Tuvo que elegir la ministra de Transición Ecológica, Teresa Ribera, precisamente Murcia para confirmar lo que, visto lo visto, en Aragón todo el mundo teme: que "no es descartable" un minitrasvase del Ebro a Cataluña. Lo justifica la vicepresidenta tercera, la más ecologista, en que "en situaciones de emergencia, hay que tomar medidas extraordinarias". Y más, le faltó decir, si los problemas llegan desde la región que sostiene a su débil Gobierno, la que lideran los independentistas que guardan la llave de la legislatura y que, si hay una pertinaz sequía, anteponen la llegada de agua a sus ansias de autonomía.

Ribera, azote para el carbón, como bien recuerdan en Andorra, rebaja sus exigencias medioambientales cuando se trata de invertir en (mini)tuberías. Sería difícil de entender, y más de explicar, que lo que vale en Cataluña no es aplicable a otros territorios donde sufren por sequía.

Le tomó de inmediato la palabra el presidente de Murcia, el popular Fernando López Miras, pues, para instar a ser "extraordinariamente cuidadosos" cuando se activan disputas políticas y territoriales en torno al agua, la ministra abrió la puerta al minitrasvase en la región que lleva años reclamando el agua del Ebro.

Poco piensa Ribera en las 50.000 hectáreas de Aragón que siguen pendientes de riego. Y de las obras pendientes del Pacto del Agua, cuyo estado conoció en las Cortes en 2021 y que siguen esperando apoyo de su Gobierno. Se impone, a nuestro pesar, una solidaridad hidráulica a la carta.