Davíd Ramírez: "No hay niños malos, solo repiten comportamientos erróneos"

Profesor de Psicología e investigador en la Universidad de Navarra, Ramírez dio una charla en Zaragoza titulada ‘Bullying, ¿un problema de niños?’

El psicólogo David Ramírez, en el hotel Palafox durante su reciente visita a Zaragoza.
Davíd Ramírez: "No hay niños malos, solo repiten comportamientos erróneos"
Toni Galán

Su conferencia se titula ‘Bullying, ¿un problema de niños?’. ¿Por qué los interrogantes?

Tendemos a pensar que a veces el acoso escolar es cosa de niños, bromas que se gastan entre ellos, sin pararnos a pensar en las consecuencias que esas bromas, esos motes o esa forma de interactuar unos con otros en el ámbito escolar pueden llegar a tener en la vida de los niños que las sufren.

¿De qué edades hablamos?

La edad media de inicio está registrada en torno a los ocho o nueve años, mientras que a los 11,9 años es cuando más ‘bullying’ se registra en los centros escolares.

¿Con qué dos o tres actitudes de un hijo deberían empezar a preocuparse los padres que sospechan de ‘bullying’?

Por un lado están los síntomas de la víctima y por el otro los del agresor. Y nos interesan tanto unos como otros. Por parte de la víctima: aislamiento social, temor a ir a la escuela, miedo a subirse al autobús escolar, no querer salir de su habitación, mantener mucha más conversación con gente adulta que con sus iguales… Luego, hay otros síntomas como los trastornos psicosomáticos, como dolores de estómago, cefaleas o ansiedad. En cuanto a los agresores, las características que más destacan son un comportamiento agresivo en las relaciones dentro de la propia familia o con sus iguales, querer buscar ante todo salirse con la suya, y por otro lado un modo de comunicación con la familia bastante escaso; normalmente son niños que ya han presenciado conductas violentas en casa.

Gran parte de los casos no llegan a trascender. ¿De qué porcentaje podemos hablar?

En todos los casos de violencia contra indefensos, contra quien no tiene recursos para defenderse, se da esta situación. Por otro lado, muchas veces desde los centros no quieren dar los datos reales de acoso escolar porque suponen un desprestigio para la marca. Y también existe una dificultad por parte de los padres, que a veces tienen miedo de que se siga estigmatizando al crío.

¿Sobre quién hay que poner mayor empeño para evitar que se produzca el acoso? ¿Sobre el agresor o la víctima?

Sobre los dos por igual. La víctima debe sentir el respaldo de sus compañeros, de sus padres y del centro. Pero si no intervenimos en la situación del agresor no resolvemos el problema, mañana pasará lo mismo con otro menor. No hay niños malos, solo repiten comportamientos erróneos.

¿Qué pueden hacer los centros escolares por evitarlo?

Se están diseñando estrategias de prevención y de intervención conjunta, tanto en públicos como en privados o concertados. Pero no son suficientes. Y no porque no estén bien diseñadas, sino porque la realidad es que en un centro escolar muchas veces tanto el orientador como el psicólogo están desbordados. Ahora se están empezando a dar charlas, cada vez a edades más tempranas. Pero queda mucho por hacer.

El patio es un lugar crítico.

Antes se organizaba de forma que primero iban los pequeños, luego los medianos y después los mayores; ahora se trata de integrar mucho más para fomentar que los de mayor edad puedan actuar como defensores de los niños. Se están creando equipos de niños que puedan detectar cuando se da ese acoso y para mediar entre el agresor y la víctima. Son técnicas que pueden dar muchos resultados.

Las redes sociales han acabado de complicar el panorama.

Antes, el acoso se daba en el aula y, como mucho, en el recreo; es decir, que duraba una media de cinco a siete horas. Pero ahora el ‘bullying’ tiene la desgraciada capacidad de durar 24 horas al día por medio de grupos de Whatsapp, con fotos y vídeos, etc.

¿Hasta dónde tiene que llegar aquí el control a los hijos?

Hay que establecer unos límites claros, desde la autoridad y el cariño. Esto da muchos frutos y, a la postre, se observa en el rendimiento académico de los niños.

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