jefa de Información municipal de Zaragoza en HERALDO DE ARAGÓN

Tocado, pero no hundido

Sánchez y Feijóo durante la sesión de control al Gobierno en el Congreso
Sánchez y Feijóo durante la sesión de control al Gobierno en el Congreso
Efe

Una enorme burbuja envuelve el Congreso e impide a los diputados ver lo que sucede fuera. El presidente del Gobierno y el líder de la oposición escenifican en cada sesión de control el mismo guion, el de la gresca y la confrontación, el que vuela cualquier puente de entendimiento y aboca la XV legislatura a un todo o nada, al bloqueo político (presupuestos de 2024 incluidos) o a una rendición absoluta a lo que pida el prófugo Puigdemont.

El sanchismo sale de las elecciones gallegas muy tocado, pero no hundido. Derrotas peores ha sufrido el resiliente Pedro Sánchez, que acostumbra a resurgir de sus cenizas, cual ave fénix, para emprender un vuelo a no se sabe bien dónde ni para qué ni por cuánto tiempo.

Saborea Núñez Feijóo los días de vino y rosas. La cerrada ovación con la que recibieron los suyos en la Cámara servirá para desactivar, al menos de momento, el runrún que le acompaña ante el más mínimo traspiés alentado por quienes, agazapados, le van a seguir esperando. Es tiempo ganado por el líder popular gracias, cómo no, a Galicia, el feudo donde el PP recobra su fuerza, donde encadena cinco mayorías absolutas y cierra la puerta, una vez más, a Vox.

La debacle socialista gallega no implica un fin anticipado de la legislatura, pero tampoco se debe tomar como una anécdota nimia. Constata la fuga de votos, en parte alimentada por el cambio de discurso sobre la posible ley de amnistía, y la ruptura de la dividida izquierda que deja al Sumar de la ministra Yolanda Díaz, gallega, fuera. Sube como la espuma el BNG, que en campaña es más progresista y feminista que independentista y ahora que se ha votado, ya se verá.

A pesar del contexto hostil que le rodea, Sánchez sigue convencido de que completará la legislatura. Tendrá que sortear, para lograrlo, los obstáculos que siembran sus enemigos y los presuntos amigos que acostumbran a moverle la silla. Impulsar en el Parlament una iniciativa para declarar la independencia de Cataluña en plena negociación de la amnistía es tensar al máximo una cuerda que, cuando se rompa, dejará al Gobierno solo y sin alternativas. 

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