Mil turolenses en el país de las oportunidades

En el primer tercio del siglo XX, 1.005 habitantes de las tierras altas de la provincia emigraron a Estados Unidos en busca de un futuro mejor. Muchos no regresaron.

Los hermanos Vicente, Demetrio y Bernabé Mínguez, a la izquierda, con un grupo de familiares en Exeter (California).
Los hermanos Vicente, Demetrio y Bernabé Mínguez, a la izquierda, con un grupo de familiares en Exeter (California).
Fernando Novella

"La mayor parte de las fincas y las mejores estaban en manos de cuatro ricos y el resto de las familias, que entonces eran muy numerosas, tenían pocas tierras y tenían que emigrar". Fernando Novella, de La Puebla de Valverde, explica así la salida de su abuelo materno, Vicente Izquierdo, con otros 164 vecinos de la localidad en el primer tercio del siglo XX camino de los Estados Unidos en busca del sueño americano o, al menos, de un futuro mejor. La Puebla encabeza el ranquin de la temprana emigración turolense hacia Nueva York, el principal puerto de entrada en territorio estadounidense, pero hubo un total de 25 municipios que registraron más de 10 partidas y otros 64 con algún caso aislado hasta totalizar 1.005 emigrantes de la provincia que probaron fortuna en Norteamérica entre 1900 y 1936.

El investigador Raúl Ibáñez ha constatado en los archivos de la isla de Ellis y en otros fondos documentales españoles y americanos la corriente migratoria turolense a los EE. UU. desde el cambio de centuria hasta la Guerra Civil española. Inicialmente, se tropezó con las salidas de 132 naturales de Jabaloyas para trabajar en las minas de Utah o como pastores en Idaho, pero luego comprobó que otros pueblos de las tierras altas de la provincia se sumaron a la oleada. El municipio que más contribuyó fue La Puebla de Valverde, seguido de Jabaloyas, Teruel capital, con 123; Camarena de la Sierra, con 53; y Valbona, con 33. 

Según Ibáñez, el "boca a boca" fue fundamental para estimular las salidas de una tierra empobrecida y sin perspectivas de futuro para muchos de sus pobladores. Achaca la concentración de las salidas en la zona alta de la provincia a su agricultura menos productiva que la del Bajo Aragón histórico y al efecto de los "contactos personales" entre vecinos de localidades cercanas. Los buenos salarios fueron un reclamo irresistible. Frente a un sueldo de 1,3 pesetas al día cobrado en Teruel por un jornalero, en Estados Unidos ganaba 17,8, once veces más.

En muchos casos se producen migraciones "golondrina", con salidas temporales para ganar algún dinero, seguidas del regreso a casa y de una nueva salida estacional para volver a apuntalar la economía familiar. Ibáñez señala que el fenómeno fue tan significativo que algunas compañías navieras tenían un delegado en la capital turolense para tramitar los billetes que servían para cruzar el Atlántico. La prensa de la época se hizo eco de la partida de masoveros de La Puebla hacia los Estados Unidos «en busca de trabajo durante el invierno».

Los turolenses trabajaban en los EE. UU. como jornaleros y se movían por distintos estados en busca de empleos. Se les localiza, fundamentalmente, en Nueva York, Utah y California. En el primero de estos territorios, trabajaron en la industria, en el segundo en las minas y en el tercero como leñadores. Los emigrados son hombres en su inmensa mayoría y se reparten a partes iguales entre solteros y casados. El tramo de edades más presente es el comprendido entre 16 y 20 años, pero también son numerosos los varones de entre 26 y 30 años.

Fernando Novella recuerda que su abuelo partió a los Estados Unidos con más de 30 años, casado y con un hijo. Cuenta que partió animado por el ejemplo de tres cuñados que le habían precedido, dos de los cuales se establecieron allí definitivamente. Recordando los apuros económicos de la familia en La Puebla, muchos años después del regreso de su abuelo uno de sus cuñados –y cuando este falleció, su viuda– mandaba dinero cada Navidad para ayudar a los parientes españoles. De lo poco que su abuela le contaba a Fernando de la experiencia americana del abuelo destaca la larga travesía oceánica de alguien que no había visto antes el mar y "muchos problemas" derivados de no conocer otro idioma que el español.

A pesar de la proximidad del puerto de Valencia, el puerto que registró más partidas de turolenses fue Le Havre, en la costa atlántica de Francia. Desde aquí, la travesía duraba entre 8 y 11 días, menos tiempo que desde los muelles valencianos. Raúl Ibáñez apunta otro motivo para esta preferencia por el puerto francés: muchos emigrantes eludían el servicio militar y temían ser interceptados en el puerto levantino. El año de más llegadas fue 1920, con 450 desembarques en los EE. UU., y las fechas de partida se concentran en el otoño, tras finalizar la cosecha. Una vía secundaria de llegada fue a través de Florida, con escala intermedia en Cuba.

Ilustres emigrantes

La oleada migratoria a los EE. UU. del primer tercio el siglo XX incluyó algunos nombres de relumbrón, como el cineasta Luis Buñuel, de Calanda; el torero Nicanor Villalta, de Cretas; o el que sería presidente de la Diputación Provincial de Teruel durante la II República, Ramón Segura, de Valderrobres. La llegada de Villalta se registra en febrero de 1927 como escala intermedia al regresar de México tras completar la temporada taurina. Más duración tiene la presencia de Segura, que arribó en abril de 1916 y llegó a poner en marcha un negocio hotelero antes de regresar a su pueblo natal en 1926. Buñuel desarrolló una brillante trayectoria como director en México tras tener también una experiencia norteamericana.

Memorias de la emigración con Fleta en una fiesta

Un tío abuelo de Fernando Novella nacido en La Puebla de Valverde y emigrado a los EE. UU. siendo adolescente, Vicente Mínguez, escribió el libro de memorias 'Historia de un emigrante', que permanece inédito y que Fernando descubrió por sorpresa una vez en el desván de su casa. Afirma que nadie de la familia sabía que estaba allí aquel relato de las peripecias vividas en el país de las oportunidades. El texto cuenta cómo los hermanos Vicente, Demetrio y Bernavé Mínguez montaron distintos negocios y cómo cambiaron de residencia en busca de fortuna, incluida una experiencia en México.

Regentaron una zapatería y una taberna, además de trabajar como leñadores, pero no levantaron cabeza hasta que se dedicaron a la compraventa de solares. Dos de los hermanos, Vicente y Bernavé, formaron sus familias en los EE. UU. y se integraron perfectamente en la sociedad del país de acogida. Un primo estadounidense de Novella se alistó en el Ejército y falleció en la guerra de Vietnam. Demetrio regresó a La Puebla.

A pesar de la buena integración relatada en el libro de memorias, los españoles se reunían para disfrutar de su tiempo libre. Fernando Novella cuenta que en una de estas fiestas entre compatriotas que tuvo como escenario un rancho de California el invitado estrella fue el famoso tenor aragonés Miguel Fleta.

El relato de Vicente Mínguez Ballester consta de tres volúmenes, pero, lamentablemente, falta uno de ellos. Fernando explica que ni siquiera el único hermano que regresó a vivir a La Puebla de Valverde conocía su existencia. Sospecha que, quizá, Bernavé lo trajo en una visita que hizo a su pueblo natal.

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