Los ingenieros del combustible limpio del futuro trabajan en Aragón

El Instituto de Carboquímica del CSIC ha logrado (de momento) sobrevivir a la crisis y la falta de personal con investigaciones de primer nivel sobre el hidrógeno, el grafeno o las energías sostenibles del futuro

Edgar Muñoz y María Jesús Lázaro, en una de las plantas de este instituto del CSIC.
Los ingenieros del combustible limpio del futuro trabajan en Aragón
Aránzazu Navarro

¿Se pueden hacer combustibles no contaminantes? ¿Y producir hidrógeno limpio para alimentar a los coches o las fábricas del futuro? Incluso, ¿sería posible aprovechar todo el excedente de energía eólica en Aragón para, a su vez, trabajar con el codiciado hidrógeno? Un puñado de mentes brillantes trabajan para conseguirlo, a diario, en uno de los institutos del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) en Aragón: el Instituto de Carboquímica. 


Los científicos de este centro han logrado convertirse en una referencia internacional en la generación de energía sostenible desde el Campus Río Ebro, así como para empresas internacionales como Shell, BP o Petrobras. Y eso, teniendo en cuenta que saben tanto de los nuevos retos del planeta como del encaje de bolillos que hay que hacer para mantener el nivel de sus investigaciones (gracias a ellas logran unos ingresos de entre 1,5 y 2 millones de euros anuales) a pesar de los recortes en investigación. 


Algunas de sus principales líneas actualmente pasan por la producción de hidrógeno y electricidad a partir de combustibles fósiles -como el gas natural y el carbón- logrando que no haya emisión de CO2 (sin producirlo, a través de sistemas de descomposición catalítica) o capturándolo, mediante un proceso muy novedoso, con transportadores de oxígeno. Como no podía ser de otra forma, estudian cómo reducir la emisión de contaminantes que estos procesos conllevan para la atmósfera.


También llevan tiempo trabajando para producir y combinar el grafeno (el protagonista del Nobel de Física en 2010) y desarrollan materiales avanzados de base carbono, que es uno de los elementos más presentes en la naturaleza y que tiene la capacidad de combinarse para dar con materiales resistentes, duros o muy flexibles, por ejemplo. Con ello, desarrollan baterías de litio o pilas de combustible que pueden usarse en automoción, los teléfonos móviles o en los ordenadores. 


Otros proyectos tratan de encontrar la mejor opción para sustituir los materiales actuales de los paneles solares por sistemas más flexibles, que sean más rentables y, además, más sostenibles. "Ahora en muchos de ellos se usa, por ejemplo, el indio; que no solo es muy escaso, sino que suele estar en zonas de conflicto, lo que lo encarece cada vez más", explica el vicedirector del instituto, Edgar Muñoz. 

Soluciones para Aragón

Otras líneas pasan por el aprovechamiento de residuos o de biomasa, y por el desarrollo de sensores y otros avances electrónicos como, por ejemplo, lograr que las películas de las pantallas táctiles sean cada vez más delgadas. 


Uno de los proyectos que más utilidad podría aportar para Aragón es el que estudia cómo aprovechar energías como la solar o la eólica, que son intermitentes (no siempre se produce lo mismo en función de los factores externos) para producir hidrógeno. En estos casos se trata de utilizar, por ejemplo, la energía eólica para romper la molécula del agua (H2O), extraer así hidrógeno (H2), almacenarlo en forma de gas y utilizarlo como combustible para los vehículos o como fuente de electricidad a demanda. Todo ello a través de la electrólisis (ruptura de las moléculas de agua para obtener oxígeno e hidrógeno). Y, de nuevo, ellos mismos trabajan en los catalizadores para estos electrolizadores. 


Esta línea suscita también interés para el Gobierno de Aragón, en particular para el departamento de Medio Ambiente, ya que serviría para rentabilizar los recursos que ya se tienen.

La sombra de los recortes

En el Instituto de Carboquímica no solo son expertos en investigaciones de alto nivel; también lo son en seguir liderando investigaciones punteras con menos medios. Como tantos científicos de primer nivel del país, sortean los recortes como pueden, a través de los proyectos europeos y de la confianza que depositan en ellos empresas, muchas de ellas de ámbito internacional. 


El instituto tiene a día de hoy los mismos trabajadores fijos que en 2010: 55. La mayoría son investigadores y técnicos. Y no solo esta cifra se ha estancado, sino que el volumen total de la plantilla ha caído porque cuentan con menos personal contratado y, sobre todo, menos becarios. 


De hecho, en el año 2010 llegaron a trabajar en el centro 104 personas, en 2012 ya eran 99 y, en 2014, son 94. "El programa JAE del CSIC, para la formación de personal investigador, se suspendió hace dos años por la crisis, y cada vez hay menos becas y ayudas", explica la directora del instituto, María Jesús Lázaro. 


Los investigadores del CSIC pasan por unas exigentes oposiciones de ámbito nacional para poder consolidar empleo. Pero, a pesar de sus años de estudios, la situación actual no es nada halagüeña. "Nosotros de momento hemos logrado mantenernos, y no somos los que peor estamos en cuanto a relevo generacional, pero no podremos aguantar así mucho tiempo más", advierte Lázaro. 


Más de la mitad de sus ingresos provienen de sus propios proyectos y de los contratos con empresas. Otro pellizco llega de la financiación base del CSIC (que paga, por ejemplo, las nóminas de los trabajadores fijos), otro del plan nacional de investigación y otro de la DGA.


"En los buenos años, el CSIC llegó a sacar más de 150 plazas anuales de investigación, una cifra muy alta. En 2013, salieron 5, y este año son una veintena. Algo se ha recuperado, pero no es suficiente", insisten. 

Además, recalcan que hay doctores, grandes cerebros formados aquí, que se quedan en Europa ante la incapacidad de volver a España con unas condiciones dignas.