Blog La voz de mi amo

por Matías Uribe

Madonna reina entre la insignificancia y la machaconería

En el duelo de tronos que soterradamente se ha desatado en estos últimos tiempos entre Madona y sus hipotéticas sucesoras –Beyoncé, Kate Perry, Britney Spears, Lana Del Río, Rihanna… y sobre todo Lady Gaga- no parece que la 'ambición rubia' esté dispuesta a ceder ni una sola esquirla de su preciada corona de reina del pop. Su nuevo disco, 'MDNA' va como una flecha al centro mismo del territorio donde se dirime el trono: al del público adolescente, al de las canciones facturadas para la pista de baile, a la electrónica de consumo fácil. Quizá no sea el lugar más adecuado para lanzar la flecha, o si se lanza ahí, tendría que haberlo hecho con toda la determinación necesaria y para la que un buen productor debía haberla ayudado.Mas ha errado el tiro o le ha fatado resolución.


En la canción que abre el disco, 'Girl Gone Wild', ya se delata: "¡Chicas, vamos a divertirnos un poco!", canta, evocando el título de una canción que en los 80 cantaba una de sus viejas competidoras, Cindy Lauper. Vamos a pasar un rato de diversión. No más. Puede sorprender el infantilismo de una señora de 53 años jugando en este territorio juvenil, como si todavía estuviera buscando desesperadamente a Susan, como si fuera aquella chiquilla pizpireta y osada dispuesta a pisar los charcos que fuesen necesarios, o a meterse en todas las camas ajenas que conviniesen, con tal de comerse el mundo. Pero por ahí, por los años, no se la puede, ni se la debe, derrotar. Es más, para ella el tiempo parece más bien un aliado que un enemigo, pero si aún así se intentase rebanarla por ello, entraríamos en el británico 'ageism', o discriminación por la edad, y afortunadamente la música pop ya no se mide solo por la edad física. Madonna, si puede, y vaya que si puede, está legitimada para explotar su 'peterpanismo' y su eterna juventud, con 53 años y seguramente que con otra década más encima.


Otra cosa es el plato musical que ofrece. Y ahí es donde se cae con todo el equipo. Este nuevo disco, es cierto, sube el listón de sus últimas y vacías entregas, pero sigue siendo superficial e insuficientemente acabado. Las mismas piezas de baile, que son casi todas, siguen adoleciendo de la robustez y rotundidad que estas canciones exigen y que solo unos productores desorientados, por mucho que entre los cuatro que manejan el disco esté el arquitecto de 'Ray Of Light' (William Orbit), le hurtan.


'Hung Up' es el paradigma de lo que debe ser una canción bien vestida para una pista de baile. Aquí, en este nuevo disco, habiendo unos excelentes mimbres melódicos para enhebrar canciones robustas, tiritan de frío, por desnudas, por un minimalismo a lo Air o Daft Punk que no le sienta bien o no sirve para romper una pista de baile como ella puede hacerlo; ya metida en esa harina, no fulmina. La diva sigue teniendo un serio problema de producción, de músculo musical. Quedan, al final, es cierto, tras algún buen apunte como 'I'm A Sinner', un par de piezas –Masterpiece' y 'Fallin' Free'- donde impera el sosiego y la melodía y donde se revela la Madonna madura de 'Right Of Light', pero ya es tarde. El trono sigue siendo suyo, su música vuela entre lo machacón y la insignificancia.


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