FRÍO

Ropa polar para trabajar en la intermodal

Varias de las estufas de la estación ni siquiera funcionaban ayer para combatir el frío que reina en su interior como cada invierno.

Dos pasajeros esperan abrigados en la estación de Delicias.
Ropa polar para trabajar en la intermodal
VíCTOR LAX

Visten ropa polar y trabajan entre estufas pese a estar a cubierto. Por increíble que parezca, no son castañeras sino las azafatas y azafatos del AVE que trabajan en un ambiente gélido en la estación intermodal de Delicias. Combatir el frío parece una tarea harto difícil para el ADIF, por lo que la empresa pública ha optado por equiparlos como si fueran montañeros, con mallas y camisetas térmicas y mullidas parkas. Así atendían ayer al público, que sufría con el personal el frío que reinaba en la terminal. No es una frase hecha, ya que en los baños se podía comprobar cómo salía vaho con tan solo abrir la boca.


Solo se estaba a gusto en la cafetería, convenientemente climatizada, donde se arremolinaba el personal de Renfe. En las salas de espera, el ambiente era soportable, aunque los viajeros no se quitaban ni los gorros ni las bufandas. Como los hermanos José Joaquín y María Pilar Bretón, que no podían entender el frío que hacía por mucho que viajen en tren y sufran habitualmente las duras condiciones de la terminal. "Hace un frío que pela. En los módulos de cristal aún se puede estar, pero en el vestíbulo no hay quien pare", señalaban.


Hasta para Anna, una polaca de Gdansk, la sensación térmica es peor en la zona de los andenes que en la calle, aunque sean las dos de la tarde. "La estación no está mal, es chula, pero cuando vengo aquí en invierno opto por vestirme con ropa de montaña", explicaba bajo varias capas polares.


Pero lo peor no era realmente el frío, sino que varias de las estufas instaladas en el vestíbulos de salidas y en los andenes para hacer más llevadera la espera ni siquiera irradiaban calor. Igual que uno de los dos radiadores eléctricos en los que se pertrechaba el personal de seguridad encargado del escáner de maletas. La imagen, todo un contraste en un imponente estación de hormigón blanco en la que se enterraron 240 millones de euros.


Una asidua viajera del AVE, Carmen Soler, decía haber perdido ya la cuenta de los catarros que se ha agarrado en la terminal. "El arreglo que hicieron no funciona. Pensaron mucho en la estructura, pero no en las personas que venimos aquí", sentenciaba.


A su lado, Isabel Lafuente esperab a su tren en el vestíbulo de salidas. Ninguna tenía ganas de bajar al andén, donde el frío aún era más intenso por las corrientes de aire. "Lo único que aportan estas estufas son consuelo, porque otra cosa...", se lamentaba Isabel antes de recordar que debía esperar una hora en el transbordo del autobús que le trae de Huesca con el AVE que le llevaría después a Madrid. "Y lo peor es que me quedo helada en invierno y cocida en verano", apostillaba.


A unos pocos metros, las azafatas 'picaban' los billetes parapetadas en los mostradores, en cuyos estantes escondían calefactores traídos de casa, de esos que generan aire caliente, para reforzar las insuficientes estufas de la empresa. Incluso una de ellas estaba fuera de uso y lucía un llamativo cartel casero a la vista de cualquier persona: "¡No enchufar! Se va la corriente".