SD HUESCA 0 - 0 tENERIFE

La falta de gol castiga otra vez al Huesca

Los azulgrana no pueden con el colista y encadenan su tercer empate a cero en un Alcoraz que no ha visto ganar a los suyos

Juanjo Camacho dispara a puerta en una de las ocasiones más claras del Huesca ayer. El defensa del Tenerife Luna rechazó la pelota cuando ya entraba.
La falta de gol castiga otra vez al Huesca
RAFAEL GOBANTES

El atasco del Alcoraz llega ya hasta la Plaza de Navarra. No hay forma humana de que el Huesca gane sus partidos en casa, ni por activa ni por pasiva, ni por lo civil ni por lo criminal. La falta de gol se ha convertido en tradición. Otro empate a cero, el tercero consecutivo. Ayer ante el Tenerife, colista con baja autoestima a pesar de lo temible de su cartel. Se podrá hablar de la falta de fortuna, de que no hay instinto asesino o de lo que cuesta dar la vuelta a las dinámicas. Es difícil de explicar y de entender. Basta quedarse con que los azulgrana completaron un partido más que potable durante sesenta minutos, pero se ha de remarcar que el equipo se está estancando en la zona baja y que la única forma de escaparse es con victorias. Llegarán, aunque es imprescindible mejorar ese balance de cuatro puntos de 18 posibles en la capital.Cinco ocasiones claras, clarísimas, en la primera media hora. Ningún gol. Este bagaje desautoriza cualquier comentario pretendidamente ingenioso e invita a ceñirse a los hechos en la búsqueda de un porqué. Al comienzo, Molinero estrelló la pelota en el larguero de Aragoneses. Y en seis minutos se acumularon cinco ocasiones más. Camacho recibió un envío lateral de Gilvan y entró como un cometa en el área tinerfeñista para armar un tiro que gritaba gol hasta que topó con el cuerpo de Luna.

Después, Echaide probó a la media vuelta. A continuación Gilvan preparó una gran bola, con su malicia habitual, que no pudo aprovechar Molinero. El brasileño echó más madera e inició una cabalgada desde el centro del campo entre trompicones, regates y picardía para llegar a la meta contraria, sortear al portero y acabar en la nada. Un último intento del extremo obtuvo una segura respuesta del cancerbero. Fue un inicio de partido exorbitante y, una vez más, sin la bien merecida recompensa. El Alcoraz tocó a rebato para aplastar al colista, se llamase Tenerife o menganito, impusiese más o menos respeto.

Onésimo había introducido cambios. El intuido de Jorge Galán en el lugar de David Bauzá, lo que propició la deriva a un esquema 4-4-2, con Sastre y Helguera en la dirección más Camacho y Gilvan en los extremos. Ya se dijo que los dos arietes se necesitan el uno al otro. Estaba claro que Galán se iba a dejar la piel y la hiel en su segunda oportunidad como titular. Paradójicamente, ninguno disparó a puerta en la primera mitad. Sí abrieron espacios a sus compañeros, como demuestran las acciones antes referidas. Se necesita tiempo para que esta alianza cuaje.

Son elecciones de un Onésimo que se ha mostrado intuitivo y acertado a la hora de gestar cambios drásticos. El de ayer se entiende con el ánimo de aprovechar la endeblez defensiva del Tenerife, evidente a pesar de que Juan Carlos Mandiá tejiera una maraña que el Huesca tardó menos de diez minutos en despejar. Los azulgrana no desarrollan un fútbol virtuoso, ni maldita falta que hace. Pero saben leer al rival para buscar sus puntos flacos.

Los canarios se aferraron a las contras. Así sí son peligrosos. La velocidad de Juanlu y Julio Álvarez puso en algún compromiso a los laterales. Un cabezazo de Nino, una llegada de Prieto y una doble ocasión que encontró las manoplas de Andrés primero y el corte de Marcos posteriormente fueron todo. También se ha de decir que el último cuarto de hora antes del descanso fue algo más plácido para los tinerfeños.

La reanudación de las hostilidades redundó en lo ya visto. Un misil de Gilvan y un cabezazo de Roberto elevaron el quiero y no puedo a rango de ley. El último error que se debía cometer era que apareciese la ansiedad de querer cocinar un caldo y no tener agua. El Tenerife trató de aprovechar este peso psicológico estirando unos centímetros su ambición y Echaide sacó un gol claro de Natalio ante la salida infructuosa de Andrés. Se equilibraba el fútbol. Galán llevaba un tiempo sumido en la intrascendencia y Roberto no era capaz de obtener ventajas.

Onésimo escogió a Jokin como acicate. Fuera Roberto. Galán se ubicaba como referencia arriba y Camacho como enganche. Un 4-2-3-1 que dejaba atrás lo antes expuesto en pos de maniatar a un enemigo más suelto. Julio Álvarez, en el extremo opuesto, pudo gritar gol, pero Corona sacó su chut de malas maneras y la pelota dio en el larguero. Pero lo sacó. El míster no se fiaba de este panorama y con Bauzá regresó a la esencia del éxito, aquel 4-3-3. Dos movimientos en cinco minutos con Camacho como habitual chico para todo. Fue el tramo en que más amenazó el Tenerife. Y la metamorfosis se culminó en el 78, con Óscar Vega por Galán. El camino a la portería de Aragoneses se extravió en la lejanía y las sustituciones no pusieron remedio, con el bloque quizá desorientado. Un par de avisos más finiquitaron la tarde. Tiene razón Onésimo: más no se puede hacer. Solo una cosa. Ganar partidos o sufrir.