El viaje más difícil de Vitaliy para salvar a su hermano de la guerra

El joven Vitaliy Pueyo, adoptado por su familia de acogida en Huesca, viaja con el convoy de policías que se dirige a la frontera polaca para intentar rescatar a varios familiares.

Vitaliy, en medio sentado en el banco, con el resto de componentes del convoy, en una de las paradas.
Vitaliy, en medio sentado en el banco, con el resto de componentes del convoy, en una de las paradas.
Heraldo

Un papel perdido en el caos de los bombardeos; dos hermanos, uno en España y otro en Ucrania, que ansían encontrarse en la frontera; y un viaje de rescate emprendido gracias a la solidaridad de un grupo de policías. Detrás de cada historia de los refugiados de la guerra hay un drama personal y un camino abierto a la esperanza. Vitaliy, ucraniano de nacimiento y oscense de adopción, se dirige a la frontera de Polonia para intentar salvar a su hermano biológico, residente en Ucrania, y a otros familiares. Viaja con el convoy de policías nacionales que salió la madrugada del lunes de Huesca y tiene previsto llegar este martes a su destino, la ciudad polaca de Przemsyl. 

Vitaliy ha recorrido muchas veces los más de 3.000 kilómetros que separan Huesca de su país natal. Llegó por primera vez con 7 años para pasar unas vacaciones y repitió cada verano y cada Navidad, hasta que se quedó en España a estudiar y finalmente lo adoptó su familia de acogida en la localidad de Torralba de Aragón. Sus apellidos, Pueyo Lloret, revelan esta trayectoria vital.

Este joven asentado en Huesca ha emprendido ahora el que quizá sea su viaje más difícil para intentar rescatar a varios familiares, entre ellos a su hermano biológico, con la angustia de no saber si podrá traerlo. Está exento del servicio militar por un problema cardíaco pero ha perdido el certificado en el caos de los bombardeos.

Vitaliy ya estuvo en la frontera de Polonia hace unos días, con un convoy de una ONG de Barcelona, como traductor. Ahora vuelve con la denominada Operación Azul Huesca-Ucrania, organizada por policías de la comisaría, que partió a las 5.30 del lunes con 11 personas en cuatro furgonetas. Van agentes a título particular, dos empleados del concesionario de Volkswagen, que les ha prestado un vehículo, Vitaliy y su pareja,  enfermera.

“Es terrible lo que se ve allí. Hay que ser fuerte, resulta difícil de explicar”, cuenta de su primera experiencia en la frontera este trabajador del sector de climatización de 32 años que ha echado raíces en Huesca. En su viaje anterior, hace dos semanas, fue como voluntario para acompañar a dos autobuses de familias programados desde la embajada española con destino a distintas ciudades españolas.

Los policías de Huesca contactaron con él para aprender de su experiencia y para proponerle que los acompañara como traductor. “He conseguido que parte de mi familia llegue a la frontera con Polonia y si consiguen cruzar a tiempo se vendrán con nosotros. Si no, me tendré que quedar allí a esperarlos”. Su hermano biológico reside en una ciudad cercana a Kiev. También pasó sus vacaciones en España un par de años, “pero era más mayor y ya estaba acostumbrado a su vida de allí”.

Está en la frontera desde el domingo, pero la restricción de salida para los varones le impide cruzar. “No les permiten irse del país a no ser que tengan un justificante con mucho peso que les exima del servicio militar, una minusvalía o menores a su cargo. Aún no sabemos si va a poder porque él en teoría está exento del servicio militar pero el certificado que le dieron entonces lo perdió en un traslado estos días. Se tuvieron que mover de un sitio a otro por los bombardeos y la documentación y muchas otras cosas se quedaron en el camino. A ver si nos podemos reunir y que vuelva con nosotros a Huesca”, explica de camino a la frontera. Confía en que alguna oficina pueda tramitarle el papel que perdió, “pero en esta situación de guerra está todo cerrado y no tienes dónde acudir”.

Una imagen de la salida hacia Polonia del convoy fletado por agentes de Policía de Huesca.
Una imagen de la salida hacia Polonia del convoy fletado por agentes de Policía de Huesca.
Heraldo

Además de a su hermano han ido a buscar a las mujeres de sus dos primos hermanos y a sus hijos, residentes en Kiev, que Vitaliy y su pareja acogerán en su casa. “Escaparon de la capital por los bombardeos y se quedaron en la ciudad donde vivía mi hermano. Cuando hablé con ellas les propuse que se vinieran, que se acercaran a la frontera y yo alquilaría una furgoneta para ir a buscarlas”. Ese era su plan, que cambió para traerlas con el convoy fletado por los policías. “Sobre todo queremos que las niñas salgan de allí y no tengan que ver la guerra”.

En Ucrania viven bajo el miedo y la incertidumbre, relata. “No saben qué futuro les va a esperar. Se han quedado sin trabajo y el día de mañana no saben qué pasará. Han perdido su casa, ¿dónde van?”. Vitaliy teme que la guerra “vaya para largo” porque Putin, añade, no parece verse afectado “por la destrucción de familias y vidas”.

La caravana de la Operación Azul llegará este martes por la mañana a Polonia para dejar el material en el almacén de una ONG que lo introducirá en territorio ucraniano. “La idea era ir a Varsovia y depositarlo en Cáritas, pero los almacenes en Polonia están colapsados”, señala Joaquín Honrado, uno de los policías. Ya han contactado con familiares de ucranianos residentes en Huesca para traerlos. "Serán 10 personas, pero estamos a la espera de que una mujer con seis hijos pueda llegar a Polonia. Ya ha salido de Kiev. Hay otra familia de cuatro personas que llevan bastante tiempo en Przemsyl esperando”. Los agentes de Huesca se mantienen en contacto con otros policías de Zaragoza que también viajan a Ucrania, “por si nos tuviéramos que ayudar”.

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