Cruzar España en media hora en un caza: así es la escuela de pilotos de combate que aterriza en Zaragoza

Cada año, un pequeño grupo de pilotos llega a la Base Aérea de Zaragoza con el objetivo de  completar su formación.

Pilotos de la Escuela de Caza y Ataque se preparan en la Base Aérea de Zaragoza
Pilotos de la Escuela de Caza y Ataque se preparan en la Base Aérea de Zaragoza
Camino Ivars

Es temprano durante una fresca mañana de un martes cualquiera en la Base Aérea de Zaragoza. Todo va muy, pero que muy rápido. Se trata de un lugar lleno de vida que, como si el tiempo hubiera dejado de correr por él a finales de los años 80, sigue siendo testigo de cómo, cada año, un pequeño grupo de pilotos, apenas una decena, se forman para convertirse en los futuros defensores del espacio aéreo de nuestro país.

Se trata de las mejores notas de vuelo de su promoción de la Academia General del Aire, de Santiago de la Ribera. Tras cuatro años de formación en Murcia, en el cuarto curso -y teniendo en cuenta sus calificaciones- deciden su especialidad: piloto de caza y ataque, transporte o helicóptero. Será el primero de estos grupos el que pase para completar su formación -de nueve meses de duración- por la capital aragonesa.

Hace un año por estas fechas se encontraba el joven Javier Leiva, natural de San Javier, Murcia. A sus 23 años, asegura que desde niño siempre tuvo muy claro que quería dedicarse a esto. "Lo he vivido desde siempre. Desde pequeño a diario veía los aviones en las exhibiciones y soñaba con estar ahí, sin embargo me parecía algo imposible, casi tanto como ser astronauta", afirma, entusiasmado. Con el tiempo descubrió que, aunque no iba a ser sencillo, tampoco sería inalcanzable.

Javier Leiva, piloto: "Para mí esto era un sueño en la vida, lo que siempre he querido hacer. Requiere mucha preparación y mucho estudio subir ahí arriba"

"Para mí esto era un sueño en la vida, lo que siempre he querido hacer. Requiere mucha preparación y mucho estudio subir ahí arriba -asegura, mirando al cielo-, pero todo, absolutamente todo, merece la pena", añade. Sobre Zaragoza, aunque entre clase y clase no tuvo la oportunidad de visitarla mucho, asegura no descartarla como una ciudad para quedarse: "La Base me encanta, es muy grande y tiene muchos servicios".

Como él, cada año por estas fechas recala en Zaragoza el Ala 23, unidad a la que pertenece la Escuela del Ejército de Aire -cuya base se encuentra en Talavera la Real, en Badajoz-. "Este es el único lugar de España en el que desplegamos para hacer prácticas", relata el capitán Martínez, natural de Murcia. Apenas son diez instructores llegados de distintos puntos de España, aunque en la Base todos son uno.

Entre los meses de marzo y abril, los alumnos practican el uso y lanzamiento de armamento aire-superficie de prácticas, con el objetivo de asentar los conocimientos básicos que cualquier piloto de combate debe saber. Además de eso, como no podía ser de otra forma, vuelan. Y lo hacen muy, pero que muy rápido. Tanto que cruzar España a bordo de uno de estos aviones tan solo les lleva unos 30 minutos. Algo cotidiano para ellos, e inimaginable para el resto de la ciudadanía.

Las clases no se miden en horas al uso, si no en horas de vuelo, y el curso acaba con el 'briefing' del último vuelo. "Hasta ese momento, todos los alumnos están en constante supervisión de adiestramiento", añade Martínez. Tras dominar los parámetros más básicos -despegue, vuelo y aterrizaje- vienen disciplinas más complejas como los vuelos en formación o por instrumentos. "Luego será el turno de la formación táctica, la cual incluye combate aire-aire, aire-suelo, etc.", prosigue.

Pilotos de la Escuela de Caza y Ataque se preparan en la Base Aérea de Zaragoza
Pilotos de la Escuela de Caza y Ataque se preparan en la Base Aérea de Zaragoza
Camino Ivars

Mucho más que pilotos

Sin embargo, aunque los pilotos acaparan toda la atención, también cobran protagonismo un grupo de jóvenes profesionales que se deja la piel para que todo salga correctamente. Son el equipo de mecánicos, armeros y el resto del personal de apoyo, siempre pendientes de todo lo que ocurre en la plataforma, sin perder detalle. Estos aviones alcanzan los 1.000 kilómetros por hora.

José Díaz (29), integra un equipo formado por Pedro Cañas, Laura de la Rosa y Virginia Agapito, llegados de diferentes puntos de España. Son mecánicos de aviones. "Al igual que muchos de mis compañeros, yo también había visto pasar aviones por encima de mi cabeza desde niño. Primero fui tropa, y es allí donde aprendí todo lo que hoy sé. Iba para Guardia Civil, pero me gustó tanto esto que me quedé", rememora. Tras formarse en mantenimiento de aeronaves, decidió especializarse.

José Díaz: "Al igual que muchos de mis compañeros, yo también había visto pasar aviones por encima de mi cabeza desde niño. Primero fui tropa, y es allí donde aprendí todo lo que hoy sé"

Entre sus funciones se encuentran la preparación de aviones antes de cada vuelo con sus inspecciones de cabina, combustible y sistemas. "Donde van ellos, vamos nosotros", advierte, haciendo referencia a los aviones que se encuentran a sus espaldas. Aunque cuentan con decenas de testigos ilegibles para el común de los mortales, ellos pasean por estos paneles con absoluta normalidad y rapidez.

"Esto es algo serio. Nos jugamos vidas"

Una vez está todo revisado y comprobado, ayudan a montar a cada uno de los pilotos y a atarse al asiento. Retiran las escaleras y ahí comienza el proceso de arranque con una serie de señas que les van indicando los pasos a seguir. Del mismo modo que se lanza cada vuelo, también les reciben a su llegada en la plataforma. Aquí un "Ahora vuelvo" puede implicar apenas 10 minutos, a pesar de haber recorrido miles de kilómetros.

Al final, cada uno de estos futuros pilotos deberá superar cerca de un centenar de horas de vuelo antes de lanzarse a defender el espacio aéreo. "Lo que más me gusta de mi trabajo es que lo que hacemos sirve para que salga adelante el curso, y para que se formen los futuros pilotos. Mi parte consiste en poner todo de mi parte. Para mí somos un equipo, y somos todos igual de importantes. Al final, esto es algo serio. Nos jugamos vidas", concluye.

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