Madroños para disfrutar de sus frutos en invierno

Colorido. Un jardín en invierno resulta a veces muy triste. Si se abusa de las especies caducas, la visión puede parecer más propia de un cementerio que de un sitio donde disfrutar del aire libre. Por ello, hay que reservar algunos rincones a especies perennes y, si es posible, que tengan alguna singularidad que se revele en los meses más fríos. El madroño (arbutus unedo) es un regalo para los sentidos cuando llega el invierno. Sus hojas se mantienen perennes y los originales frutos han adquirido su particular color rojo, dando un toque a cualquier rincón.


El madroño es relativamente fácil de cuidar en un jardín aragonés. Su lugar ideal estaría en el litoral mediterráneo, pero con tino (y un poco de suerte) puede disfrutar de una larga vida también por estas tierras. El calor más intenso y el frío más extremo pueden hacer mella en él, por lo que conviene colocarlo en un lugar algo fresco durante el verano y, en invierno, proteger las raíces con paja o ramas secas en los ejemplares pequeños, para que no sufran las raíces con el frío.


Los frutos del madroño son un alimento muy importante para pájaros y pequeños mamíferos, que apenas encuentran alimento en el invierno. Plantar este árbol en el jardín no solo es un regalo para los sentidos, sino para la naturaleza.

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