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Los peajes del Gobierno de Sánchez

Pedro Sánchez y Francina Armengol.
Pedro Sánchez y Francina Armengol.
Agencia EFE

Mal empieza una legislatura en la que la presidenta del Congreso, Francina Armengol, cambia su papel moderador por una arenga de partido que suscita el merecido reproche de la mitad de la Cámara. No propicia el diálogo comenzar el mandato silenciando a la España constitucional al cambiar una ley de amnistía por un puñado de votos. Aun siendo verdad que en una monarquía parlamentaria no gobierna el que gana las elecciones sino quien obtiene más apoyos, es difícil justificar que se crucen líneas rojas por el "interés de España" y "en defensa de la concordia" cuando lo que se siembra es discordia.

Defiende el Rey Felipe VI una España "sólida y unida, sin división ni enfrentamientos", y desea "aciertos" a una clase política que recuerda, solo a veces, que los ciudadanos les eligen para solucionar sus problemas, no para crear más y agravarlos.

Será la XV legislatura una de las más crispadas e inestables. Ni siquiera hay unidad en el seno del Gobierno. La alargada sombra de Podemos dividirá más que sumará, y los independentistas, necesitados de medallas que exhibir en las elecciones catalanas y vascas, recordarán a Pedro Sánchez que una cosa es gobernar y otra los peajes a pagar para conservarlo.

Mientras las trifulcas empañan el inicio de la legislatura, la sociedad espera respuestas. A la violencia machista, con 53 viles asesinatos; a las bajas rentas, con salarios congelados y una cesta de la compra que sigue disparada; y a los jóvenes, que repudian a una clase política que piensa más en el presente propio que en el futuro ajeno. 

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