historia

Adiós al cuartel de Caudé, donde la mili se hacía sin salir de la provincia

Un grupo de exsoldados rememora su mili en el antiguo acuartelamiento del Aire, a punto de ser demolido para ampliar el aeropuerto de Teruel.

Cuatro reclutas que hicieron el servicio militar en el cuartel de Caudé en los años setenta del siglo XX –de izquierda a derecha, Casimiro Soriano, Fernando Remón, Vicente Rueda y Manuel Gil- recorren las antiguas instalaciones del Ejército del Aire, cubiertas de maleza y destrozadas por el vandalismo.
Cuatro reclutas que hicieron el servicio militar en el cuartel de Caudé en los años setenta del siglo XX –de izquierda a derecha, Casimiro Soriano, Fernando Remón, Vicente Rueda y Manuel Gil- recorren las antiguas instalaciones del Ejército del Aire, cubiertas de maleza y destrozadas por el vandalismo.
Antonio Garcia/Bykofoto

"Fue un crimen dejarlo abandonado todo, pero ahora, cuando veo el cuartel en el que hicimos la mili destrozado y cubierto de maleza, casi prefiero que lo tiren porque es hasta peligroso". Manuel Gil, que hizo el servicio militar en el antiguo campo de tiro del Ejército del Aire de Caudé, no puede evitar una asomo de nostalgia al recordar su paso por las instalaciones en los años setenta del siglo XX y constatar su cochambroso aspecto actual. 

Pero no permanecerán así por mucho tiempo porque la base militar en la que cientos de jóvenes hicieron la mili entre los años cincuenta del siglo XX y el año 2001, cuando desapareció la última dotación de soldados, será demolida para ampliar el aeropuerto de Teruel y construir en su lugar naves destinadas a una empresa de última tecnología en drones.

Los antiguos soldados describen un acuartelamiento militar con una pequeña dotación al mando de un teniente dedicada a colocar los blancos sobre los que disparaban los aviones militares y a reparar las dianas en el taller de carpintería o con parches cuando eran alcanzadas por los proyectiles de la aviación. El régimen disciplinario era relajado. "Recuerdo una vez en que metí la ‘zeta’ –una metralleta– con la que hacía una guardia debajo del asiento de mi coche y me marché de fiesta. Si tenías buena relación con el teniente, te quitaban el arresto", cuenta un antiguo recluta.

La vida era más complicada para los novatos, sobre los que recaía todo el trabajo de vigilar las coordenadas en la caída de bombas –de fogueo– o de reparar las dianas perforadas. "Cuando superabas los primeros tres meses de mili, el trabajo aquí era muy llevadero", cuenta Vicente Rueda, un exsoldado de reemplazo. 

Los veteranos no tenían gran cosa que hacer, quizá por eso eran utilizados por los mandos para gestionar una pequeña granja aneja al cuartel o, incluso, en tareas domésticas. "La mujer del teniente nos decía ‘venid, chatos, venid’ y al llegar a su casa nos ponía unas mopas en los pies y con ellas teníamos que abrillantar el suelo", recuerda Casimiro Soriano, un recluta de los años setenta.

Los cuatro exsoldados reunidos en el que fuera su cuartel –Fernando Remón, Casimiro Soriano, Vicente Rueda y Manuel Gil– coinciden en que, a pesar de estar destinados en un campo de tiro donde los aviones hacían practicas de tiro diarias con munición real, no tuvieron nunca sensación de peligro. El campo también se usaba para arrojar bombas sin carga explosiva, que, aunque no detonaban, podían "rebotar" en el suelo varias veces hasta quedar detenidas a más de un kilómetro del lugar del primer impacto.

Pero la actividad del polígono de tiro dio más de un disgusto a las tripulaciones de los aviones que lo utilizaban para entrenar, con varios accidentes de gravedad. Soriano recuerda que, mientras él hacía la mili, un avión a reacción que hacía prácticas explotó a la altura de la vecina localidad de Gea y su piloto y copiloto fallecieron en el acto. Pero no fue el único siniestro mortal entre los tripulantes de las aeronaves.

Interior de la nave destinada a dormitorio y comedor para la tropa de Caudé.
Interior de la nave destinada a dormitorio y comedor para la tropa de Caudé.
Antonio Garcia/Bykofoto

Dos aviones estrellados y cuatro pilotos fallecidos

El teniente coronel José Arilla, experto en la historia del campo de tiro de Caudé, explica que esta instalación nació en 1937 en plena Guerra Civil, luego pasó a ser un aeródromo militar –incluía dos pistas de aterrizaje de tierra– y, desde 1957, un campo de tiro del Ejército del Aire. Al repasar la trayectoria de esta base, contabiliza 12 accidentes de aviones, los dos más graves protagonizados por dos Phantom que se estrellaron durante maniobras con el resultado de que sus cuatro tripulantes fallecieron. En 1973, perecieron los capitanes Juan Antonio Ramírez y Francisco Frutos y, en 1977, el comandante Pedro Miguel Cruz y el capitán Julio Tortuero.

Arilla explica que, debido a su escasa operatividad por sus reducidas dimensiones –204 hectáreas–, el campo de tiro quedó fuera de servicio en 1994 y en 2001 fue declarado "sin interés militar", lo que, en 2005, posibilitó su venta por el entonces ministro de Defensa, José Bono, al Ayuntamiento de Teruel por 601.212 euros. Fue el embrión del actual aeropuerto industrial.

Se produjeron otros incidentes que afectaron a la población civil del entorno por la caída de casquillos o bombas fuera del perímetro militar o porque algunos agricultores penetraban en el campo para cultivar cereales clandestinamente. Vicente Rueda explica que, en una ocasión, vio como un agricultor tuvo que abandonar su tractor y salir corriendo ante la amenazadora dirección que tomaba una bomba arrojada por un avión durante unas maniobras. El labrador salió ileso, pero se llevó un susto monumental.

El antiguo cuartel conserva las estructuras de los edificios, aunque los interiores han sufrido los efectos del espolio y el vandalismo. El conjunto es solo una sombra del cuartel en el que 24 jóvenes pasaban 11 de sus 14 meses de mili –los otros tres los consumían haciendo la instrucción en la base aérea de Manises (Valencia)–. La gran mayoría de los soldados procedía de la provincia. Fernando Remón recuerda que hubo algunos reclutas que conocieron durante su estancia a chicas de Teruel con las que se casaron y acabaron afincándose en la ciudad. Pero lo más habitual era que las plazas fueran copadas por turolenses que aprovechaban esta instalación militar para hacer la mili al lado de casa.

Comentarios
Debes estar registrado para poder visualizar los comentarios Regístrate gratis Iniciar sesión