OFRENDA DE FLORES

1970. Los príncipes en la Ofrenda

Los años 70 se inician con un hecho de relieve: la visita de los Príncipes de España -el título hoy desaparecido que Franco había dado a Juan Carlos de Borbón y, por ende, a Sofía de Grecia- durante varios días a Zaragoza

1970. Los príncipes en la Ofrenda
1970. Los príncipes en la Ofrenda
HERALDO

Los años 70 se inician con un hecho de relieve: la visita de los Príncipes de España -el título hoy desaparecido que Franco había dado a Juan Carlos de Borbón y, por ende, a Sofía de Grecia- durante varios días a Zaragoza, con participación en la Ofrenda incluida. Acogidos y aclamados con jubiloso entusiasmo por los zaragozanos, su presencia fue la nota destacada de aquel año e implicó un fortalecimiento simbólico nada desdeñable para el que ya era acto central de las celebraciones. Por añadidura, los tres hijos de la pareja comparecieron, con vestimenta tradicional aragonesa, junto a sus padres. El éxito fue completo, la prensa recogió la estancia de los Príncipes con profusión y dedicó una especial atención a su ofrenda a la Virgen.


«A las once y treinta -y entre las aclamaciones del numeroso gentío que se había congregado en la plaza de España- hizo su aparición en el mencionado lugar el Príncipe de España, don Juan Carlos, acompañado de su esposa, la princesa Sofía, y de sus hijos, los infantes Elena, Cristina y Felipe. Pero las aclamaciones y aplausos del público se hicieron aun más insistentes cuando aparecieron los infantes, ataviados con los trajes típicos de las tres provincias aragonesas. La infanta Elena lucía un hermoso traje de chesa, mientras los infantes Cristina y Felipe llevaban los también hermosos trajes regionales de Zaragoza, y Teruel, respectivamente. (…) A las doce de la mañana, y también entre las aclamaciones del público, la princesa Sofía, acompañada de sus hijos, de las esposas de las autoridades, de la reina de Zaragoza, que

portaba la Cruz de Lorena, y sus damas de honor, abandonó la Diputación incorporándose a la comitiva de la Ofrenda de Flores, mientras el Príncipe y las primeras autoridades locales y provinciales permanecían en la Diputación Provincial, en espera también de incorporarse a la brillante comitiva».


«(…) Al entrar en la plaza del Pilar, el entusiasmo se desbordó, mientras las campanas, cohetes, jotas y rondallas convertían el recinto en un estallido de alegría».


«A las doce y cuarenta minutos, aproximadamente, la Princesa y los infantes realizaron su ofrenda de flores, pasando después a ocupar un lugar frente al templo erigido en la mencionada plaza del Pilar».


«Seguidamente -y mientras proseguía ininterrumpidamente la Ofrenda de Flores-hicieron su entrada en la plaza los cadetes de la Academia General Militar, que portaban las banderas de las distintas repúblicas hispanoamericanas».


«Inmediatamente detrás, y acompañado también por las primeras autoridades de la ciudad, llegó hasta el altar

el Príncipe de España, quien -siempre entre las aclamaciones de la muchedumbre- fue a situarse junto a su

esposa, la princesa Sofía».


Ese mismo año de 1970, participará también en la Ofrenda la actriz Carmen Sevilla, ataviada con un buen traje de la afamada jotera Piedad Gil y dando escolta a la florida canastilla de Radio Zaragoza.Vino a cumplir la promesa de presentar a su primer hijo a la Virgen del Pilar.


Hasta el final de la década, la Ofrenda seguirá aumentando notablemente el número de participantes, convirtiéndose este hecho en argumento informativo y en señal evidente del triunfo de lo popular. En las fiestas de 1976, correlato de lo que hasta entonces, y desde el comienzo de esos años 70, había ido sucediendo, se habla de la dificultad de precisar y cuantificar la participación ciudadana. «La multitud, en honor a la verdad, fue incalculable. Sería bonito y quedaría acaso bien decir que fueron tantos y cuantos, entre quienes formaban la larga, la interminable procesión, con sus flores para dejarlas en el altar, y los espectadores, desplegados por todo el itinerario y plantados en la plaza. Pero el cálculo no podría ser exacto nunca. Digamos que eran muchísimos. Que la Comisión de Festejos había previsto claveles para veinte mil y que, muy pronto, antes de que mediara la mañana, se vio que la previsión quedaba corta y hubieron de ser encargados más. Si a ello añadimos todas esas cantidades y organizaciones (…) que llevan sus propias flores y no hacen uso de las municipales, bien podríamos decir que el número aludido se dobló o mas. ¿Cincuenta mil personas llegaron a la plaza? ¿Fueron más? Vuelvan ustedes a sumar: agreguen las idas y venidas de espectadores, participantes también

a su modo. Media Zaragoza estuvo allí».


1978 va a ser el último año en el que las fiestas estén presididas por la figura de la reina, que, por vez primera, fue elegida «democráticamente» en una votación en la que participaban las dieciséis candidatas propuestas. Montserrat Genzor, modesta trabajadora de una frutería, que ya no fue presentada como hasta entonces en una cena de tiros largos en la Lonja, sería otra muestra, aunque tardía y fugaz, de la popularización de las fiestas.


Ya sin reina de las fiestas, en 1979 las celebraciones de Zaragoza cuentan con la visita de los Reyes de España para asistir, el 12 de octubre, a la solemne misa de pontifical que clausuraba los congresos Mariológico y Mariano celebrados durante los días previos. La Ofrenda se inició con algunos anecdóticos problemas. «A partir de las ocho de la mañana y hasta cerca de las diez, grupos juveniles provocaron, en las cercanías de la plaza del Pilar y las calles que en ella desembocan, varios incidentes, pidiendo la celebración de vaquillas, profiriendo insultos contra el gobernador civil, tirando vallas protectoras, etc. Los antidisturbios de la Policía Nacional acabaron por intervenir y hubo carreras, cargas, golpes. Hasta que los ánimos se aplacaron y las fiestas recuperaron el tono de civismo imprescindible, salvo algún aislado brote

aquí y allá. El acto de la Ofrenda transcurrió en paz y en orden, con un inmenso gentío llevando flores y canastillas».