TESTIMONIO

"Somos ancianos que cuidan a ancianos"

Consuelo Torres solicitó hace 12 años los servicios de teleasistencia y ayuda a domicilio. En 2009, le concedieron esta última prestación. Mientras, tuvo que recurrir a ayuda privada para atender las necesidades de su familiar.

La primera vez que Consuelo Torres, de 61 años, acudió a los servicios sociales fue en el año 1998. Un familiar directo suyo presentaba los primeros síntomas de deterioro cognitivo y decidió solicitar apoyo económico para arreglar la bañera y también pedir el servicio de teleasistencia y ayuda a domicilio.


La solicitud fue desestimada porque este familiar no cumplía con los baremos exigidos para acceder a este tipo prestaciones. Pero Consuelo sabía que la ayuda era necesaria y decidió pagar para que esta persona dispusiera de teleasistencia.


"Durante cinco años, hasta 2004, pagamos para poder beneficiarnos del servicio. La atención fue muy amable, sincera y profesional. Los trabajadores que están al otro lado del hilo telefónico son gente excepcional y mi familiar se sintió mucho más seguro sabiendo que cada vez que levantaba el auricular había una voz que le facilitaba ayuda siempre que la demandaba", apunta Consuelo.


Transcurrido este tiempo, en 2004, volvió a hablar con los trabajadores sociales de su centro de referencia, para quienes solo tiene palabras de agradecimiento. De nuevo solicitó la gratuidad de este servicio y le concedieron la teleasistencia, pero esto no era suficiente para cubrir las necesidades que su familiar demandaba cada vez con más urgencia.


"Entiendo perfectísimamente que hay muchas peticiones y que se dan muchas ayudas. Además, todos queremos que se nos atienda rápido. Pero, la realidad es que lo que hay es insuficiente porque la población cada vez vive más años y el nivel de envejecimiento es mayor. De manera que lo que está ocurriendo es que ahora muchos de nosotros somos ancianos que cuidan a otros ancianos", afirma mientras se toca sus manos, afectadas por un principio de artrosis.


Prestaciones privadas

Consuelo decidió buscar servicios por su cuenta y contactó con la Asociación de Familiares de Enfermos de Alzheimer de Zaragoza que le facilitaron mucha información y sobre todo una gran ayuda emocional.


Durante un tiempo pagó para que su familiar recibiera clases de recuperación de la memoria y así retrasar el proceso de deterioro cognitivo. También contactó con la Fundación Federico Ozanam, que "además de escucharme mucho y muy bien", le ayudó a buscar a una persona que, previo pago, se hiciera cargo de las tareas domésticas tres días a la semana, durante dos horas. "Necesitaba agrandar el círculo y salir un poco. Por mi propia salud era necesario tener tiempo para poder irme a comprar al mercado o salir a dar una vuelta", señala.


Paralelamente, Consuelo volvió a demandar la ayuda a domicilio y le concedieron dos horas de asistencia un día a la semana. Esto fue en 2009, más de una década después de que tramitaran la petición por primera vez.


Su familiar no cumplía con los baremos establecidos porque disponía de recursos económicos superiores a los marcados por el proceso de selección. "Ante esta situación, solo me cabe decir que la Administración debería ser consciente de que los ahorros que las personas mayores tienen en el banco son, en muchos casos, para poder pagarse la residencia". Consuelo insiste en que "no deberían computar a la hora de conceder las ayudas porque en muchos casos son insuficientes incluso para pagar esas residencias y tienen que recurrir a sus descendientes para hacer frente a los pagos".