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Primera ascensión de la historia al Aneto en bicicleta (de ruedas gordas)

El montañero oscense Alberto Lafarga acaba de marcar un nuevo hito hollando el techo de los Pirineos con su 'fatbike' al hombro. 

Una travesía de 11 horas y media de duración para recorrer una distancia total de 24,30 kilómetros con un desnivel acumulado de 1.720 metros. Estas son las grandes cifras que resumen la hazaña de Alberto Lafarga, un montañero oscense de 42 años que acaba de marcar un nuevo hito en la historia del Pirineísmo: realizar la primera subida en 'fatbike' al Aneto, el techo de los Pirineos, para luego emprender el descenso también montado en esta misma bicicleta de montaña de 12 kilos de peso y con ruedas 'gordas' diseñadas para terrenos como nieve, lodo, arena o rocas sueltas. 

Una proeza solo comparable, quizá, al que protagonizaron en el verano de 1968 seis jóvenes de Benasque, que subieron al Aneto un vespino a sus espaldas, aunque en aquella ocasión estaba desmontada en piezas para repartirse el peso y no fue para utilizarla como vehículo sino solo con la intención de llamar la atención e impedir que una conocida marca realizara una acción promocional con una moto en esa misma cima.

En el caso de Alberto Lafarga, no le ha movido ningún interés comercial ni nada por el estilo. Solo ha querido hacer realidad uno de esos pequeños sueños que ha ido teniendo en los últimos años y de lo que ha ido dando cuenta a través de su página web www.soloquedalopeor.com, donde narra sus experiencias en la montaña, el esquí de travesía, el descenso de barrancos o la escalada. Y es que es un enamorado de todas las actividades en la naturaleza. 

La gesta ha sido solo el final de una aventura que ha estado madurando durante casi tres años, desde que se compró su 'fatbike'. "Empecé a ver que iba muy bien por todos los terrenos y se me pasó por la cabeza ¿por qué no un día el Aneto? Sabía que tenía que ir cogiendo experiencia para ver qué tal respondía la bici y poco a poco vi que era posible", recuerda. Ya había subido en verano, en invierno, andando o con esquíes así que "solo me faltaba en bici". Y la "prueba de fuego", que fue la ascensión al pico Mulleres, de 3.011 metros, resultó un éxito. 

Así, el pasado 21 de marzo, a las 6.15, salió desde el hospital de Benasque acompañado por dos amigos, Jorge García Prados y Alberto Herrerías, que realizaron el mismo recorrido pero con esquíes de travesía. Después de subir los 8 primeros kilómetros pedaleando, continuó con la bici a hombros otros 4, porteándola durante seis horas.

Y eso que las condiciones fueron muy desfavorables, como recuerda Alberto Lafarga. Una semana antes, estuvo en la zona y decidió adelantar el intento porque la situación era "ideal". Sin embargo, una nevada lo cambió todo "y lo que iba a ser una subida porteando la bici y andando cómodamente con crampones, se convirtió en algo muy duro porque había dos palmos de nieve polvo recién caída y me cansaba mucho abriendo huella". La bajada tampoco fue buena porque "estaba muy resbaladiza". De hecho, reconoce que si hubiera emprendido la hazaña en solitario, habría abandonado y lo habría dejado para otro día. 

Pese a todo, consiguió llegar al conocido paso de Mahoma, el último obstáculo antes de hacer cima. Este montañero oscense confiesa que, si hubiera sido por él, no habría llegado con la bici hasta la cruz del Aneto "porque para mi, lo que tenía valor era bajar desde allí arriba montado en bici porque no busco ningún reconocimiento". Sin embargo, uno de sus acompañantes, Alberto Herrerías, le convenció y fue este el que hizo el último porteo para cruzar este peligroso desfiladero y llegar hasta la cima. 

Tras tomarse una fotografía para la historia, Herrerías volvió a cargar la bici en la mochila y cruzó de nuevo el paso de Mahoma y desde allí, Alberto Lafarga se montó en su 'fatbike' para bajar por esa pista de patinaje gigante subido en su bici durante 9 de los 11 kilómetros del descenso en una hora y 20 minutos. Para ello, se ayudó de un invento propio y más barato que una rueda de clavos: unas cadenas que colocó en la rueda delantera para ganar control en el descenso. "Porque una de las cosas que he visto en estos años es que cuando bajas por el monte por la nieve se trata de coger la línea de máxima pendiente y dejarte caer controlando la velocidad como puedas, y teniendo cadenas delante retienes mucho más y te puedes lanzar por pendientes más pronunciadas", explica.

Han pasado ya unos días de la hazaña y confiesa que cuando estaba allí, sufriendo, pensaba que sería la primera y la última vez que se embarcara en esta particular ascensión al Aneto. Y aunque sigue teniendo claro que si se repitieran las mismas condiciones del terreno no volvería, "una vez descansado y pensándolo, la verdad es que tengo ganas de volver para hacerlo bien porque me ha servido para aprender un montón y ahora no haría cosas que hice y sí otras que entonces no se me ocurrieron". Y es que se toma cada experiencia como un aprendizaje continuo.

Si alguien quisiera emular su gesta, les recomienda ante todo que no lo hagan directamente con el Aneto, sino que empiecen "poco a poco" y, al igual que ha hecho él, vayan "quemando etapas". "Pero desde luego es posible porque yo lo he hecho y no soy ningún superhéroe", señala. Y da un último consejo: "Que coman muchos macarrones".

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