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Trasplantado de corazón: “Estoy vivo porque una familia dio un paso valiente en un momento muy crítico”

José María Merchán Donaire, de 60 años, recibió un corazón en agosto de 2015 tras dos intentos en los que no llegaron a operarle. Cada día agradece el altruismo de los donantes.

Jorge Carrasco, presidente de la Asociación aragonesa de enfermos y trasplantados de corazón y José María Merchán, trasplantado desde hace nueve años
Jorge Carrasco, presidente de la Asociación aragonesa de enfermos y trasplantados de corazón y José María Merchán, trasplantado desde hace nueve años
Oliver Duch

El próximo agosto hará 9 años que José María Merchán Donaire, de 60 años, recibió un corazón después de dos llamamientos fallidos para pasar por quirófano. Nunca se imaginó este final cuando en 2013 le recomendaron ir al médico de cabecera en una revisión en el trabajo. Ni tampoco que llegaría un día en el que estaría tan agradecido a los familiares que aceptaron la donación de este órgano tras perder a un ser querido, en el que seguro sería uno de los momentos más tristes y difíciles de su vida.

Junto a otros miembros de la Asociación aragonesa de enfermos y trasplantados de corazón, entre los que se encontraba su presidente Jorge Carrasco, ha participado este martes en el acto de lectura del manifiesto con motivo del Día Nacional del Donante de Órganos, Tejidos y Células que se ha celebrado en el centro Joaquín Roncal de Zaragoza.

Reconoce que cuando empezó a sentir algo de fatiga en el trabajo, corría el año 2012, no le dio más importancia y no podía imaginar la que se avecinaba. “Me cansaba un poco, pero tampoco le daba mayor importancia. Un día en un reconocimiento en el trabajo me dijeron que fuera al médico de cabecera para que me hiciera un electro porque salía algo que no estaba bien”, recuerda. Aún esperó a tener tiempo en las navidades. El facultativo del centro de salud le derivó al cardiólogo y empezó a ser consciente de que podía ser una dolencia grave.

Todo se precipitó cuando le dio “un jamacuco” en su puesto de trabajo, acabó hospitalizado en el Miguel Servet y salió de él con un desfibrilador implantado. Las cardiólogas que llevaban su caso enseguida le pusieron en lista de espera para un trasplante “porque iba empeorando, mi fuerza de ayección era muy bajita, me cansaba y enseguida me fatigaba”, cuenta. La palabra suena “muy gorda”, pero se convierte en la única salida: “Es duro porque no lo asimilas, lógicamente, pero claro, cuando estás tan mal, dices, bueno es una puerta”.

"Cuando al final no puede ser es un 'shock' brutal"

Estuvo 28 pendientes de recibir un corazón. Lo peor llega cuando, como en su caso, hasta en dos ocasiones se preparó para pasar por el quirófano y la intervención se frustró. “Cuando te llaman porque hay un donante y al final no puede ser es un ‘shock’ totalmente brutal”, afirma. El corazón gracias al que celebra dos cumpleaños cada año es fruto del “tercer llamamiento” como él dice. La primera vez el equipo determinó que el órgano no valía y la segunda sufrió una parada.

A la tercera fue la vencida y actualmente se encuentra “muy bien” con algunos “achaques porque al final la edad es la que es y la medicación desgasta un poquito los huesos, que es uno de los problemas que solemos tener”. Lleva una vida “más o menos normal”, con sus “limitaciones lógicas”, siguiendo a rajatabla la medicación y las indicaciones que le dieron en la rehabilitación cardíaca y con revisiones cada tres meses.

En el Día del Donante de Órganos, Tejidos y Células solo tiene palabras de agradecimiento: “Estoy vivo porque una familia dio un paso valiente en el momento crítico de decirle que un familiar está muerto. Al final es muy duro el paso ese entre se ha muerto mi hijo y voy a donar sus órganos para que vivan otras personas. Hay que estar muy preparado. La verdad es que hay muy pocas negativas y en el tema del corazón la donación es fundamental para la supervivencia”.

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