TERUEL

El Sermón de las Tortillas llena la Fuente Cerrada y vacía la capital

El tiempo fue clemente con la capital turolense y permitió que cientos de familias y amigos comieran al aire libre, celebrando una fiesta originaria de la Edad Media

Los alrededores de la capital turolense se poblaron ayer de grupos de amigos y familiares que salieron a celebrar el Sermón de las Tortillas, la fiesta del martes de Pascua que cada año permite a los participantes reunirse con los suyos en el campo disfrutando de una comida al aire libre y de un rato de esparcimiento en plena naturaleza. La Fuente Cerrada, el Campillo o Dornaque son algunos de los parajes más frecuentados, pero otras muchas personas celebran la festividad en las masías que se encuentran repartidas por el extrarradio de la ciudad o en paisajes menos conocidos.


El tiempo fue bueno, si se tiene en cuenta que el año pasado un inoportuno chaparrón obligó a muchos a regresar a casa sin comer. No obstante, el viento, frío y húmedo por la nieve caída en Valdelinares y Javalambre durante el fin de semana, hizo que todo el mundo se abrigase a conciencia y buscase los lugares más resguardados para pasar el día.


A las siete de la mañana, los más previsores, como Germán Almazán, de 18 años, ya habían ido al parque de la Fuente Cerrada para conseguir barbacoa y mesa, ya que en el día del Sermón de las Tortillas nunca hay suficientes para todo el mundo que acude. Este joven y sus 19 amigos iban provistos de varios kilos de lomo, chuletas y longanizas para asar a la brasa. Tampoco quisieron quedarse cortos de bebida y llevaron consigo nada menos que 360 botellines de cerveza, además de varios litros de vino y licores.


"Tendría que haber muchos más fogones y más sitio para sentarse y el Ayuntamiento debería implicarse más en la fiesta, quizá trayendo unas vaquillas y poniendo a disposición de la gente un transporte público, porque a nosotros han tenido que traernos nuestros padres y tendrán que venir a recogernos", reivindicó Almazán.


A pocos metros de distancia, otro grupo de jóvenes de entre 21 y 26 años mostraba orgulloso -entre una gran humareda que se había formado en la caseta que cubre el fogón- el manjar que iba a degustar: churrasco. Y es que el "chef", Maxi Lazarte, es argentino y eligió para sus amigos el menú mas tradicional de su lugar de origen. Mientras unos preparaban la mesa, otros bailaban con los sonidos latinos y caribeños que salían de la furgoneta, que estaba con sus puertas abiertas de par de par.


"Aunque está muy bien, no se trata solo de comer. Esta tarde jugaremos al futbol, a los chinos y al guiñote y también ligaremos o, al menos, lo intentaremos", explicó uno de los 12 jóvenes de este grupo. Todos coincidieron en que las barbacoas necesitan una reforma que impida que el humo se acumule en el interior de las casetas y que, además, se necesitan en mayor número.


"Nos volvemos comodones"


En los merenderos próximos al bar de la Fuente Cerrada, menos gente que otros años. "El tiempo no está nada claro, podría haber sido peor, pero es que hace algo de viento y cada vez nos volvemos más comodones y perezosos a la hora de salir de casa", dijo un vecino de Teruel mientras sacaba de la nevera portátil el queso y el embutido.


Pero para muchos el día era estupendo. A lo largo de todo el parque, desde la carretera hasta la zona de los columpios, eran muchos los que aprovechaban las mesas de piedra con que cuenta la Fuentecerrada para ganar una partida de parchís a su contrincante o jugar al póker con varios amigos. Otros daban patadas al balón o jugaban al voleibol y otros, los más pequeños, hacían cola en los columpios esperando su turno para subir a la tirolina o bajar por el tobogán.


Como explicó el concejal de Medio Ambiente, Julio Esteban, la mayor afluencia de gente a la Fuente Cerrada se debe a las buenas condiciones que ofrece este paraje, resguardado del viento y surcado de senderos, para disfrutar de un día en el campo. El único riesgo que ofrece es que, ante un fuerte aguacero, se desborde la rambla que atraviesa el parque y obligue a los excursionistas a salir corriendo, como ocurrió hace dos veranos. De hecho, fue entonces cuando se comprobó que las barbacoas se encuentran en una zona inundable, por lo que el Ayuntamiento planea ahora un cambio de ubicación.


Teruel, desierta


Mientras tanto, ni un alma en la ciudad. A primera hora de la tarde, los semáforos de la avenida de Sagunto, la más transitada, con creces, de todo Teruel, daban paso inútilmente a coches y peatones, sin que nadie circulara por allí. Los comercios estuvieron todos cerrados, incluso los dedicados a la alimentación. Las familias y pandillas de jóvenes no empezaron a regresar hasta las siete de la tarde, cuando los rayos del sol dejaron de calentar.


La Guardia Civil y la Policía Local se emplearon a fondo para facilitar tanto la salida de los turolenses a los parajes campestres como el regreso de la población a la ciudad, ya por la tarde. Fuentes oficiales señalaron que, al igual que otros años, ambos cuerpos de seguridad intensificaron los controles de alcoholemia y de la velocidad de los vehículos en aquellos puntos más transitados, para prevenir accidentes.