Antxón Olabe: "Sin renovables vamos al peor escenario de la emergencia climática"

Este experto en economía ambiental y asesor ministerial, dirigió al equipo que elaboró el Plan Nacional Integrado de Energía y Clima 2021-2030 y la Estrategia de Descarbonizacion a Largo Plazo (2050).

Antxón Olabe estuvo en el ciclo de conferencias de la UIMP-Pirineos, en Huesca.
Antxón Olabe estuvo en el ciclo de conferencias de la UIMP-Pirineos, en Huesca.
Verónica Lacasa

Antxón Olabe (Eibar, 1955), experto en economía ambiental, fue asesor del Ministerio para la Transición Ecológica entre 2018 y 2020 en temas de cambio climático y energía. Dirigió al equipo que elaboró el Plan Nacional Integrado de Energía y Clima 2021-2030 entregado por el Gobierno a Bruselas, y también la Estrategia de Descarbonizacion a Largo Plazo (2050). 

Ha publicado varios libros, el último ‘Necesidad de una política de la Tierra. Emergencia climática en tiempo de confrontación’, del que habló el jueves en el ciclo de la UIMP en Huesca y que presentará el día 25 (19.00) en la Librería Cálamo de Zaragoza. Él defiende la transición energética hacia las renovables, en la que inevitablemente habrá "ganadores y perdedores", y las medidas de ahorro, que han llegado para quedarse. "No perdemos calidad de vida por apagar unas horas por la noche los escaparates".

La crisis energética por la guerra de Ucrania amenaza la economía mundial y vaticina una recesión en el 2023. ¿Usted cree, como el FMI, que lo peor está por llegar?

Los organismos internacionales y los expertos dicen que la recesión es bastante probable, pero también que será relativamente rápida, nada parecido a lo vivido entre 2008 y 2012 y en la covid. Cabe esperar que las turbulencias se atraviesen sin grandes destrozos en el tejido productivo y en la cohesión social.

Su trayectoria profesional ha pivotado en torno a la estrategia contra el cambio climático. Este verano nos hemos topado de bruces con él: olas de calor, sequía, incendios…

Está en juego el mantenimiento de las sociedades humanas por una alteración del clima que afecta a la agricultura, y por lo tanto a la alimentación, y al acceso al agua. La razón es sobre todo un sistema energético basado en combustibles fósiles. Hemos de transitar hacia energías limpias renovables, y eso llevará décadas. El actual sistema nos ha permitido desarrollo y prosperidad durante 250 años pero ha generado una crisis climática por las emisiones de gases de efecto invernadero.

¿Y cómo luchar contra el cambio climático cuando Europa hace los deberes pero no buena parte del resto del mundo?

Hace 10 años la respuesta internacional era más pobre. En 2015, en París, y en 2021, en Glasgow, se tomaron decisiones de gran envergadura. Ahora mismo, 140 naciones se han comprometido a transitar hacia la neutralidad en carbón en 2050 o 2060. Hay que cumplirlo pero se empieza por comprometerse. Si esas transformaciones se llevan a cabo, a finales del siglo XXI tendríamos un incremento de la temperatura de 1,8 grados sobre tiempos preindustriales. Sigue siendo excesivo, hay que luchar por 1,5, pero empezamos a ver cierta luz al final del túnel. No vamos a la velocidad que nos demanda la ciencia, pero tampoco sería justo decir que la comunidad internacional no se ha movido.

Ha codirigido el Plan Nacional Integrado de Energía y Clima 2021-2030. ¿Qué nuevo orden plantea?

Los europeos nos comprometimos a reducir las emisiones un 55% en 2030 respecto a 1990 y cada Estado ha planificado su sistema energético. España se ha marcado unos objetivos muy ambiciosos, por ejemplo, la reducción de las emisiones en un 35% entre 2021 y 2030, y un despliegue de las energías renovables, pero no solo en el ámbito de la electricidad, también en el transporte y la industria.

¿Las renovables son el único camino?

Son el camino fundamental. Siempre tenemos que empezar con el ahorro y la eficiencia, no se nos debe olvidar y menos en el actual contexto de crisis energética por la invasión rusa de Ucrania. Pero la única alternativa a un sistema basado en el carbón, el petróleo y el gas es el tránsito hacia las energías renovables.

En Aragón asistimos a un auge de proyectos de parques solares y eólicos, contestados en algunos territorios. Hay zonas rurales que ven peligrar su fuente de vida, el paisaje. ¿No hablamos de una nueva amenaza?

No. Conozco este problema en Aragón, que se repite en otras zonas. No hay alternativa para sustituir las energías fósiles que no pase por las renovables, no la hay. La emergencia climática ya está aquí, como usted ha dicho lo hemos visto este verano de manera contundente en Aragón en forma de olas de calor, incendios y sequía. Lo que hay que hacer es dejar fuera de las zonas de planificación los espacios naturales sensibles (Red Natura 2000, ecosistemas con una gran biodiversidad o con valor paisajístico). Pero dicho eso, no podemos ponernos palos en las ruedas respecto a la única solución para descarbonizar el sistema. Nos estaríamos condenando a los peores escenarios de la emergencia climática. Aragón y España tienen mucho territorio, suficiente para compatibilizar un despliegue importante de las renovables con la preservación de los espacios naturales.

Dirigió también el equipo que elaboró la estrategia de descarbonización. Ha tenido consecuencias devastadoras en las cuencas mineras aragonesas. ¿Solo se podía hacer así?

España ha sido felicitada en dos ocasiones por las Naciones Unidas por estar haciendo la transición energética bajo criterios de transición justa. Ha retirado 6.000 megavatios de centrales térmicas de carbón en Aragón, Asturias y Castilla y León prácticamente sin conflictividad social. ¿Por qué? Porque se ha hecho acordándolo con los actores sociales y los gobiernos… poniendo mucho dinero encima de la mesa. La transición energética se ha hecho en un clima de paz social porque el concepto de transición justa era prioritario.

Andorra, por ejemplo, ve desaparecer la central térmica, y con ello su principal motor económico, para sustituirla por varios cientos de hectáreas de placas fotovoltaicas. ¿Es el paradigma de la transición energética?

Es un buen ejemplo. No podemos ser ingenuos y pensar que una transformación tan poderosa como es cambiar la base energética de la economía se iba a hacer sin ganadores y perdedores. Los empleos que creará la transición energética en España son muchísimo más numerosos que los que se pierden.

¿Hasta qué punto la crisis energética causada por la guerra de Ucrania ha obligado a dar marcha atrás a la descarbonización? Alemania y otros países, incluso España, se plantean volver a utilizar centrales térmicas.

En el corto plazo sí está suponiendo un cierto retroceso. Y al mismo tiempo la atención de los responsables políticos se ha desplazado a la invasión rusa. Pero en el medio plazo la crisis de Ucrania acelerará la transición.

El gas y el petróleo hacen dependientes y vulnerables a algunos países, pero son autosuficientes con el sol y el viento.

Los europeos hemos visto que somos vulnerables al depender de las importaciones de gas y petróleo. Esta lección también la aprenden otras grandes economías como China o de India. Es una vulnerabilidad estratégica que afecta a tu propia seguridad.

¿Cómo valora las medidas de ahorro del Gobierno? ¿Nos tenemos que acostumbrar a ver menos iluminados los escaparates y a poner la calefacción más baja?

Son medidas que han venido para quedarse porque tienen una base desde el punto de vista de la seguridad energética y la acción climática, y mucho sentido económico. No perdemos calidad de vida por que los escaparates estén apagados entre las once de la noche y las nueve de la mañana. No tenemos necesidad de calentar los hogares más allá de 21 grados, nos podemos poner un jersey… Hay cosas de sentido común, buenas para el bolsillo del ciudadano, las familias y las empresas. Lo anterior era un despilfarro y la crisis energética nos ha puesto el problema encima de la mesa.

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