PAISAJES

El río Vero, un curso de agua especial

Los valores naturales del Vero, una arteria fluvial histórica, están reconocidos por el Parque Natural de la Sierra y de Guara.

Un niño disfruta de la naturaleza a las orillas del río Vero, cerca de Alquézar, junto a la cueva de Picamartillo.
El río Vero, un curso de agua especial
EDUARDO VIñUALES COBO

En la provincia de Huesca tenemos ríos especiales. Si nos dijeran de quedarnos con uno de ellos, de elegir lo mejor de lo mejor, sería difícil decantarse por una muestra. Pero a buen seguro que en la lista de los destacados estaría el río Vero, una arteria fluvial histórica y natural que articula un territorio que abarca parte de la Sierra de Guara, naciendo en el Sobrarbe y que tras recorrer parte del Somontano desemboca en el río Cinca, a la altura de Barbastro, en el paraje conocido como La Boquera.


El Vero es el corazón del Parque Cultural que lleva su nombre, territorio que constituye un punto de encuentro de culturas y de historia, un paisaje humanizado -en mayor o menor medida- y que se despliega con el curso del río como espacio articulador que ha servido de vía de comunicación y de trasiego para las gentes que desde antaño han poblado la sierra. Pero en lo cultural es la época de la Prehistoria la que centra gran parte de las miradas y atenciones, ya que el conjunto de arte rupestre de esta parte de la Sierra de Guara resulta excepcional. En este entorno se dan cita todos los estilos clásicos de la Prehistoria en la Península Ibérica: Paleolítico -entre los años 40.000 y 10.000 a.C.-, Levantino -entre el 8.000 y el 3.000 a.C.- y Esquemático -entre el 5.000 al 1.500 a.C.- En total hay más de sesenta abrigos y cuevas pintadas.


Desde el punto de vista natural, el río Vero presenta tramos fluviales de gran interés: nace en el entorno de bellos pueblos de piedra de la cara norte del Parque Natural de la Sierra y Cañones de Guara, y pasa por debajo de Lecina, localidad que cuenta con un magnífico árbol milenario, una carrasca o encina símbolo de la comarca de Sobrarbe. Más adelante, a partir de un antiguo molino, el agua se encajona entre altas paredes, en un abrupto cañón labrado por las aguas donde no faltan pozas y badinas, saltos de agua y remansos, cuevas con pinturas rupestres ? creando todo un mundo singular de luces, penumbras, vegetación colgante ? y así originando un jardín natural por el que cada año descienden miles de barranquistas.

Más abajo, el Vero pasa a los pies del altivo castillo-colegiata de Alquézar por el puente de Villacantal, la cueva de Picamartillo, las pasarelas colgantes del Vero y la central hidroeléctrica. A partir de aquí el río se merece un descanso de gentes, y así, bajo los arcos del puente de Fuendebaños, entre moles de conglomerado, se pierde discurriendo por parajes tranquilos donde vuela el alimoche, nada la nutria y salta de roca en roca el mirlo acuático. Y en las paredes siempre existe el privilegio de poder observar la silueta del treparriscos, el águila azor-perdicera y el águila real, en una comarca cada vez más implicada en dar cuerpo a un turismo ornitológico de calidad. Pasando Huerta de Vero, Pozán de Vero y Castillazuelo el Vero discurre entre sotos, huertas, viñedos y olivares para finalizar en La Boquera, lugar también de extraordinaria riqueza faunística.


El río Vero es parte importante del Parque Natural de la Sierra y los Cañones de Guara, y a su vez parte esencial del Parque Cultural del Vero, innovadora figura que pretende aunar la protección del patrimonio natural y cultural con su divulgación y el desarrollo de los pueblos. Y por eso cualquier actuación humana moderna -infraestructuras y nuevos equipamientos turísticos- en estos paisajes especiales debe ser estudiada con mucho tiento y cuidado para no estropear la esencia de un espacio dedicado a la ciencia, la cultura, el deporte, el ocio, el aprendizaje y, por encima de todo, la preservación de un paisaje y una naturaleza destacada, de primer orden, que no debería quedar nunca soslayada en un segundo plano.