Tercer Milenio

En colaboración con ITA

En busca del melón que se perdió

Dos vecinos de Torres de Berrellén han conseguido involucrar a investigadores y agricultores en la recuperación de la variedad exacta del melón que se cultivó en la zona hasta los años 60.

Foto histórica de una vecina con un melón de Torres de Berrellén y los dos vecinos que han impulsado ahora su recuperación.
Foto histórica de una vecina con un melón de Torres de Berrellén y los dos vecinos que han impulsado ahora su recuperación.

José Lahoz tiene 87 años y todavía se acuerda a la perfección del sabor del fruto que durante décadas dio de comer a una amplia mayoría de las familias de Torres de Berrellén. “Aquello era algo especial”, asegura este octogenario. El olor, la textura, el dulzor… Este aragonés se dedicó durante una década al cultivo y la venta de los melones de su tierra. Tal y como hacía, según narra, casi todo el pueblo. “Los melones de toda la zona tenían muchísima fama y los carros iban y venían constantemente para llevarlos a vender a la ribera”, recuerda.

Sin embargo, la tradición se perdió. Los melones dejaron de cultivarse en Torres de Berrellén hacia finales de los 60 y para cuando José volvió de trabajar varios años en Francia, la práctica estaba en declive y él entró, como tantos otros de su época, en una fábrica como peón. Las generaciones posteriores se criaron oyendo hablar a sus mayores de las virtudes de aquellos frutos, pero nunca han visto ni probado un auténtico melón de Torres de Berrellén.

Ahora, casi 50 años después, parece que podrán hacerlo pronto gracias a la iniciativa de dos vecinos, a la ayuda de la ciencia y al respaldo de las instituciones. Chuma Sahún (el nieto de José) y Jesús Causapé se han propuesto recuperar el auténtico melón de Torres de Berrellén, la variedad exacta que cultivaban sus vecinos y cuyas propiedades tanto alaban todavía quienes llegaron a probarlo.

Con el apoyo del ingeniero Carmelo Andrés, se pusieron manos a la obra y lograron la colaboración del Centro de Investigación y Tecnología Agroalimentaria de Aragón (CITA) y que se involucrasen también el Centro de Transferencia Agroalimentaria (CTA) y el Instituto Geológico y Minero de España (IGME).

A por la perfección

Lo primero fue tratar de localizar a un agricultor de aquella época que todavía conservase alguna semilla. “No fue nada fácil”, confiesa Sahún. Al final tuvieron suerte y apareció un octogenario que nunca había dejado de cultivar aquellos melones en su huerto. Aunque, como era de esperar, las semillas no eran “puras” y después de tantas generaciones de cultivos se habían hibridado con otras variedades de melón.

“El año pasado se repartieron esas entre 30 agricultores, se plantaron en diferentes tipos de suelo y fueron sometidas a distintos criterios de riego para evaluar en qué medida esos factores afectan a la calidad del fruto”, explica Sahún. Esas primeras semillas dieron fruto en agosto del año pasado y entonces llegó el momento de seleccionar los melones que más tenían en común con el “auténtico” melón Tendral de Torres de Berrellén.

“Se descartaron los que habían salido hibridados y se seleccionaron los mejores. De esos se obtuvieron las semillas y a lo largo de este año se han multiplicado en el CITA. Ahora acabamos de repartir unas 200 plantas entre más agricultores, pero esta vez se trata de unas semillas más depuradas y de primera clase”, expone este vecino de Torres involucrado en la búsqueda del melón perfecto.

La semana pasada se procedió a su plantación y para agosto, tras la cosecha, se volverán a filtrar los frutos para ir depurándolos y conseguir un melón que de verdad sea como el original. El CITA se encarga de los ensayos y la mejora del material vegetal -obtención de semilla, parcelas de ensaño, caracterización en laboratorio y selección- mientras que el CTA trabaja en la selección de los descriptores de aquellos atributos sensoriales que mejor definen al melón y, en contreto, al melón de Torres de Berrellén. Los resultados de ambos organismos servirán para establecer posibles relaciones entre los parámetros sensoriales y los físico-químicos que puedan aplicarse en análisis posteriores.

Los dos vecinos impulsores de la iniciativa se muestran “ilusionados” y esperan que, una vez depurada la variedad, se pueda potenciar su cultivo y continuidad y, con el tiempo, favorecer su comercialización como producto de calidad diferenciada. Confiesan, incluso, que ya se han interesado algunas grandes distribuidoras, aunque reconocen que todavía habrá que esperar alguna temporada más hasta dar con el fruto adecuado.

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