Blog - Tinta de Hemeroteca

por Mariano García

El abogado que se construyó un órgano en casa

organo-copia
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Hoy vuelvo a pedir la colaboración de los lectores. En julio de 1962 Eliseo Bayo publicaba un reportaje en el que daba cuenta de que un abogado aragonés, Juan Antonio Lasierra, acababa de construirse un órgano de 243 tubos en una habitación de su casa.Ya es pasión por la música. Leámoslo:


"Todo lo que sé me ha costado un esfuerzo enorme. Me gusta aprender las cosas difíciles y enfrentarme con los problemas para resolverlos".

Fueron las primeras palabras de don Juan Antonio Lasierra, mientras me acompañaba a la habitación donde ha construido un magnífico órgano. Con este lema no cabe extrañarse cuando se contempla

el magnífico cuerpo del instrumento musical. Tiene las mismas calidades que el que se halla en la Basílica del Pilar, pero sólo mide 2,40 metros de altura, 2 metros de anchura y 1,20 metros de fondo, incluyendo el teclado y el banco. Una maravilla auténtica que ha ido surgiendo en el despacho del abogado, día tras día a lo largo de un año.

En una habitación contigua está el taller; rollos de alambre, martillos, fundidores de plomo, aparatos comprobadores, planos y dibujos en el suelo. Don Juan Antonio Lasierra es fundamentalmente hogareño y de esta condición suya ha surgido la obra. Por tradición familiar es amante de la música y empezó a tocar piano hasta que se convenció de que en esta técnica no existen términos medios. El órgano se prestaba más para lograr su propia interpretación de Bach, su músico preferido.

Pero no se le había ocurrido nunca pensar que se pudiera tener un órgano en el propio domicilio, hasta que un alemán (precisamente el encargado de afinar el órgano del Pilar) le sugirió la idea de que podía hacerlo. Incluso se brindó para traerle de Alemania las piezas necesarias. Don Juan Antonio Lasierra, que por entonces tenía nociones fundamentales de electrónica, se armó de paciencia y se puso a leer libros técnicos en alemán. Hizo dibujos y planos y, por fin, todo quedó dispuesto para emprender la ejecución de la obra. Los primeros pasos fueron difíciles y los problemas surgían en cada momento; hubo necesidad de idear soluciones no dadas por los libros y de hacer uso de la propia intuición. Cada pieza del órgano que hoy se halla terminado tiene su pequeña historia, y suman miles.

El esqueleto de madera, donde se fueron adaptando los electroimanes, los tubos y demás instalaciones, fue construido por el carpintero don Gregorio Asensio.

-¿Cuáles son los juegos fundamentales?

-El oboe, el bordón con chimenea y el principal suave.

-¿Qué es para usted lo más difícil en la interpretación al órgano?

-La sincronización de pies a manos es difícil, pero luego, si se tiene la paciencia de hacerlo sin mirar, se van los pies solos.

-¿Cómo funciona el órgano?

-Con un rectificador de selenio. La corriente entra en industrial, se transforma a una potencia de 14 voltios y luego pasa a corriente continua para los electroimanes, con el fin de que las chispas no se coman las agujas al contacto con las teclas.

-¿De quién son los teclados?

-De Pedro Mestre, de Barcelona, un nombre en la música.

-¿Cuántos tubos y electroimanes tiene?

-Tubos 243, y electroimanes la misma cantidad, más los que van a los registros. Éstos son 27. Tuve que emplear cuatro kilómetros de cables, clasificados por colores para encontrar mejor las averías.

-¿Le ha resultado muy caro?

-Estos instrumentos son tremendamente caros, pero a mi me ha resultado barato porque he puesto yo la mano de obra.

-¿Una evasión del trabajo profesional?

-Sí. Fuera de mi ocupación normal necesito entretenerme en algún trabajo manual.

-¿No molestará el órgano a los vecinos?

-De ninguna manera. Se ha acondicionado para que se oiga únicamente en la habitación donde está instalado. El sonido de viento se aplasta, mediante unos dispositivos y, desde luego, no atraviesa las paredes como el de los instrumentos de percusión.

El órgano está colocado al fondo de una habitación. Una biblioteca cubre las paredes restantes y en los huecos que quedan libres aparecen varios instrumentos musicales. Allí está el violoncello, con una cuerda saltada, presidiendo como un símbolo la habitación íntima del abogado.


Lo de que un órgano de 240 tubos no se oye en el piso de al lado... en fin, tendría que comprobarlo con mis propios oídos, más ahora, que las paredes son de papel. Pero lo que más me intriga es qué suerte ha corrido esa pequeña joya musical. ¿Existe todavía? Cuarenta y siete no son demasiados años. Seguro que algún lector ofrece pistas para dar con Juan Antonio Lasierra y saber el destino del órgano.

Por cierto, que hay varios aragoneses con colecciones increíbles de instrumentos musicales. Y algunos con algún instrumento curioso o valioso, incluso (dicen) stradivarius. ¿Nos lo cuentas?


Y mañana...

El inventor de la máquina que fotografiaba el pasado

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