La pasada semana, presentamos el terreno en el que vamos a crear nuestro propio huerto. Se trata de un campo en el término de Monzalbarba, junto a la ribera del Ebro, que goza de buena humedad y calor, pero que está invadido por grama y cañas. Antes de sembrar semillas o colocar los plantones, es importante dejar la tierra en buen estado. Primero, quitando las malas hierbas y las raíces de las plantas invasivas. Los hortelanos que dispongan de un tractor, lo tienen fácil si aran todo el campo y levantan las raíces, pero normalmente el tractor es un lujo que pocos se pueden permitir. Así pues, habrá que agarrar la hazada y trabajar la tierra de manera tradicional.

Con la azada, no solo se limpia el terreno, sino que también se airea la tierra y se aporta oxígeno a capas más profundas, que atrapará la estructura del suelo y servirá para que las raíces puedan respirar y crecer sanas. Además, si se entierran las hierbas en lugar de retirarlas, se aporta materia orgánica que mejorará a su vez la estructura. Tras retirar las raíces y maleza, lo mejor es pasar una mula mecánica para batir la tierra y dejarla esponjosa y aireada.

Este momento es el mejor para mejorar la calidad del suelo. Lo más indicado es analizar previamente el suelo en el que se va a trabajar para saber cuáles son sus características y corregir sus irregularidades. Basta con tomar un puñado de tierra y acudir al Laboratorio Agroambiental del Gobierno de Aragón, en Montañana. El informe apenas cuesta 30 euros y en él se indica la acidez del suelo y su composición arcillosa o arenosa. Si el terreno resulta excesivamente arcilloso, corre peligro de encharcarse en el subsuelo, lo que terminaría por asfixiar las raíces. Se corregirá aplicando arena y materia orgánica y mezclando. Si es excesivamente arenoso, el agua se filtrará y no empapará. Aplicando materia orgánica se solucionará el problema