edificios con historia

Los cimientos del gigante azul

El Hogar Pignatelli, en Zaragoza, se quedó pequeño para alojar la docencia de los oficios que se impartían. Por ese motivo se construyó unos talleres, que son los cimientos del actual Museo Pablo Serrano.

El Hogar Pignatelli, en Zaragoza, se quedó pequeño para alojar la docencia de los oficios que se impartían. Por ese motivo se construyó unos talleres, que son los cimientos del actual Museo Pablo Serrano

En el número 20 del paseo de María Agustín de la capital aragonesa se encuentra el IAACC Pablo Serrano. Se trata de un lugar que atesora la vida y legado del escultor de Crivillén (Teruel) que lleva su nombre. Es un edificio que no siempre ha sido tan azul, tampoco ha sido tan alto desde que se construyó, ni su función desde los inicios ha sido acoger exposiciones. El germen de este museo son los talleres del Hogar Pignatelli.

La necesidad de sustituir los antiguos del siglo XVIII era algo inminente en 1907, ya que había que acomodarlos a los nuevos tiempos. “A comienzos de la centuria se vio la necesidad de ampliar y modernizar las instalaciones y se construyeron unas naves dentro del recinto de la Casa de Misericordia, pero al margen del inmueble principal”, se puede leer en ‘Historia y Vida del Hogar Pignatelli’, un libro de Jesús Martínez Verón, Jorge Gay y Antonio Navarro que rememora los años de la casa.

El resultado fueron tres grandes naves unidas por una cuarta destinada a oficinas y almacenes. Según se extrae de su informe histórico artístico, cada una de las naves estaba destinada a un gremio: herrería, hojalatería y carpintería. Además del pabellón de la música. Todo ello indicado con una modernista tipografía sobre las puertas.

Precisamente, tal y como apunta el Instituto Aragonés de Arte y Cultura Contemporáneos (IAACC), en esas aulas y sobre esos bancos el abuelo del mismo Pablo Serrano ejerció como maestro de carpintería. Las docencias que allí se impartían eran el trampolín de los internos del Hogar Pignatelli hacia la profesionalidad.

El IAACC Pablo Serrano defiende que estos talleres fueron un “elemento esencial” de la vida de la institución desde el siglo XVIII, “como medio de recaudar fondos para la Casa, hasta su función como centro de formación profesional para alumnos”. Si se revisan fotografías antiguas se pueden descubrir en el interior de estos espacios grandes artilugios, con poleas y ruletas. También máquinas de coser o bancos repletos de herramientas.

El edificio es una muestra de la arquitectura industrial aragonesa de principios del siglo XX, considerado de un estilo eclecticista con referencias locales. Fue trazado por el arquitecto Julio Bravo y por el ingeniero Antonio Lasierra, como se puede leer en su ficha municipal. Se califica de “ambicioso”, de ahí que por razones económicas no se pudo materializar en un principio. “Bravo en 1915 preparó un segundo reducido, y en 1916 un tercero, que es el que se ejecutó”, se añade en las mismas fuentes del Ayuntamiento de Zaragoza.

Los tejados de las tres naves formaban una sierra. Eran a una única vertiente, hecho que permitía un mayor aprovechamiento de la luz natural que provenía del norte. En la actualidad esa característica apenas se puede apreciar. En cambio, lo que se puede observar si se pasea por alguno de los laterales del conjunto son las dos plantas que lo conformaban. “La planta baja se abre al exterior mediante vanos dobles en arco de medio punto rebajado que apean sobre un basamento continuo que recorre toda la fachada. La segunda planta abre vanos pareados adintelados”, describe el museo. Una peculiaridad que también se mantiene en la actualidad es el envoltorio de ladrillo cara vista.

Al otro lado de la pared, dentro, conforme pasaban los años se amplió el abanico de docencia, con horario de mañana y tarde. A los que ya había se sumaron actividades como jardinería, panadería, electricidad, imprenta, zapatería, fontanería, peluquería o cocina, entre otros. Finalmente su actividad cesó.

En un documento del museo se referencia que la vida de estos talleres corrió peligro: “Un proyecto de 1946 pretendía derribar el antiguo edificio y levantar dos nuevos, uno para albergar la Institución Fernando el Católico y otro destinado a talleres”. Finalmente no se ejecutó, pero las naves quedaron en el olvido. “Fueron adquiridas en los años ochenta por la entonces Fundación Museo Pablo Serrano, gracias a la cesión gratuita de la institución propietaria, la Diputación de Zaragoza”, afirma el Ayuntamiento.

No se derribaron, sino que el espacio se adaptó a nuevos tiempos y usos. Los edificios de los talleres se cruzaron con el deseo del artista Pablo Serrano de tener una exposición permanente con su obra. Un sueño que se hizo realidad hace 25 años, en la primavera de 1994, cuando se inauguró el museo. Las constantes reformas previas y la gran ampliación de 2011 hicieron que los talleres ‘dieran el estirón’ y terminaran siendo un gigante azul.

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