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Cañada Vellida: hay molinos y placas, y ahora toca correr más en internet

El escaso y envejecido censo no es merma para los objetivos de presente y futuro de un pueblo que quiere despertar y cuenta con perspectivas económicas para incentivar posibles retornos a la localidad.

Cañada Vellida: hay molinos y placas, y ahora toca correr más en internet
El escaso y envejecido censo no es merma para los objetivos de presente y futuro de un pueblo que quiere despertar y cuenta con perspectivas económicas para incentivar posibles retornos a la localidad.
Laura Uranga

En la carretera que va desde Mezquita de Jarque hacia Teruel, y que pasa luego por Perales del Alfambra y la propia Alfambra, hay un desvío en lo alto del monte del Esquinazo que, siguiendo unos centenares de metros a la derecha, desemboca en la localidad de Cañada Vellida. Aunque su censo es escaso, no se trata de un municipio paradigmático de la cacareada –y, por desgracia, muy real– despoblación, ya que su término nunca estuvo saturado. Sí es verdad que el bajón ha sucedido y la edad media de los pobladores ha aumentado, pero los ánimos no reblan. Incluyendo los de Pedro, un veterano pastor y agricultor local ya octogenario, que cuida de sus hermanas –una mayor y otra menor– sin desatender sus labores.

Manuel Mateo es el alguacil de Cañada Vellida. También lleva el pequeño bar situado en el edificio del ayuntamiento, una iniciativa municipal de tamaño reducido que se mantiene por pura vocación de servicio en horario vespertino; igualmente se encarga de administrar la vivienda de uso turístico rural de la localidad, llamada de modo muy gráfico Antigua Escuela. "Soy un poco el multiservicio aquí –bromea Manuel– y me encargo de varias cosas; el bar se abre después de comer para que los pocos que estamos podamos disfrutar de un guiñote, el café o una cerveza. En las mañanas, lo mío es más cuestión de limpieza o estar al tanto de los profesionales que vienen a solventar cualquier necesidad".

El alguacil tiene raíces directas en Cañada. "Crecí en el pueblo, pero la familia marchó cuando aún era bastante pequeño, he vivido más de media vida en Castellón; teníamos una empresa familiar de barnizado de madera y carpintería. La crisis y algún que otro revés nos llevaron al cierre. El tema del trabajo estaba duro allá, para los que rondábamos los 50, que ahora ya los paso; salió esta posibilidad y me vine. Nunca había perdido el contacto con Cañada, venía fines de semana, en fiestas y durante las vacaciones".

Manuel confirma que el pueblo de los ‘zorros’ –apelativo por el que se les conoce en la zona– ha sufrido una cierta regresión en la población, que superaba la centena cuando Manuel se fue y ahora anda en 31 personas censadas, apenas una veintena residiendo de manera fija. "Aquí queda una granja porcina en la carretera de Galve y poco más fuera de los agricultores; la mayoría de los cañadinos son jubilados, hay media docena de personas en activo. Las compras grandes se hacen en Teruel; en Perales del Alfambra buscamos varios servicios y en Alfambra hay urgencias médicas".

En Cañada hubo fiesta hace un mes por Santa Águeda, la patrona; se dobló la presencia de habitantes esos días. "En 2018 –explica Miguel Morte, el alcalde de Cañada Vellida– hubo que suspenderlas por una tremenda helada; antes se hacían las albadas, las organizaban las últimas parejas casadas, llamados clavarios. Repartían torta de cañamones y vino. También se celebra San Juan, con romería a la ermita del santo, a apenas kilómetro y medio; está muy bien arreglada ahora tras la destrucción en la guerra civil. Luego llega San Roque en agosto, cuando la población sube hasta casi las 200 personas".

Miguel Morte lleva cuatro años en el puesto y algunos más en su trabajo cotidiano; es funcionario de prisiones desde hace 23 años, 19 de ellos en Teruel, y viene al pueblo todos los días posibles. "Cada trabajo tiene sus pros y sus contras, al final te acostumbras a todo –explica– aunque para algunos hace falta más paciencia".

Parques eólicos y placas

Los parques eólicos Sierra Costera son una esperanza económica para el municipio. Cañada ya tiene nueve molinos en uno de ellos y tendrá siete de los 14 que debe quedar instalados a lo largo de este año. "Este parque –explica Miguel– estará distribuido en cuatro municipios, y nos tocan siete molinos. También llegan placas fotovoltaicas, solo para este término. Ahora es fundamental el trabajo de los arqueólogos en la zona, porque hay trincheras y nidos de ametralladora de la guerra en la zona; muchos están ya cubiertos de vegetación, pero hay que asegurarse de que las nuevas construcciones cuentan con el permiso de los expertos. Estos días andan haciendo prospecciones. El otro gran reto que tenemos es mejorar la conexión de internet; ahora mismo, con apenas dos megas, tenemos problemas".

En Cañada Vellida, el destino de la emigración fue sobre todo levantino. "La mayoría de los que salieron –explican Miguel y Manuel– se marcharon a Castellón y Valencia, y algo menos a Zaragoza y Barcelona". "De mi pandilla de críos –recuerda Manuel– hay varios en Teruel, por trabajo o por los hijos; algunos suben y bajan para trabajar las tierras porque lo tenemos a apenas media hora. Hay otro que se ha quedado en Castellón y un par más que también andan por aquí. Otros vuelven de vez en cuando, como Rosario, una maestra de Aliaga que estuvo dando clase aquí bastantes años; se le recuerda mucho, sigue viniendo a las fiestas y además se casó con un cañadino".

En datos

Comarca: Comunidad de Teruel

Población: 31.

Distancia a Teruel: 49 km.

Los imprescindibles

La Asunción

El templo se organiza mediante una sola nave dividida en tres tramos a la que se abren dos capillas, ambas cubiertas por bóvedas de crucería. La torre situada junto a la cabecera es de planta cuadrada y de dos cuerpos.

El ‘trace’ de San Juan

En las fiestas del solsticio veraniego se hacía en Cañada el llamado ‘trace’, consistente en una subasta a partir de donaciones de cada casa; se celebraba luego en el trinquete, y la recaudación iba para las fiestas.

De cerro a cerro

Frente al casco urbano de Cañada está el monte del Panderón, y al otro lado del pueblo –más cercano– el cerro que alberga el cementerio; fueron claves en la guerra civil, pero actualmente aquellos ecos no dejan de ser anécdotas.

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