Listas

Hacemos muchas listas de todo tipo, pero no deberíamos hacer listas negras.

José Mari, de Casa Emilio, estará siempre en la lista de camareros inolvidables.
José Mari, de Casa Emilio, estará siempre en la lista de camareros inolvidables.
Guillermo Mestre

Nosotros hacemos la lista de la compra y la revista Forbes, cada año, hace su lista de los más ricos del planeta. Pronto sacarán del Valle de los Caídos al general Franco, eso espero, porque estaba en la lista de objetivos de Pedro Sánchez y debe pasar a su palmarés, aunque en el palmarés de los equipos de fútbol siga estando la Copa del Generalísimo. Quienes preparan demasiadas listas son las chicas y chicos de Podemos, y alguno quizá se tendrá que comer la suya, pero deseo que no lo haga como ese concejal que se comió un recibo de papel en una escena que me recordó a Fernando Esteso.

Se puede o no preparar una lista de lugares que nos gustan, pero es indispensable hacer la de las personas en las que uno puede confiar. No me interesan las listas del comisario Villarejo y coloco, frente a ellas, mi lista de camareros inolvidables. ¿Y por qué los camareros? Muy fácil. Porque algunos, detrás de la barra o en un restaurante, observan lo que nosotros no vemos y son una pieza en el mecano de nuestra felicidad. Pienso ahora en uno de esos camareros, que ha muerto hace pocos días, José Mari, de Casa Emilio, imborrable en mi recuerdo, al que cuando le pedía de postre «un flan, pero sin nata», subrayaba así mi petición: «¡Marchando un flan Sinatra!». Hay que hacer listas. Permiten que nos conozcamos mejor. Pero nada de listas negras, que son como fregonas sucias sobre el alma. Y cuando hablo de camareros inolvidables hay uno, el del flan Sinatra, que no saldrá nunca de mi lista.

Fernando Sanmartín es escritor