ENTREVISTA ESPECIAL

Roque Gistau: "Está casi perdido lo que se hizo por el agua"

Decir Expo es decir Roque Gistau, el hombre que durante cuatro años ha sido su cara y su alma.

Roque Gistau
Roque Gistau: "Está casi perdido lo que se hizo por el agua"
OLIVER DUCH

Cuenta que es un hombre duro en el trabajo, pero nadie que conozca a Roque Gistau (Bielsa, Huesca) puede imaginar una mala bronca con él, porque es todo sinceridad, para lo bueno y para lo malo. Después de cuatro años intensos dedicados a la Expo, esta semana se desvinculaba oficialmente de ella e iniciaba una nueva vida, pero con su corazón aún agarrado en Ranillas.


¿Cómo se encuentra ahora que es un hombre ya jubilado, con una vida más tranquila y relajada?

La tranquilidad y el relajo me van a durar dos telediarios. Voy a empezar ya a hacer otras cosas.


Supongo que disfrutará de su familia como dijo que era su deseo al acabar la Muestra.

Aún tengo poco tiempo. Este lunes (el día 18) dejaba la Presidencia de la Sociedad Estatal Expo, a la que he seguido enganchado hasta ahora, pero también he empezado a tomar tierra en mi nuevo trabajo en la Presidencia de la Asociación de Abastecimientos de Agua y Saneamiento, por lo que no he tenido tiempo. Así que entre viajes y pitos y flautas cuando yo llego a casa mis hijos se van fuera…. ¡esto es al leche! (je, je, je)


Sigue, entonces, relacionado con temas del agua y, como quería, con países del tercer mundo.

Así es. Me han pedido opinión para temas de cooperación y me gustaría dedicarme más a eso.


Hace un año faltaban días para la Expo ¿siente nostalgia?

Cómo no voy a tener fuertes sentimientos, ¡yo tengo alma! Ha sido una etapa muy intensa de mi vida y voy a tener recuerdos perennes. No tengo nostalgia, porque cada tiempo tiene sus momentos, y ahora me toca otra cosa; espero estar ocupado y, sobre todo, deseo sentirme útil. Estos años de Expo han sido muy llenos.


Recuerda los nervios, supongo.

Fue un proyecto bastante complicado y difícil que siempre lo viví con mucho realismo. Afortunadamente ha salido bien y deja una huella importante desde todos los puntos de vista posibles, personal y profesional. Yo dejo muchos afectos en Zaragoza de esa etapa última de mi vida laboral.


Usted es un hombre de costumbres y ha vivido tres años en esta ciudad.

Yo vivía en el Paseo de Sagasta, donde aún tengo mi casa, y he llevado una vida normal durante todo el tiempo que he estado ahí. Pero es que no hay otra manera de hacerlo, porque cuando uno se mete en un proyecto de este 'pelo', como fue la Expo, hay que ordenarse, si no no salen las cosas.

 

¿Echa de menos alguno de sus lugares cotidianos?

Soy una persona de costumbres modestas y he estado viviendo en Zaragoza desde abril de 2005. Primero lo hice en un hotel y después compré una casa donde he estado hasta que acabó la Muestra. Por lo tanto, he vivido como cualquiera que tiene un trabajo, aunque el mío tenía mucho trajín, con mucha reunión, primero con los socios para buscar financiación, después con arquitectos, creativos…. Pero a mí me gustaba, y lo hacía con mucha frecuencia, ir a comer o a cenar a Pascualillo, o a Tabernillas, o tomarme un vino en San Siro… o pasar por la plaza del Pilar y tomarme un pincho por la mañana. Como cualquier ciudadano de Zaragoza.

 

Acaban de demoler El Faro, una propuesta muy interesante y popular de la Expo.

No he visto las imágenes, pero hay que ser realista en todos los ámbitos de la vida y El Faro fue un guiño a lo que es la sostenibilidad y el uso de recursos naturales; era el lugar donde se acogieron las iniciativas de asociaciones no gubernamentales, vecinales, de los ciudadanos, pero el edificio no es sostenible y no tenía sentido mantenerlo. Sabíamos que era una de las edificaciones efímeras.

 

Quizá se había convertido en un referente de la ciudad.

Es que los humanos tendemos a no escuchar, a no oír lo que no queremos. Hemos sido transparentes desde el día cero y todo lo que se construía en la orilla del río era efímero y, por lo tanto, habrá que tirarlo. El resto vamos a remodelarlo y a construir un parque empresarial bello y de última generación y, para ello habrá dos años de espera, al menos. Está todo dicho y por mucho que queramos tirar de la zanahoria ésta no crece, ni se nace antes de los nueve meses. Todas las cosas son así.

 

Cuando viene a Zaragoza y ve la Expo, ¿qué siente?

Me gusta verla y me gusta la "línea de la ciudad", porque ha cambiado su perfil. Recuerdo que cuando yo entraba desde Huesca, porque venía de mi pueblo, lo que se veía era el Pilar, sus torres. No había nada más, porque aún no estaba el Actur; estaba mucho más limpia la imagen del Ebro. Hablo de los años 60, cuando no había nada en la margen izquierda. Y ahora, al entar por la circunvalación, lo que veo es otra Zaragoza.

 

Con la distancia que pone el tiempo, ¿se lograron los objetivos con los que nació la Expo?

A mí me gusta decir "las verdades del barquero", así que le diré que a corto plazo, sí, porque yo no he visto tanta concurrencia de 'notables', tantos cerebros, tantos pensamientos y reflexiones en torno a un tema como el agua como han pasado por Zaragoza. Tres meses dedicados a esto, y con la presencia de dos mil expertos y muchísima gente, es una notable y feliz circunstancia. Sin embargo, yo esperaba y aspiraba que tuviese una continuación y lo he peleado de todas las maneras que he sabido, pero he fracasado y nadie ha cogido el testigo en serio de este tema, y creo que toda la fuerza de lo que se hizo en Zaragoza en relación con la Tribuna del Agua está un poco perdida.

 

¿A qué lo atribuye, a que la Expo se ha quedado en una fiesta?

No, no fue un divertimento; no, no, por favor. Ha sido una cosa seria, lo que pasa es que acabada la Muestra no ha habido nadie que haya cogido, de verdad, de verdad, el testigo y a mí me duele. Ya sé que será mal recibido que lo diga yo, pero es lo que pienso.

 

Usted fue el alma de la Expo.

Mire, Zaragoza ha sido la primera ciudad que ha hecho una Exposición Universal temática, dedicada al agua, el hilo conductor de todos los pabellones en los que cada país exponía y debatía sobre sus recursos hídricos, sobre cómo ha solucionado sus problemas y cómo los aborda hacia el futuro, teniendo en cuenta las condiciones del contorno de cambio climático, las dificultades de medio ambiente, los cambios de población. Además estaban los pabellones temáticos y los de las ONG... todos tenían su espacio para debatir sus problemas sobre esta cuestión. Pero es que también había un macrocongreso que tenía tres planos: científico, divulgativo y artístico. Y todo ese cuerpo era la Tribuna del Agua que hemos resumido sagazmente y con orden en la llamada 'Caja Azul'. Pues, bien, el imbécil de Roque pensaba que eso no podía quedar muerto en esa 'caja', que no fuese un sarcófago de la Tribuna, sino el arranque de algo más.

 

¿En qué pensaba?

Como en Zaragoza se iba a hacer un Instituto de Cambio Climático, que me parece fantástico, creí, que, en paralelo, podía crearse un centro con esta semilla sobre gestión y transferencia en el conocimiento sobre temas de agua en el mundo y que fuese un referente internacional y para el futuro. Que todos, el Gobierno central, autonómico, europeo… hicieran un esfuerzo ulterior. Insistimos mucho en este sentido e incluso llegamos a hablar con empresas privadas para que se implicaran en una fundación público-privada, porque no creo en lo público cien por cien; impliqué, además, a personalidades relevantes y lo he hablado con todos los ministros que he podido, como un limosnero… pero don Roque no ha tenido ningún eco en su gestión y, por lo tanto, he fracasado.

 

Quizá no era el momento

No, yo creo que el fracaso es mío porque no he sido capaz, quizás, de transmitir la bondad del mensaje y la ilusión que yo tenía.

 

Es muy duro consigo mismo.

Es lo que pienso y siento

 

Quedan cuestiones importantes por cerrar, como es el futuro del recinto como parque empresarial que, según usted, tardará 10 años.

En la vida hay cosas que son datos y otras, opiniones. El recinto físico y el frente fluvial se están remodelando y se ha comenzado la limpieza de las fachadas de los pabellones. Está 'colocado' casi la mitad de lo que se va a construir y no parece que, a corto plazo, pueda hacerse con el resto. Ahora lo que hay que hacer es acometer esos 100.000 metros cuadrados de construcciones, que no es poco, y habrá que esperar a que se mueva el mercado para que haya demanda para el resto. La remodelación de lo que está más o menos vendido puede costar unos dos años y medio; si hubiese más demanda serían otros dos años, pero, en mi opinión se va a tardar más. por lo que creo que es realista decir que hasta que se acabe de ocupar el último edificio pueden pasar diez años.

 

Da gusto escuchar esa honestidad.

Lo que cuento no es nada negativo. Porque está muy bien que digamos, "mire, a día de hoy, tengo la mitad colocado" y también le digo a continuación que no pregunta 'ni Blas' por más edificios… ¡Ya lo harán!

 

Usted estaba en contra de dragar el Ebro y parece que se empeñan en hacerlo navegable.

En esto, he dicho lo que he dicho y no quiero volver a reincidir. Nosotros hicimos muchas cosas por "encomiendas de gestión", que son encargos que nos hacían otras administraciones de cosas que tenían que haber hecho ellos, pero que no las hacían. Es decir, además de lo nuestro, que era el recinto Expo, por ejemplo, la DGA nos encargó el Pabellón de Aragón y el Palacio de de Congresos, cosa que agradezco porque estaban dentro del recinto y el que hubiese allí dentro "dos manos" hubiese entorpecido las cosas; pero el Ayuntamiento nos encargó otras cosas fuera del recinto, como fue el Parque Metropolitano que no teníamos por qué haberlo hecho; igual que nos encargó el azud, que se hace para navegar. Y yo no entro en la navegabilidad del río, cada uno tiene su opinión, pero me parece, y lo he dicho siempre, que le falta altura. Hice lo que me mandaron y, como dije en su momento, cada uno tiene su propia responsabilidad.

 

Después de la Expo le han dado varias distinciones, tiene la Medalla de Aragón; ha sido pregonero de las Fiestas del Agua de Ejea.

Lo llevo con mucha emoción, porque a mí, lo que más ilusión me hace y más me llega al alma es el reconocimiento de la gente. Soy muy poco de las vanidades y por eso me emociona mucho más -y lo digo con respeto- que me paren en la calle y me den las gracias porque se lo han pasado muy bien en la Expo que me den una medalla. Me encanta que la gente me recuerde así. Pero, claro, el reconocimiento de la tierra me llega, ¡cómo no!, sería estúpido por mi parte que no fuera así.