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por Mariano García

Las predicciones más disparatadas de la Historia

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Estas no eran las clásicas predicciones de final de año, pero como si lo fueran. En 1972 dos sesudos especialistas se lanzaron a imaginar cómo sería el mundo 28 años más tarde, lo que ya es osadía. Han pasado diez años más de la mítica fecha del 2000, pero me da a mi que todavía no andamos cerca de la situación que se pintaba en el libro de Mash y Vienur. Lean, y permítanse por lo menos una sonrisa.

Aunque nos preocupamos quizá demasiado del año 2000, al que nadie sabe si podrá llegar tal y como está de liado el mundo, lo cierto es que esa preocupación por el siglo XXI de nuestra Era sigue llenándonos de vaticinios, consoladores algunos, tremebundos los más. Entre los consoladores figura, según los expertos económico-financieros y su sapientísimas computadoras, uno bastante sugestivo: la jornada laboral del hombre se reducirá a veinte horas semanales, distribuidas a cuatro por día y serán cinco solo los días de trabajo. Además, la renta por persona alcanzará la sustanciosa cifra de diez mil dólares al año, unas seiscientas cincuenta mil pesetas, así que una familia de cinco personas reunirá al año 3.250.000 pesetas. Todos millonarios, aunque, eso es inevitable, habrá quien cobre por sí solo esos tres millones cada mes.

Naturalmente, eso no ocurrirá en todo el mundo, donde, también es inevitable, seguirá habiendo pobres, aunque, tal vez, no haya hambrientos como ahora, en la cifra aterradora de hoy, con un mundo donde mil millones de personas al menos comen menos de lo que necesitan para malvivir. Y también, eso es claro, tanto tiempo para vagancia y tanto dinero para divertirse sólo podrán tenerlo los tres países de Norteamérica, incluido Méjico, más Estados Unidos y Canadá, en el Nuevo Mundo, y los países del norte occidental de Europa.

Hasta los años treinta se consideraba muy bien repartido el total de las veinticuatro horas del día: ocho para trabajar, ocho para dormir y ocho para dedicarse a su propia persona. Pero resulta que las macrociudades a las que caminamos a paso de gigantes, han empequeñecido esas ocho horas para lavarse y comer, porque normalmente tenemos que dedicar dos horas para ir de un sitio a otro, aunque no sea más que para trasladarnos desde casa al lugar de trabajo. De ahí la angustia del hombre moderno, al que no le queda ya casi tiempo -en el supuesto caso de que sea un hombre no multiempleado- para jugar con sus hijos, leer, hacer ese tan elogiado deporte o simplemente para mirar las estrellas, tranquilamente tumbado.

A esa conclusión han llegado los autores del libro, de reciente publicación, titulado 'El año 2000', del que son autores los señores Hermán Mash y Anthony J. Vienur, éste presidente del Instituto de Investigaciones de Hudson. Este libro despertó tanto interés que Vienur fue invitado por el Instituto de Dirección Industrial de Nueva York para que hablara largamente sobre 'el futuro del trabajo público', en el que amplió lo escrito en su libro. Según esta ampliación, además de trabajar tan poco por día, habrá cada año 176 días festivos, en los que no se trabajará nada.

Además, el trabajo, incluso en el campo, se hará sin ningún esfuerzo: bastará apretar algunos botones para que las máquinas lo hagan todo, desde sembrar a recolectar. Un mando a distancia, de tal forma que, sentado en una cómoda butaca en Madrid, por ejemplo, podrá recogerse el algodón en Andalucía...

Sin embargo, habrá algunos trabajadores que serán insustituibles. Todos los que realizan trabajos intelectuales y, por supuesto, los periodistas, a los que nadie podrá hacer que lluevan las noticias sobre ellos. Además, los médicos, los abogados, los técnicos y los profesores, aunque todos ellos ayudados por ese monstruo de las computadoras.

Además de todas esas ventajas, la mecanización aumentará la producción... y hará disminuir los precios. Los suministros y el equilibrio entre la oferta y la demanda se verán menos influidos por los ahora insalvables juegos del mercado, ya que la sociedad mercantil cambiará sensiblemente y la especulación será innecesaria y casi imposible. Entusiasmado con sus cálculos, Vienur llegó a decir que el año dos mil, en estas cosas, será parecido al periodo de la Paz Augusta, de treinta años antes de Jesucristo, cuando el pueblo romano llegó a tener 75 días de asueto al año, que luego fueron ampliados, cuando Roma empezó a declinar, nada menos que a 176, los mismos que tendremos los hombres en el siglo XXI.

Esos diez mil dólares de renta por habitante -sólo cinco mil en los países que todavía no han logrado pleno desarrollo- significan un aumento de tres veces lo que hoy se cobra 'per capita' en los países desarrollados y en periodo de desarrollo, respectivamente, en cifras aproximadas. En ese año dos mil, Japón tendrá unos ingresos iguales a los de los Estados Unidos, si se calcula teniendo en cuenta su crecimiento de un diez por ciento anual. Ahora, cuando el trabajo es más pagado en los Estados Unidos, ya el dinero no es tan importante como antes. Interesa más, es más importante, en qué y en dónde se trabaja. Así, en California sobre todo, los anuncios ofreciendo trabajo añaden: 'Club con diversiones cerca de la oficina'. Aquí, en España, también se ha generalizado ofrecer trabajo diciendo eso de "agradable ambiente de trabajo". Participación en los beneficios, vacaciones en países exóticos, ambiente confortable en la oficina y promesas de mejoras en la calificación profesional son ahora los incentivos para atraer a los ambiciosos, sean técnicos o no, y para elegir, sobre todo, a los que han de constituir el 'staff' o plana mayor de las empresas. Incluso para profesiones de responsabilidad y altamente intelectuales son ahora ya "computerizadas".

Pero hay unas nubes muy oscuras en perspectiva también. Si la capacidad de voluntad, de trabajo y de memoria, así como de inteligencia -las tres potestades del alma humana- se meten en una cinta, y con arreglo a lo que la cinta diga se hace la selección para todos los puestos, el ámbito de libertad del hombre quedará muy limitado. No es fácil meter o dejarse meter toda el alma en los entresijos de una computadora, muy eficiente, si se quiere, pero que tendrá que ser y seguir siendo alimentada por el hombre. Un hombre libre, es decir, en suma, un poeta.


He comprobado dos veces la fecha de publicación. Y no, no se publicó el Día de los Inocentes.

Tinta de Hemeroteca se va a tomar unos días de vacaciones, no sin antes desearles una muy Feliz Navidad y un próspero 2010. Que el año nuevo les traiga mucha salud y trabajo, que lo demás ya llegará.

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