Blog - Al Alba

por Mariano Gistaín

Espejito espejito ¿hay alguien más agobiado que yo?

Hemos de aflojar el agobio. Cada cual tiene el suyo, que pesa mil toneladas.


Cada uno cree que el agobio de la persona que tiene delante es más ligero que el suyo.


Lo primero es que se relaje el interlocutor. Escucharle más allá de las palabras.


Lo segundo, darle una oportunidad a su angustia. Concederle la posibilidad de que sea enorme.¡Incluso mayor que la nuestra! (No hay que ser presumidos en sufrir).


Tener presente que aunque sea un alto cargo u ocupe una posición elevada, nuestro interlocutor puede estar en precario. O sentirse en el abismo.


De hecho, lo más normal es que esté temblando de miedo (sobre todo si es presidente de gobierno).


La incertidumbre y la dilación han llegado a lo más alto.


Nos centramos más en lo que falta que en lo que hay.


Nos parece que nuestra espera es la más agónica, pero a poco que hablemos (escuchemos) se ve que es un fenómeno muy extendido.


Los equipos de fútbol, cuando no están jugando, se dedican a transmitir puro agobio. (Y juegan 90 minutos de vez en cuando).


Todo el mundo espera algo que nunca llega, una decisión, unos minutos de audiencia, un ingreso, un email.


El apalancamiento es ya una actitud: forma una cadena invisible que traba el conjunto. ¿Alguien podría soltarse?


Autocheck: Precaución, prevención, temor, pánico, horreur.¿En que fase estoy?


La forma de romper alguno de estos eslabones es la trascendencia (cielos) y la alegría.


La alegría es la trompeta de Jericó de este apalancamiento.


Es mejor regalar las ideas que tenerlas escondidas en un pendrive.


Con el mundo tan atascado es mejor dar que esperar a recibir.


A fin de cuentas alguien podría librarse del miedo de repente y sonreir.