Blog - Tinta de Hemeroteca

por Mariano García

Los camareros que odiaban las propinas

Propina
Propina



Hace unos meses Tinta de Hemeroteca recogía la penosa situación en la que estaban los carteros españoles a principios de los años 30. No estaban mucho mejor en otros gremios, como el de los camareros. Su situación era tan mala, que en el verano de 1930 amenazaban con ir a la huelga... si no se les prohibían las propinas. Y es que, claro, lo que querían era un sueldo fijo y no depender de la caridad del consumidor. Y trabajar un máximo de 8 horas, que entonces era todo un adelanto. Lo de las propinas fue un asunto muy, muy debatido en aquellos años, hasta el punto de que en 1931 el Gobierno de la II República las acabó prohibiendo. Esta es la entrevista que se publicaba en HERALDO en agosto de 1930:

En el  Café Goya, a las cinco de la tarde. Un camarero correcto, atildado, fino, nos entrega una convocatoria de "El Porvenir", Agrupación Profesional de Camareros y Similares de Zaragoza.

-Entérese, haga el favor -nos dice-. Creo que sería interesante que dijese usted algo al público de este asunto.

Leemos y nos enteramos. "El Porvenir" convoca a Junta general extraordinaria, para esta noche del martes, al objeto de tratar de la conveniencia o no de proponer a los patronos la abolición de la propina en Zaragoza. Caso de aprobarse la proposición, ha de nombrarse una ponencia que estudie el medio de llevar este asunto a la práctica. Vuelve a acercársenos el camarero de referencia, Víctor Elizondo, treinta años, presidente de "El Porvenir", y uno de los profesionales más capacitados de Zaragoza para desempeñar este cargo.

Víctor Elizondo ha trabajado en el Gran Hotel, en el Continental y en otros establecimientos de primer orden. Conoce, además de la lengua nativa, el francés y el inglés. Casi todos los veranos suele salir a una playa de esas de moda -Biarritz, Deauville- pero esta canícula ha preferido pasarla en Zaragoza, porque las exigencias del cargo de presidente de los camareros, que ostenta desde hace cuatro  meses, así lo han exigido. Víctor es uno de esos hombres idealistas, que ha soñado para la reivindicación de la clase a que pertenece, las mayores innovaciones. Y entre éstas figura en primer término esa de la supresión de la propina.

¡No está mal! - pensamos-. El público habrá de recibir esta novedad con agrado. Pero... Llamamos a Elizondo.

-Diga usted, Víctor... ¿Qué razones tienen ustedes, los camareros para pretender alterar este orden de cosas?... La propina es algo tradicional, consustancial en el parroquiano... Todos creemos que a mejor propina mejor servicio, de modo que al suprimirse...

-¡Pues ahí está el error precisamente -comenta el presidente de "El Porvenir"-. No hay tal cosa. La propina constituye hoy una limosna, y por tanto es algo vejatorio para todo hombre consciente de sus derechos y sus deberes. Hoy, la mayoría de los camareros de Zaragoza, no queremos pasar por esa horca.

-¿Por esa horca, ha dicho usted?

-Sí. Una verdadera horca.

(Observamos, y en el transcurso de la conversación apreciamos que este camarero es un muchacho simpático e inteligente).

-Crea usted -continúa diciendo- que actualmente solo unos cuantos camareros viejos son partidarios de la propina. La mayoría somos opuestos a continuar bajo ese régimen bochornoso.

(Suena una palmada. Víctor se levanta y acude a la llamada. Al pasar por nuestro lado, nos advierte:

-Un minuto. Voy a servir dos horchatas a este matrimonio...

Al minuto, en efecto, vuelve a nuestro lado.

-Pues sí -continúa explicándonos- es éste un pleito viejo. Ya en el año 1919 pedimos lo mismo y no lo conseguimos. Pero ahora no nos encontramos en iguales circunstancias. En estos diez años se ha evolucionado mucho. Nuestra Sociedad no es tampoco como era entonces.

-¿Y cuáles son sus pretensiones?

-Pues en concreto, señalar un jornal de cuatro pesetas y el veinte por ciento de la venta que hagamos.

-Eso está bien... ¿Pero, y los patronos? ¿Accederán a tales peticiones?

-Los patronos deben ser los más interesados en abolir la propina, por muchas causas. En este café tiene usted el ejemplo. Los camareros somos unos verdaderos colaboradores del dueño. Y de esta forma es como el trabajo rinde toda su eficacia y virtualidad.

(Otra palmada....).

Víctor, levantándose:

-¡Vá!... Enseguida soy con usted. (Y marcha a servir al nuevo cliente).

-Nos asalta un temor -decimos a Víctor cuando vuelve-. Que esa supresión de la propina sea en perjuicio del parroquiano. Que se aumente el precio de las consumiciones.

-No debe ser... No hace falta tal aumento. A los precios corrientes que se vende el café y los licores y la cerveza, ganan los patronos lo suficiente para mantener floreciente su industria. Eso puede usted afirmarlo sin miedo a rectificaciones... Además, ¿por qué razón ha de ser esta industria distinta a las demás?... ¿Por qué ha de tener al obrero sin sueldo o con una miseria de jornal, para que se defienda única y exclusivamente con la voluntad del parroquiano?

-¡Cierto!... Vemos, amigo Elizondo, que ha dado usted en el clavo, como vulgarmente se dice...

-Nosotros, si aprobamos en la reunión esta idea, presentaremos a los patronos nuestras bases, dándoles de tiempo para resolver hasta el 20 de septiembre próximo.

-¿Y si no acceden... plantearán ustedes una huelga?

-¡Ah! No sé, no sé... Pero el conflicto surgiría indudablemente.

-En una palabra. Quieren ustedes los camareros, a lo que parece, reivindicar la profesión.

-A eso tendemos por todos los medios, sí señor. La prueba está en que acabamos de adquirir para nuestro Centro la Enciclopedia Espasa y otras varias obras. En total unos cientos de volúmenes que valen muy cerca de seis mil pesetas y que pagaremos a plazos de quince duros mensuales. Además tenemos en estudio el socorro por paro forzoso y otras muchas cosas, entre ellas que nuestra Sociedad no sea una agencia de colocaciones, como ha venido ocurriendo hasta ahora. En Zaragoza se abusa bastante de las recomendaciones, y eso no debe ser. El patrono no debe, en ningún momento, coartar la libertad de los obreros.

-A juzgar por todo eso, los camareros van a entrar ustedes en una era de progreso y bienandanzas.

-Creemos que sí. Este invierno serán muy pocos los parados, porque también aspiramos a implantar la jornada de ocho horas. Esto daría lugar a que sé coloquen todos. Porque aquí sí que hay una equivocación grande. No rinde un obrero más por estar mayor número de horas.

-¡Muy bien.!... Vemos que "El Porvenir" es una Sociedad que hace honor a sus similares.

-Puede usted decirlo muy alto. De todas las agrupaciones de camareros que existen en España, es la nuestra, con sus cuatrocientos socios, acaso la que mejor funciona y se desenvuelve.

-En una palabra... Que "el porvenir" es de los camareros...

-¡Hombre! Tanto como eso... Pero que aspiramos a progresar, indudablemente. Y para ello nada mejor que evolucionar nosotros. Porque a la profesión la dignifica el hombre, y no al hombre la profesión.

-¡Admirable!...

-¡No!... Que no se reduce todo, aunque vayamos con la rodilla al brazo, a saber llevar una bandeja  en alto y escanciar un licor sin manchar el platillo... Creo yo que debemos ser algo más, ¿no le parece?

-Conformes del todo...

Y Víctor se aleja otra vez de nuestro lado para atender a una parroquiana muy bonita que se ha sentado en su turno.


Todo quedó en nada, y eso que parece haber algo de retranca en las palabras del entrevistador. Pero las propinas se acabaron prohibiendo al año siguiente.


Y mañana...

El espantoso crimen del ciego

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