Discriminación a personas con discapacidad física: "Llegué a pensar que no podía volver a trabajar otra vez"

Mª Asunción Hernández tiene reconocida una discapacidad del 55% especialmente por una pérdida de audición, una circunstancia por la que se sintió rechazada en su puesto de trabajo.

Mª Asunción Hernández en la ortopedia en la que trabaja desde el pasado noviembre
Mª Asunción Hernández en la ortopedia en la que trabaja desde el pasado noviembre
Oliver Duch

Hace ya dos décadas Mª Asunción Hernández empezó a notar que desde el otro lado del mostrador no oía bien y la pérdida de audición fue a más. Hoy tiene 57 años y reconocida una discapacidad del 55%, especialmente por esta circunstancia. La suya es una historia de adaptación a una discapacidad sobrevenida, como le ocurre a siete de cada diez personas de este colectivo, y de reinventarse profesionalmente tras sentirse rechazada.

"Trabajaba en una administración de fincas a media jornada y pedí completa. El jefe y todo el mundo sabían mis circunstancias. De hecho, para atender bien las llamadas telefónicas que eran constantes planteé llevar auriculares dobles y nos los pusieron", explica. Los problemas con un compañero de la misma sección surgieron porque entre sus tareas no estaba asistir a las reuniones de comunidades de vecinos, "no podía seguirlas, lo intenté, pero en las conversaciones en grupo me pierdo".

Aguantó "descalificaciones personales y gestos despectivos" porque necesitaba el sueldo para vivir. Cuando esta empresa se fusionó y se trasladaron a otra sede a finales de verano del año pasado, al rato de llegar a la que iba a ser su mesa, el nuevo propietario, "con el que ni siquiera había hablado", le comunicó que prescindía de ella. Tiene pendiente el juicio por despido improcedente.

La mejor terapia, sus nuevos compañeros

Quedarse en el paro fue un golpe muy duro que le influyó psicológicamente. "Llegué a pensar que no podía volver a trabajar otra vez porque me creía que todo lo hacía mal", cuenta. Empezó a hacer un curso de gestión de datos en la Fundación Dfa (entidad que atiende a las personas con discapacidad física) y le salió un empleo en la ortopedia que gestiona. Trabaja en ella desde el pasado noviembre y ha recuperado la confianza en sí misma. La mejor terapia son sus nuevos compañeros: "Todos los comienzos en un nuevo trabajo cuestan, pero están muy pendientes de mí y me ayudan mucho".

No sabe con exactitud el origen de su situación actual. Según los médicos puede tratarse del síndrome de Ménière, un problema del oído interno que puede causar mareos, vértigos y pérdida auditiva o de alguna lesión interna. Se ha a acostumbrado a vivir con tinnitus, que es la percepción de sonido que no tiene una fuente externa, por lo que otras personas no pueden escucharlo. "Es un zumbido en el oído que escucho continuamente, como unas moscas. Hay personas que por su timbre de voz no llego a entender bien ni hablando de tú a tú y tengo que pedirles que griten un poco", describe.

Su grupo de amigos se ha acostumbrado "a que a veces interprete las cosas a mi manera, pero hay confianza y acabamos riéndonos como si  tratara de una broma". Aunque parezca mentira, sigue tañendo la guitarra y cantando en el coro de la parroquia, además de tocar la corneta en una cofradía.

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