La vida en tiempos de pandemia: Librerías con clientes muy generosos

En el inicio de la fase 0 de desescalada hacia la ‘nueva normalidad’, Gervasio Sánchez se adentra en una de sus librerías favoritas, en su primer día de puertas abiertas con cita previa. Las sensaciones de los compradores son muy variadas.

Paco Goyanes y Ana Cañellas, dueños de Cálamo, saludan a Dolores, primera clienta.
Paco Goyanes y Ana Cañellas, dueños de Cálamo, saludan a Dolores, primera clienta.
Gervasio Sánchez

'Un lugar llamado Antaño'. 'El olor del bosque'. 'Lo que fue presente'. 'Noche y océano'. 'Testamento de juventud'. 'Cuando los gigantes caminaban sobre la tierra'. Son los títulos de algunos de los libros que encargué el lunes por correo electrónico y que recojo en Cálamo, una de mis librerías preferidas, en su primer día de puertas abiertas con cita previa.

Paco Goyanes, de 61 años y uno de los dueños, ha bloqueado con una mesa la entrada para que nadie se cuele porque la apertura oficial, con restricciones de clientes, será el lunes 11 de mayo. Durante lo que resta de semana los pedidos podrán ser recogidos por las personas citadas cada 15 minutos.

"Lanzamos una campaña de apoyo con una cantidad fija mensual y la respuesta de los ciudadanos fue espectacular", explica emocionado el librero mientras prepara los pedidos de sus primeros veinte compradores. Han abierto nuevas cuentas centenares de personas desde lugares tan remotos como la Amazonía colombiana, Estados Unidos, Suiza, Vigo o Murcia, en muchos casos personas vinculadas con la ciudad o la propia libreria.

Tanto Paco como su socia y pareja Ana Cañellas, de 59 años, han tenido que pedir un crédito ICO (Instituto de Crédito Oficial) para garantizar la supervivencia y la solvencia de la librería después de casi dos meses sin ingresos. "Estamos muy contentos porque el dueño del local de nuestra sección infantil nos han condonado dos meses de alquiler por propia iniciativa", subraya Ana.

Los dueños de Cálamo, con más de 36 años de experiencia, ya han comprado caretas de plástico para sus trabajadores, guantes desechables y gel hidroalcohólico y tienen previsto marcar el suelo con flechas de entrada y salida y rayas de distancia entre los clientes para cumplir con los protocolos de seguridad.

Paco Goyanes saluda a dos clientes.
Paco Goyanes saluda a dos clientes.
Gervasio Sánchez

La primera clienta, "de toda la vida", es Dolores, de 68 años, llega a las diez en punto con un carrito de la compra para llevarse la carga con comodidad a casa y es recibida por Ana: "Vamos a tener que sonreír con los ojos por culpa de las mascarillas".

Amiga de Paco de "rollos políticos y similares en los años 70", ha encargado ocho libros y, además, se va a llevar otros tres recomendados por los libreros. "Ellos me ayudan a elegir lo que compro y también el boca a boca entre los amigos", cuenta esta mujer, que reivindica el libro en papel aunque no le importa leer electrónicamente cuando viaja o "en estos tiempos en lo que tanto cuesta concentrarte".

Decía Cicerón que "un hogar sin libros es como un cuerpo sin alma" y Jorge Luis Borges siempre imaginó "el paraíso como una especie de biblioteca". Balzac confiaba en los libros porque "la lectura nos trae amigos desconocidos" y Ramón Gómez de la Serna consideraba que "el libro es un pájaro con más de cien alas para volar".

Miguel, de 60 años, es profesor universitario de Arqueología en la Universidad Pública de Cantabria y es cliente "desde que la abrieron porque coincidí con Paco en la Facultad de Filosofía y Letras y nos hicimos amigos". Tienen una cuenta conjunta que toda la familia usa y que él recarga pacientemente cuando se queda sin saldo. Se va a llevar 'Las mentiras de la ciencia', de Federico Di Trocchio, porque le gusta recomendarles a sus alumnos libros científicos para evitar que "les cuelen cosas que no son verdad".

Gemma, una funcionaria de 42 años que es fiel a la librería desde que estudiaba derecho en la universidad, asegura que lee todo lo que compra, unos 70 libros al año. "Me he leído en la cuarentena los doce libros que me quedaban", explica mientras recibe otros dos de las autoras chilenas Nona Fernández y Alia Trabucco.

Su libro favorito durante la cuarentena ha sido 'Nuestra parte de la noche', de Mariana Enríquez, el último Premio Herralde. Esta entusiasta lectora participa en dos talleres de lectura y confiesa que el 80% de libros que lee son de mujeres.

Otro gran lugar de culto literario zaragozano es Antígona, librería nacida hace casi 32 años junto al campus universitario. Sus dueños son Pepe Fernández, de 62 años con una memoria prodigiosa, y Julia Millán, de 55 años, a la que le encanta dos escritores que a mí me pirran como Fernando del Paso y José Lezama Lima, tal como confesaba a Raquel Blanco de la revista Jot Down.

El sábado 14 de marzo cerraron al mediodía y no abrirán hasta el 11 de mayo, dos meses después. El dueño del amplio local alquilado, decorado por montañas de libros de humanidades (su especialización), pero también de Narrativa, Poesía, Historia, Fotografía, les ha exonerado del gasto de dos meses y han tenido que negociar un aplazamiento de pagos a proveedores hasta después del verano.

"Aguantamos porque comemos libros", dice Julia y se alegra de que la campaña navideña fuese tan buena. Los gastos fijos del mes, incluidos los distintos seguros, se acercan a los 3.000 euros mensuales. "Lo duro es lo que viene. Se nos ha caído el 7º Congreso internacional de Mindfulness (Conciencia plena) que iba a convocar a unas 600 personas a principio de junio y en el que participábamos como librería oficial y es difícil predecir cuándo vamos a poder organizar nuevas presentaciones de libros o lecturas poéticas, señas de nuestra identidad", comenta Pepe.

Paco Goyanes ordena una estantería
Paco Goyanes ordena una estantería
Gervasio Sánchez

Los buenos clientes de Antígona pasan mucho tiempo en la librería mirando estantes, haciendo consultas y "al final se llevan uno o veinte libros". En la situación actual "vamos a tener que restringir el tiempo a personas que nunca compran por impulso". Antígona también ha abierto cuentas permanentes y "la solidaridad de los clientes nos va a permitir salvar el mes de mayo y cruzar el verano", tal como dice Julia.

Algo que los tiene muy preocupados "es la caída de la venta general porque mucha gente se va a quedar sin trabajo y otras personas van a priorizar en otros gastos". Además "tendremos que ser muy cuidadosos en la elección de libros que generen una venta fácil y eso perjudicará la rotación de otros menos vendibles", resume Pepe.

Tienen claro que "no vamos a hacer presentaciones virtuales porque los ciudadanos están hartos de comunicarse con pantallas para trabajar o saludar a la familia y porque nos gusta el contacto entre los autores y los lectores".

El 23 de julio, un día inapropiado para la climatología zaragozana, se celebrará el día del Libro que se tuvo que suspender el 23 de abril "aunque nosotros abriremos la librería, pero no creemos que nos instalemos en una caseta".

Tampoco son muy buenas las fechas (del 30 de octubre al 8 de noviembre) que se plantean para la Feria del Libro suspendida en primavera porque "noviembre suele ser un mes malo de venta". Posiblemente no cerrarán en todo agosto aunque "sólo abrirán por las mañanas". Julia, mujer enérgica como pocas, resume el estado de ánimo: "Nos tememos que vamos a vivir una gran travesía por el desierto".

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