M.ª PILAR y M.ª TERESA GRIMA, HERMANAS DEL ALCALDE DE FAGO

"Miguel iba siempre con la ley por delante. La ley lo mató y la ley lo reivindicará"

La familia rompe su largo silencio en esta entrevista para recordar la valía de Miguel Grima, por cuyo asesinato va a ser juzgado Santiago Mainar

María Pilar, a la izquierda, y María Teresa Grima, ayer durante esta entrevista.
"Miguel iba siempre con la ley por delante. La ley lo mató y la ley lo reivindicará"
juan carlos arcos

El silencio ha sido la tónica mantenida por la familia de Miguel Grima Masiá desde que este fuera asesinado el 12 de enero de 2007 con 50 años, cuando regresaba a su pueblo, Fago, tras haber estado en una reunión en Jaca. La suya ha sido una decisión consciente, pues entienden que son los tribunales, en los que tienen plena confianza, los que deben hablar. Eligieron a Enrique Trebolle como abogado, pero también como su portavoz para representar a su hermano y para reivindicar su figura. Ahora, a cuatro días de que comience el juicio, sus hermanas, María Pilar y María Teresa, aceptan salir a la palestra y poner palabras a sus sentimientos.

 

¿Por qué ha estado tan callada la familia Grima durante todo este tiempo?

Porque somos gente normal y porque no sabes a lo que te enfrentas. Quizás hemos estado retraídas, pero para eso estaba nuestro abogado, quien siempre nos ha recordado que un juicio no se hace en las televisiones, sino ante un tribunal.

 

Se habrán tenido que morder la lengua muchas veces.Sí, porque se han dicho muchas cosas que no son ciertas y porque se han contado otras sin contrastar. Eso que se ha dicho de que debía dinero, porque estaba endeudado por hacerse la casa rural, no era verdad. Mi hermano había recibido una herencia como nosotras y si invirtió más de la cuenta, lo estaba pagando, como cualquiera. Preguntad en Ansó si tiene deudas. Porque antes dejaba de comer que deber dinero a nadie.

 

Aprovechando su silencio, se ha presentado una imagen negativa de su hermano. ¿Se han sentido arropados o han echado en falta más apoyos?

Hemos tenido el apoyo de nuestros amigos. Del resto, no. La prensa ha sido muy, muy dura con nosotros. Sin saber o sin querer saber. Porque no somos solo la familia para preguntar, sino que había mucha más gente con la que se relacionaba Miguel. Ha habido muchos medios que se han quedado con el amarillismo y con una versión unilateral, sin contrastar. A un periodista le tuve que preguntar en qué fuentes había bebido para decir que mi hermano tenía una mente bipolar. ¡Es que eso es mucho decir! También contaron que se marchó al pueblo en busca del cariño que no había encontrado en casa? ¡Por favor! Seremos de todo, pero nuestra familia es como una piña.

 

¿Cómo era Miguel Grima?

Qué vamos a decir nosotras... Somos sus hermanas, pero Miguel era una persona honesta, que se daba a los demás. No era un dictador ni un facha. Ese coche Mercedes del que tanto se ha hablado, como si al hacerlo se identificara con un alcalde del PP, era de mi padre, que sufrió un ictus cerebral y ya no pudo conducir. Miguel lo llevaba por cariño, porque era de su padre, pero le costaba más mantenerlo que lo que valía. De hecho, tenía también una furgoneta, porque para moverse por el pueblo el coche no valía. La casa que pudo tener, se la hizo él y la familia de Celia (su mujer), que son gente muy preparada. Y se hicieron desde los tabiques hasta la electricidad.

 

¿Quizás era demasiado serio?

Para nada. Mi hermano era el gracioso de la familia, el que igual bailaba con mi madre haciendo el idiota que se disfrazaba de Papa Noel para hacer reír a nuestros hijos. Era esa persona humana, sentida? De la muerte hablábamos mucho y se reía de ella. Era un tremendista pero te hacía reír. Y era generoso. Mi madre siempre le decía: "Miguel, hijo mío, no vas a hacer casa nunca", porque mi hermano siempre tenía la casa llena de amigos. Él se justificaba a diciendo que estaba ayudando a uno o a otro. No lo digo como hermana pero, de verdad, era un Quijote.

 

¿Era feliz en Fago?

Sí, eran muy felices. Celia y él se fueron allí con 30 años. Pero mi madre ya le decía: "Este pueblo te traerá la muerte".

 

¿Y por qué pensaba algo así?

Porque en los pueblos, antes, por una linde o por cualquier cosa, siempre había problemas. Mi madre lloró cuando supo que se iba a vivir a Fago, y yo le pregunté por qué lloraba, si él era feliz allí. Era lo que quería, le gustaba la montaña, le gustaba el campo? Mi hermano no tenía ninguna necesidad de marcharse a aquel pueblo. Se fue porque quería hacerse una casita para ir los fines de semana, pero se enamoró de aquello y se quedó.

 

¿Era su hermano un político?

Creo que no. Él estaba por y para el pueblo. No estaba afiliado a ningún partido. Él me lo dijo, yo no quiero tener que depender de nadie ni acatar órdenes de un partido. De hecho, iba a dejar la alcaldía.

 

¿Por qué se presentó entonces a alcalde?

No, no se presentó. Lo hizo otra persona, una chica, pero dimitió. Y él, que estaba de segundo, accedió a la alcaldía. Estaba preparado, era joven, tenía ganas de hacer cosas. Antes las calles del pueblo estaban llenas de boñigas de vaca y ahora es como una casa de muñecas.

 

¿Y qué hizo su hermano por el pueblo?

Siempre se preocupó mucho por Fago. Llevó allí el teléfono, que fue mucho para un pueblo de 30 habitantes. Puso las luces en cada casa, buscó transporte escolar para dos niñas que iban a Ansó. Él que era agnóstico y llegó a ser recriminado por el cura, puso hasta las campanas. Porque ayudaba a cualquiera, lo mismo a un cura que a un budista.

 

Sin embargo, estaban en un pueblo ganadero y no dejaba pasar a las vacas por las calles...

Pero es que la calle Mayor de Fago no era una cañada, e hizo un camino por detrás para que pasaran. Lo que ocurre es que a él le gustaban las cosas en orden. Y aquí hay barrenderos, pero en un pueblo pequeño, si pasan las vacas y se cagan, no hay quien lo recoja después. Y allí se queda. Era Miguel Grima el que lo limpiaba.

 

¿Su carácter exigente le granjeó enemigos?

Pienso que también le mató ser tan riguroso en el orden, porque él decía: "Yo no me paso ni un milímetro fuera de la ley. Ni uno". Pero siempre con la ley por delante. Y la ley lo mató, pero la ley lo reivindicará.

 

¿Conocían ustedes sus problemas con algunos vecinos?

A Miguel, durante mucho tiempo, le estuvieron fustigando y acosando para que se fuera, para que se arrodillase. Pero él no se dejó, y no lo hizo con peleas, sino con la ley y los votos. Porque la gente estaba contenta, si no, no hubiera ganado en dos legislaturas con el 70%.

 

¿Su hermano era amigo de Santiago Mainar?

Eso se ha dicho mil veces, pero no es verdad. No eran amigos. Mainar llegó antes a Fago. Celia tiene la carrera de música, y una ex cuñada de Mainar estudió con ella. Y de ahí se conocían, nada más. Lo que pasa es que fueron a Fago como montañeros, con el padre de Celia, y se lo encontraron. Hablaron del lugar y como eran gente joven e idealista -porque para irte a un sitio así tienes que ser idealista, y tener una mujer que esté muy comprometida contigo- se quedaron. Miguel y Celia eran una pareja con muchas inquietudes. Aprendían inglés, francés y como ella toca el piano muy bien, mi hermano estudiaba clarinete. Vamos, que no eran ningunos ermitaños, salían bastante a menudo y, sobre todo, estaban siempre con mucha gente. Por supuesto, gente de sus mismas inquietudes. En Ansó, con el veterinario, con el médico, con el farmacéutico?

 

Ustedes no declararán en el juicio como testigos, pero su cuñada, Celia, sí. Será la primera vez que hable. ¿Está preparada?

Ella no quiere hablar de su marido para nada. Piensa que a nadie le importa cómo era. Celia dice: "Mi marido era mío y para mí. Yo no tengo que decirle a nadie si era guapo, si era alto, si?" No le importa que Zaragoza, España o el mundo sepan cómo era Miguel. El que lo conocía ya lo sabe. Celia y Miguel se levantaban y se acostaban juntos todos los días. Hace falta quererse mucho.

 

¿Qué pueden decir de la intuición de Celia, que aquella tarde dijo a Miguel que no fuera a la reunión de Jaca porque estaba mal?

Sí, Miguel tenía un problema de ciática y de huesos, herencia de mi padre. Muchas veces le acompañaba ella. Y yo me pregunto a menudo qué hubiera pasado si aquella noche le hubiera acompañado su mujer. Ya le habían cortado el líquido de frenos del coche, y aquella vez iban los dos juntos. Así que poco les importó eso, no se lo pensaron. Y desde entonces, Miguel guardaba los vehículos a cal y canto.

 

¿Cuándo sucedió aquello?

Unos meses antes. Pero no fue solo una vez, en otra ocasión también le rajaron las ruedas.

 

¿Les transmitía a ustedes esa inquietud?

Sí, claro. Pero cuando desapareció (dice Mª Pilar) yo estaba pasando una mala racha y me lo ocultaron. Cuando me lo comentaron, ya habían encontrado a Miguel muerto en una cuneta. A mí (cuenta María Teresa) me llamó Celia a las 12.30 del sábado diciendo que Miguel no había llegado a dormir. Estaba muy preocupada porque siempre era muy pesado en llamar. Entonces no pensé nada raro. Le dije que me llamara cuando supiera algo. Después, cuando iba con mi marido en el coche, Celia volvió a telefonear. "Ya ha aparecido Miguel", me dijo. Y yo, contenta, aún le dije: "¿Sí? ¿Dónde?" Su respuesta, y tengo las palabras grabadas, fue: "Está muerto". Se me cayó el teléfono de las manos, pegué un chillido, mi marido dio un volantazo, preguntando: "¿Qué pasa, qué pasa?" Aparcamos, salimos los cuatro que estábamos en el coche. Y yo solo repetía: "Está muerto, está muerto?" No creo que se me marche nunca ese recuerdo, ni quiero que se me marche.

 

¿Se ha arrepentido alguna vez Celia de haber ido a Fago?

No, no. Porque Miguel fue feliz en Fago. Y ella también. Cuando mi hermano terminó de trabajar en aquello de las bobinas, mi marido le dijo, vente a Zaragoza que tienes trabajo. Pero él dijo, prefiero ganar 10 pesetas en Fago que 1.000 en Zaragoza. Porque era un hombre muy dispuesto y organizado. "Todo lo faigo", decía. Era un manitas, igual te arreglaba un grifo que te hacía unas chuletas a la brasa? No se le ponía nada por delante.

 

¿Conocen ustedes a Santiago Mainar?

No. Es un hombre opaco, que no se relacionaba con nadie del pueblo. No lo conocíamos, pero a los del bar sí, y fue muy gordo. Estos llegaron a Fago con una tienda de campaña. Y como Miguel quería volver a hacer el pueblo grande, les ayudó. Mi hermano intervino para que les alquilaran una casa, les dio su colchón (que era mío), les dio pucheros, mantas, hasta pidió a los demás y le dieron una estufa eléctrica. Y esos señores pusieron después el cartel de 'Fago no es Nueva York' (por el precio que el alcalde fijó para unas mesas de terraza).

 

Su hermano no se amilanaba.

No. Él era muy tenaz en lo que creía que tenía razón. El día de nochevieja (11 días antes del asesinato), dijo que iba a venir a Zaragoza pero no lo hizo. Se levantó a las cinco de la madrugada para ver si el pueblo tenía agua. Estaba preocupado entonces por ese problema. Era su vida. Su vida y su muerte.

 

¿Qué esperan del juicio?

Tenemos plena confianza en la Justicia y en nuestro abogado. Además, jamás pensamos que la Guardia Civil iba a hacer el trabajo que ha hecho. Lo que le falló a este señor es que tiró el cadáver pensando que rodaría hasta el fondo y se lo comerían las alimañas. Pero se quedó en la cuneta. Y jamás pensó que por un hombre como Miguel Grima, que no era nada ni nadie, iban a mandar a lo mejor de la Guardia Civil.