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por Mariano García

Un cura aragonés, en El Palmar de Troya

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Piensen en un lugar lejano o en una institución 'rara'. Si no encuentran allí a un aragonés es porque ya ha estado. También en el Palmar de Troya. A principios de los 70, cuando podían reunirse allí 30.00 o 40.000 personas esperando que se les apareciera la Virgen, un sacerdote aragonés, el padre Luna, lo contemplaba todo con ojos inquisitivos. Acabó escribiendo una obra, que aún puede verse de cuando en cuando en los libreros de viejo, plagada de relatos e imágenes sorprendentes. Basta un dato: en el libro aparece la fotografía de un mechón de cabello, rizado y rubio, perteneciente, eso se dice, al Niño Jesús, el cual entregó la Virgen María a una niña de El Palmar para que se lo cuidara durante unas horas. Al padre Luna lo entrevistaba HERALDO en enero de 1976:

La noticia, difundida por toda la Prensa hace escasos días, le ha impulsado a llegar a nuestra redacción. Se trata del padre Luna. Se trata del Palmar de Troya. Se trata de la ordenación de cinco curas en Sevilla contra la conminación expresa del cardenal Bueno Monreal, según publica la Prensa madrileña. Se trata, sobre todo y en fin:

-De las apariciones de la Santísima Virgen en El Palmar de Troya, que aunque han sido rechazadas por el señor cardenal de Sevilla, son auténticas -así afirma el padre Luis Jesús Luna, que primero por su apellido, y sobre todo por la firmeza que ha venido demostrando en su actitud sobre El Palmar de Troya, nos recuerda, ¿cómo no?, a ese otro prelado aragonés que murió papa contra viento y marea.

Contra viento y marea, el padre Luna defiende sus afirmaciones, en contra de cualquier otro criterio, sea de inferior o superior jerarquía. Su libro, publicado en 1972 con el título 'La Madre de Dios me ha sonreído', ha constituido un verdadero 'best seller' en Francia. Se ha traducido también al holandés y al alemán, con el mismo éxito. No hay turista que no vaya a Sevilla y pregunte por El Palmar de Troya. Ahora, el padre Luna vuelve a insistir:

-Admito, asumo y quiero la responsabilidad de los hechos que se deriven de todas mis declaraciones. Estoy metido hasta el cuello en estos hechos, como sabe todo el mundo, desde que se iniciaron. Llevo setenta y seis meses seguidos, consecutivos, viajando de Zaragoza a Sevilla. Y  mi responsabilidad interior me obliga a manifestar lo que sé.

El padre Luna lo manifiesta en este libro suyo, que recoge suceso por suceso toda "la realidad histórica de unos acontecimientos insólitos", de los que se declara testigo. También añade que primero le resbalaron, después le interesaron y finalmente le convencieron. Por esta decidida actitud, al padre Luna se le ha prohibido de alguna forma volver por Sevilla, a lo cual él contesta: "Es como si yo les prohibo venir a Épila; supongo que no harían ningún caso, ¿verdad? Pues lo mismo".

La primera noticia que tuvo el padre Luna sobre los acontecimientos del Palmar fue una visita de una devota de Marbella, que vino expresamente a comunicárselos y a rogarle que se desplazase. Le hablaron de cuatro niñas videntes de la Virgen, y de otros hechos. Hay que decir que el padre Luna se excusó como pudo, y solamente después de mucha insistencia por parte de diferentes personas, aceptó el trasladarse y observar con sus propios ojos 'in situ' cuanto pudo.

-Allí no me cupo duda que, efectivamente, sucedía algo sobrenatural.

En el citado libre del padre Luna se narran minuciosamente todos los extraordinarios acontecimientos que iban sucediéndose a través de distintas personas, a través del éxtasis en que estas personas, y en presencia del padre Luna y de otros testigos, hablaban con la Virgen.

Cuenta nuestro interlocutor cómo eran personas sencillas, laboriosas, sin estrambóticas pretensiones. En fin, cómo le convencieron a él, por la sencillez y la intensidad de su fe... Pero el P. Luna también hace referencia a Clemente Domínguez, que como se sabe es uno de los cinco ordenados sacerdotes por el ex arzobispo de Hue, Pedro Cao. Y, según parece, este señor Clemente Domínguez es el jefe de este grupo que ha sido calificado de cismático dentro de la Iglesia de Sevilla.

El P. Luna, también en este punto, muestra la reciedumbre de su carácter y sus afirmaciones, declarando su total incredulidad en las palabras y actitudes de Clemente Domínguez. Y con indudable gracejo escribe

en su libro que, ante este caso, estuvo desorientado y después se vio obligado a derrochar caridad y a pedir luz al cielo para ver claro. Ahora el P. Luna, después del transcurso de varios años, no tiene ninguna duda al respecto.

El, como escribió con toda claridad en su libro, sigue pensando y afirmando a quien quiera escucharle: "Que Dios no puede querer misas en El Lentisco mientras el señor cardenal no las quiera". Y que: "Los mensajes de Clemente son mensajes de Clemente y nada más. Ni del cielo ni del demonio: de Clemente, que es un buen chico, pero está tremendamente equivocado".

Es asombroso que después de casi tres años y medio de la publicación de este documento del P. Luna la situación sea prácticamente la misma en El Palmar de Troya, en Sevilla, donde cada mes el P. Luna sigue yendo fielmente.

Es asombroso que las mismas palabras publicadas entonces por nuestro  interlocutor sigan siendo válidas, en su propio concepto y con mayor fuerza en estos momentos. El P. Luna se manifestaba así:  "El autor de este libro no pretende ni mucho menos poseer la verdad en exclusiva. Confía haber desbrozado un tanto el camino a psiquiatras y parasicólogos. Gracias a su trabajo podrán estudiarse mejor las causas de unos acontecimientos que considera sobrenaturales y de otros que le parecen simplemente patológicos.

Y para refuerzo de todas estas afirmaciones, aquí está en nuestra presencia el P. Luna, repitiendo cuanto entonces afirmó. En todos los sentidos. Y añadiendo: "Yo por todo esto y su veracidad, me dejaría cortar en pedacicos."


Extraña postura la del sacerdote aragonés. Aceptando la mayor (se dejaría cortar "en pedacicos" por la veracidad de los sucesos sobrenaturales) admitía sin fisuras que había que acatar la jerarquía de la Iglesia oficial y aseguraba que Clemente se equivocaba. En fin...

En cualquier caso, quizá lo mejor de la entrevista sea la foto. El pie decía únicamente: "El P. Luna, uno de los protagonistas importantes de El Palmar de Troya". Intuyo que será el de la izquierda, porque el de la derecha parece sostener un micrófono radiofónico en la mano. Pero qué más da. Ante la imagen de la señora en éxtasis cualquier otra empequeñece.

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