entrevista

Antonio Longarón: "Nunca sabes cuánto se puede complicar un caso de desaparición"

Como jefe de la Unidad Delincuencia Especializada y Violenta (UDEV) de la Jefatura Superior de Policía de Aragón, Longarón es responsable del Grupo de Desaparecidos.

Antonio Longarón, jefe de la UDEV de la Policía Nacional en Aragón.
Antonio Longarón, jefe de la UDEV de la Policía Nacional en Aragón.
Guillermo Mestre

El año pasado se investigaron más de medio millar de avisos por desaparecidos en Aragón. Parecen demasiados.

Yo no miro los números. Creo que es un problema que se mantiene. Y no hemos detectado un incremento ni un descenso especial en cuanto a las denuncias.

La mitad fueron casos relacionados con adolescentes. ¿Son investigaciones más sensibles?

Se califican de alto riesgo porque son menores de edad, pero la verdad es que suelen ser desapariciones habitualmente más fáciles de resolver. Están más relacionadas con lo festivo, las ganas de experimentar propias de la edad... Por lo general, a las pocas horas o como muy tarde a los pocos días se produce el reintegro del chico o la chica a sus padres.

Y ¿qué pasa con el resto? ¿Por qué desaparece la gente?

Puede haber distintos motivos. Lo que más hemos detectado nosotros son problemas económicos o sentimentales, e incluso las dos cosas a la vez. Otras desapariciones frecuentes y que nos ponen muy en alerta son las de personas mayores que tienen alzhéimer o alguna enfermedad. Estas sí que resultan bastante más complicadas de resolver.

¿Se intuye pronto cuando una desaparición puede acabar mal?

Todas las desapariciones son inquietantes. Nunca sabes cuánto se puede complicar un caso.

El caso de la mujer de 84 años hallada muerta bajo la lápida de una tumba de Torrero tres meses después de su desaparición nos dejó a todos helados.

Desde el minuto uno supimos que podía tratarse de un caso de alto riesgo e hicimos absolutamente todo lo posible por encontrarla. Habíamos hecho varias batidas por el cementerio y los Pinares de Venecia, porque nos constaba que iba mucho por allí. La semana siguiente a su aparición teníamos preparada otra. Pero es que antes    hicimos búsquedas increíbles por otras zonas con perros, drones, helicóptero... Lo que ocurre es que cuando alguien no quiere ser encontrado y se oculta deliberadamente, no se le va a encontrar. Y cuando se le localiza, suele ser por casualidad.

Las estadísticas revelan que nueve de cada diez desapariciones son voluntarias. ¿Cómo se explica a alguien que su marido, su mujer, su hijo o su ser querido se ha marchado y no quiere volver?

El shock inicial es inevitable, porque cuesta asimilar que una persona tan próxima pueda desaparecer de repente de tu vida. Dentro de ese trauma emocional, hay gente que comprende nuestro trabajo y lo valora. Pero también hay quien piensa que a lo mejor no hemos hecho lo suficiente. Lo que está claro es que nosotros no podemos obligar a una persona adulta a volver a casa si no quiere.

¿No cabe ahí ningún tipo de negociación? Aunque solo sea para tranquilizar a su familia.

Estamos obligados a respetar la voluntad de esa persona. A menos que se trate de incapacitados judicialmente, son adultos y tienen derecho a tomar sus propias decisiones. Al hacerles ver que hay alguien preocupado por ellos, unos nos piden que les digamos que están bien pero sin revelar donde están. Pero hay otros que ni eso.

Es muy duro.

Es muy doloroso para el que espera, soy consciente. Pero es la vida de cada uno y a nosotros como investigadores no nos queda otra que aceptarlo y comunicarlo a sus familias.

El ministro Marlaska anunciaba hace poco más ayuda psicológica para estas familias.

Cualquier tipo de apoyo será bueno, porque vemos que hay gente que sufre de forma increíble. Cuando el dolor se cronifica te arruina la vida. Por eso para mí, como policía, las desapariciones son lo más importante. Y nunca, nunca dejamos un caso aparcado.

También tiene que ser muy gratificante dar buenas noticias.

Por supuesto. Recuerdo un caso en un pueblo en el que con ayuda de la Guardia Civil logramos llegar justo a tiempo, cuando el desaparecido estaba a punto de quitarse la vida. De alguna manera, le dimos una segunda oportunidad. Y esa persona se mostró luego superagradecida. Por desgracia, en otros casos ha sido imposible localizar a ese familiar querido y para nosotros es una ruina.

Me consta que el gran trabajo que hacen aquí no ha pasado desapercibido en Madrid.

El Grupo de Desaparecidos de Zaragoza es hoy un referente nacional. Nos preguntan cómo lo hacemos. Y yo creo que es clave la rapidez con la que iniciamos todas las investigaciones. La efectividad es brutal y nos provoca una satisfacción enorme. Al margen de que lamentablemente no todos los casos tengan el final deseado

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