias zonas de Croacia y Bosnia y visitado aldeas, pueblos y ciudades donde vivimos experiencias difíciles de olvidar. Pero Sarajevo fue su casa durante semanas entre agosto de 1992 y julio de 1993.


Sentí su consternación. Miraba y buscaba, pero le costaba encontrar, concretar, asegurarse de que sus recuerdos no formaban parte de un mal sueño. Me confesó que las lagunas en la memoria le estaban jugando una mala pasada. Varias veces me dirigí a él con un: “¿te acuerdas de lo que pasó aquí?”.


Alfonso Armada en el cementerio judio de Sarajevo. Fotografía de Gervasio Sánchez


Si paseamos por una calle con calma, observaremos cualquier pequeño detalle que años después nos puede servir para activar la memoria. En cambio, si recorremos la misma calle como tránsito obligatorio para llegar a otro punto o para ocultarnos de las bombas, perdemos todo punto de referencia y, de esta manera, es difícil recordar si, además, han pasado veinte años.


A partir de setiembre de 1993 mi perspectiva cambió radicalmente cuando dejé de utilizar el coche y empecé a recorrer la ciudad a pie. Cada viaje a Sarajevo me servía para cartografiar más metros de espacio que almacenaba en el subconsciente mientras me desplazaba de un barrio a otro. Todavía hoy reconozco lugares destrozados por los impactos directos de los proyectiles a pesar de que ya no queda una sola huella. Las fotografías que realicé también me han servido de carril para circular sin perderme por el laberinto de sentimientos y recuerdos.


Hay una calle en el barrio de Dobrinja que marca la división entre las dos entidades que forman Bosnia-Herzegovina. Una acera es dirigida por el llamado gobierno de la federación bosnio-croata y la otra pertenece a la llamada República Srpska, la entidad que agrupa a los serbios.


Aquí iniciamos nuestro viaje al valle del Drina. Varias veces atravesaremos fronteras sin aduaneros o policías que, no obstante, rigen los destinos separados para siempre de decenas de miles de ciudadanos.


Varios bosnios alineados ante el memorial de las víctimas de Srebrenica. Fotografía de Gervasio Sánchez


Visitamos Foça para no olvidar que aquí hubo una gran matanza. Visitamos Visegrad para pasear por el bello puente otomano construido en el siglo XVI, protagonista de la gran novela, “Un puente sobre el río Drina”, de Ivo Andric, Premio Nobel de Literatura en 1961. En la parte central hay dos terrazas simétricas conocidas como “la kapia”. Un viajero turco, recordado por Andric, escribió que “su kapia es el corazón del puente, el cual es el corazón de esta ciudad que ha permanecido en el corazón de todos”. Menos mal que el escritor murió muchos años antes de que el reguero de sangre destruyese la convivencia entre musulmanes y serbios. Visitamos Gorazde, la ciudad que sufrió un cerco tan duro como el de Sarajevo, y que se convirtió en un símbolo de la resistencia. Y finalmente llegamos a Srebrenica.


989 en 2003; 338 en 2004; 610 en 2005; 505 en 2006; 465 en 2007; 308 en 2008; 532 en 2009; 776 en 2010; 613 en 2011; 520 en 2012 y 409 en 2013. En total, 6.066 víctimas de la matanza de Srebrenica han sido enterradas cada 11 de julio de la última década en el cementerio de Potoçari. Otros miles de cuerpos están guardados en cámaras especiales en la ciudad de Tuzla a la espera de ser identificados y decenas de fosas comunes todavía no han sido encontradas.


Funeral masivo en el cementerio de Potoçari donde se entierran cada año las víctimas de Srebrenica. Fotografía de Gervasio Sánchez


Es la cuarta vez desde 2005 que estoy presente en el funeral de estado que se hace cada año y me cuesta trabajo entender cómo se pudo matar en apenas cinco días a más de 8.000 personas. El Tribunal Internacional de la Haya está juzgando a los ideólogos de la masacre, pero muchos ejecutores directos se pasean tranquilamente sin haber pagado sus culpas. También se han salvado algunos criminales bosnios-musulmanes y croatas.


Reporter Academy es una escuela de fotoperiodismo que realiza talleres en Bosnia-Herzegovina desde hace años. Uno de estos seminarios coincide con el funeral de cada 11 de julio. Varias decenas de alumnos viajan en furgoneta o en avión a los Balcanes y se concentran varios días en Srebrenica.


Mi trabajo era darles un taller de fotografía durante un par de días. El grupo estaba formada por muchas más mujeres que hombres, la mayoría menores de 35 años, que realizan un esfuerzo económico para aprender un pasaje de la historia sobre el terreno. Algunas de las participantes escribieron reportajes sobre el funeral que se publicaron en medios nacionales españoles. No es fácil resumir una experiencia tan traumática a las pocas horas de haberla vivido.


A pesar de que las condiciones para hacer el taller no eran las ideales (fue denegado a última hora el permiso para utilizar una escuela), los participantes mantuvieron una actitud respetuosa durante las muchas horas que pasamos juntos. Muchas preguntas, algunas con difíciles respuestas, otras equivalentes a leer muchos libros para responderlas. Reflexiones en voz alta. Emociones a flor de piel. Dolor y lágrimas.


Por supuesto que se cometen errores cuando se reúnen cincuenta personas en un lugar tan simbólico como Srebrenica. Pero todos son superables con buena voluntad. Uno de los errores más repetidos entre los más jóvenes es no prepararse una buena selección de lecturas cuando deciden viajar a un país desconocido. Hoy en día el desconocimiento no tiene justificación. Rastreando en internet encuentras auténticas perlas. Alfonso Armada les recomendó una lista de libros indispensables para entender mejor lo ocurrido en las guerras balcánicas.


La comitiva fúnebre llegó a Potoçári el martes 9 de julio a las cinco de la tarde. Los 409 ataúdes pertenecían a varones, entre ellos 44 menores, incluido un recién nacido, la víctima más joven enterrada hasta la fecha, y un anciano que tenía 76 años cuando fue asesinado y enterrado en una fosa anónima.


Los ataudes con los restos de las víctimas de Srebrenica son paseados en volandas al finalizar el funeral que se celebra cada 11 de julio desde hace una década. Fotografía de Gervasio Sánchez


El velatorio duró cuarenta ocho horas. El funeral puso fin a una larga espera para los familiares. Los ataúdes fueron llevados en volandas por un río de manos hasta sus lugares de enterramiento mientras la megafonía recordaba los nombres de todas las víctimas. Como dijo el poeta Mario Benedetti “la muerte es sólo un síntoma de que hubo vida”.

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