Seguir con la lengua fuera. Las lenguas de fuego. En Pentecostés el Espíritu Santo flamea sobre los apóstoles cuando Jesucristo, ya resucitado, se vuelve al cielo.

La lengua de fuego es ahora un extra. Ha vuelto el brasero y la leña. El Papa aún guarda un discurso en la recámara.

La sabiduría es la habilidad de llegar vivos al último telediario. La lengua de fuego es alguien ardiendo.

Seguir en el avispero sin cantearse, seguir entre la lluvia de meteoritos y bárcenas. Hereditariamente seguir. Presentarse al Estado cada mañana como si no pasara nada, en la estirpe de la colza y las vacas locas.

Micrófonos en los floreros. Adn de caballo por doquier. Se olvidó el confeti. Hay que echar nuevas revelaciones a la caldera para esparcir el olvido.

El éxito de PSY y su baile del caballo era por esto: lo llevamos dentro, en la supply chain alimentaria. Bailamos desde el adn, que ya se puede obtener una demo propia por 99 dólares.

Dopados por defecto galopamos entre el confeti tóxico: mercurio escabechado, sardineta Homer Simpson y Chernobyl en la sopa. El plan de auxilio social está trazado: un voto, un bocadillo. Fukushima mon amour.