Blog - Tinta de Hemeroteca

por Mariano García

El día en que el pueblo de El Buste volvió a nacer

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El Buste tendrá siempre marcado en su calendario la fecha del 14 de marzo de 1972. Ese día dos Phantom del ejército norteamericano estuvieron a punto de borrar el pueblo del mapa: 

Alrededor de las nueve de la mañana de ayer -los vecinos no se han puesto de acuerdo sobre la hora exacta-, dos aviones Phantom, modelo F-4, se estrellaron contra la cresta rocosa denominada Puntal de San Roque, en el monte La Rocha, situado a unos cien metros de la localidad de El Buste.

Hubo una tremenda explosión, que atemorizó a los tranquilos vecinos del pueblo. Los restos de los aparatos y de sus cuatro tripulantes se esparcieron en una superficie de un kilómetro cuadrado. Sobre los edificios de El Buste comenzaron a llover restos llameantes, provocando algunos conatos de incendio y destrozando varios tejados, entre ellos el de la iglesia parroquial. Por fortuna para los habitantes de El Buste, los aviones rebotaron contra las rocas y sus restos más peligrosos fueron a dar contra una altiplanicie conocida con el nombre de El Raso-Muela Baja, en términos municipales de El Buste y de Borja. Es opinión general la de que si los Phantom hubieran volado tan sólo diez metros más bajo habría desaparecido, en su totalidad, la primera localidad citada.

Los aviones siniestrados formaban parte de una escuadrilla que regresaba de efectuar unas operaciones de entrenamiento en el polígono de tiro de las Bardenas Reales. Estos aparatos pertenecen a la Base Aérea de Zaragoza y son tripulados, en los citados entrenamientos, por soldados de las Fuerzas Aéreas de Estados Unidos.

Antes de llegar a El Buste, en vuelo procedente desde las Bardenas, existe un gran valle, que sirvió, sin duda, para que los pilotos se confiaran y volaran a más baja altura. Testigos presenciales de la tragedia afirman que, al sobrevolar el pueblo, lo hicieron casi rozando los tejados de los edificios, intentando remontar el vuelo casi a continuación, toda vez que enfrente mismo se encuentra situado, cerrando el horizonte, el Puntal de San Roque. Desgraciadamente, era ya tarde para ganar altura, y los Phantom se estrellaron contra las rocas.

Los mismos testigos presenciales afirman que los restantes aviones que formaban en la patrulla pudieron salvar el obstáculo, toda vez que volaban más distanciados y les correspondía pasar por la parte baja de la ladera. Inmediatamente, al reparar en lo ocurrido, debieron regresar a la base. Los vecinos de El Buste, aterrorizados, salieron de sus domicilios. El hecho de que se encontraran los hombres todavía en las casas sirvió para que, a los pocos minutos, pudieran dominar el fuego que había comenzado a prender en algunos edificios.

Inmediatamente se organizaron los servicios de salvamento. Llegaron los miembros de la Cruz Roja de Borja, con una ambulancia. También, los bomberos de Tarazona, Tauste y Tudela. Poco después lo harían, igualmente, los de Zaragoza. El helicóptero de salvamento, de la Base Aérea de Zaragoza, estaba sobrevolando el lugar del accidente, a los pocos minutos de producirse éste. Mas tarde llegarían, también, el jefe del Sector Aéreo de la III Región Pirenaica, general Seibane, y soldados USA con destino en nuestra base.

Asimismo estuvieron presentes, desde los primeros momentos, los alcaldes y diputados provinciales de Borja y Tarazona, señores Ojeda y Zueco, respectivamente. Hasta el momento, y de acuerdo con los datos facilitados por la Guardia Civil, que montó guardia permanente en El Buste, sólo han sido identificados dos de los cuatro cadáveres. Corresponden a Robert Morris y David W. Hill. Se presupone que ambos estaban casados, puesto que en la documentación de los mismos aparecieron las fotografías de sus esposas e hijos.

Los restos de los cuatro tripulantes son irreconocibles, toda vez que los cuerpos aparecen sensiblemente mutilados. Se ignoran las causas que pudieron provocar el accidente. La localidad de El Buste está situada a unos setecientos metros sobre el nivel del mar. No se comprende cómo los aviones siniestrados volaban a tan baja altura, máxime teniendo en cuenta la niebla reinante.


HERALDO dio amplia información sobre el accidente, e incluso publicó una fotografía que quizá hoy no publicara, ya que en ella aparecían restos humanos de uno de los pilotos. Sobre las casas del pueblo 'llovieron' restos de los aparatos:

Calle del Nuncio Sanz (Monseñor Sotero), 15. En el interior del edificio se encontraban el matrimonio compuesto por don Jesús Abián Gil y doña Teófila Sebastián y sus tres hijos de veinte, diecisiete y siete años, respectivamente.

-De pronto -nos explican- sentimos una gran explosión, como si toda la tierra temblara, y vimos una llamarada. Comenzamos a gritar: "¡Vengan todos, que arde la casa en pleno!". Restos del avión, todavía encendidos, se habían colado en el interior de la casa.

-Cuando apagamos el fuego, quisimos salir a la calle para ver qué sucedía, pero no cesaban de caer cascotes. Han quedado destrozados muchos tejados.

-¿A qué hora fue?

-Entre las nueve y nueve y cuarto de la mañana. Los vecinos formaron corro en torno a los vecinos de esta casa que estuvo a punto de arder por los cuatro costados.

Miguel París llegó, filmando sucesivas escenas. Una vecina todavía tuvo el humor de comentar:

-Vamos a salir en Televisión Española.

-¿Ninguno de ustedes ha presenciado el accidente?

-No. Sólo hemos visto que los aviones volaban muy bajos.

No encuentro manera de atar cabos. Los vecinos de El Buste no han reaccionado todavía del gran susto vivido.

-Aquí hemos oído; pero ver, nada.

La calle conserva, también, las huellas de la tragedia. Hay restos por todas partes.

-Parece mentira que no haya ocurrido nada a los vecinos.

-Sí, parece mentira -dice una mujer-; cuando cayeron esos hierros, ardiendo, aquí mismo, en la puerta, había una niña.

Otra mujer, que acababa de llegar en automóvil, para visitar a su familia -temía por los suyos-, exclamó:

-¡Ha sido un milagro! ¡Habéis vuelto a nacer!


Y entrevistó a algunos vecinos de El Buste:

-Yo he visto cómo se estrellaban los dos aviones.

-¿Desde dónde?

-Estaba en la puerta de mi casa.

Don Jesús Villalba es concejal del Ayuntamiento. Fue uno de los testigos presenciales del accidente. Cuando conversamos, todavía aparece sobrecogido por la impresión.

-Los he visto venir. Pareció que se iban a estrellar contra los tejados. De pronto, han pegado un acelerón para remontar la montaña. No lo pudieron conseguir. Se escuchó una gran explosión. Todo el pueblo se estremeció. Antes de que saliera de mi asombro se produjo una segunda explosión.

-¿Qué más recuerda?

-Lo único que recuerdo es que después de la segunda explosión ha comenzado a llover fuego del cielo. Caían cascotes encendidos. Una casa estaba ardiendo. En la iglesia hay un gran boquete.

-¿Cómo reaccionaron los vecinos?

-Los primeros momentos fueron de gran confusión. Las mujeres no cesaban de llorar. Ha dado la casualidad de que estábamos los hombres en casa; si no, se quema medio pueblo.

-¿Cree que ha sido la niebla?

-Había niebla, pero estaba alta...

Los vecinos de El Buste recordarán el suceso por espacio de muchos años. Siempre. Recordarán que su pueblo volvió a nacer -y ellos también- un 14 de marzo de 1972.


Y el lunes...

La muchacha apuñalada sin que se supiera el porqué

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