Aguaviva se llena de color con sus alfombras

La localidad recuperó hace 25 años esta tradición, que se remonta al siglo XVII.

Las comunidades autónomas han sido el tema de este año
Aguaviva se llena de color con sus alfombras
Aitor Clemente

Durante cinco horas al año, la localidad turolense de Aguaviva cambia de aspecto. El gris del cemento de sus calles vive una explosión de color, gracias a las alfombras que la engalanan durante el día de San Agustín.


Esta jornada es "la más importante" para la localidad, reconoce su alcalde, Rafael Cervera. Vecinos de municipios cercanos como Alcañiz o Calanda se acercan a disfrutar de esta tradición, además de aquellos unidos por lazos familiares  a ella.


Son solo unas cuantas horas, hasta el paso de la procesión, pero unen a todo el pueblo. "Vienen hasta de las calles en las que no hay alfombras para ayudar", explica Manuel Valencia, su creador, un diseñador gráfico de familia aguavivana que pasa sus vacaciones en esta localidad.


Este año se cumple el cuarto de siglo desde que la localidad recuperó esta tradición, que data del siglo XVII pero que "estuvo varios años sin hacerse". "Hace muchos años eran las chicas solteras las que las hacían con serrín natural y hojas, pero un par de años se las llevó la ventolera y dejó de hacerse", explica.


Ahora, para evitar problemas similares, se tiñe el serrín un par de días antes y se mantiene un poco húmedo. Pero en los últimos años, el tiempo ha acompañado. "Decimos que es el milagro de San Agustín", indica. Solo el año pasado llovió un poco, pero el agua respetó a las alfombras.


Cada año los dibujos son diferentes y normalmente coinciden con el año internacional que se celebre. Pero en esta ocasión, para celebrar el vigesimo quinto aniversario de su recuperación, las alfombras han mostrado los símbolos más reconocibles de las autonomías. La Sagrada Familia de Barcelona o el Peine del Viento de San Sebastián han sido algunos de los elementos representados.


Realizarlos lleva un trabajo que dura todo el año. Manuel Valencia reside en Barcelona, donde crea los diseños. Después, a principios de agosto, se los muestra a sus colaboradores, ya en Aguaviva, para elaborar las plantillas que facilitarán la labor. El día anterior se marcan las plantillas en la calle, "desde después de cenar hasta la una o las dos de la madrugada". Una chocolatada acompañada de churros y tortas es la recompensa de los participantes, que deberán volver al trabajo a las 7.00 para colocar el serrín de colores. La colaboración de todos los vecinos es la clave para poder realizarlas, aunque el Ayuntamiento echa una mano en el plano económico.


A las 13.00 tiene que estar todo preparado, aunque con tantas manos se acaba antes. Esa es la hora en la que pasa la procesión, que emborrona estas creaciones. Pero Valencia no teme este momento: "todo lo bueno es efímero", recuerda.