Por
  • Antonio Martínez

En busca del equilibrio…

El volumen del comercio internacional de mercancías muestra un descenso
El volumen del comercio internacional de mercancías muestra un descenso
Guillermo Mestre

Ya ha pasado un año desde que, desde esta misma ventana, tenía la oportunidad de compartir con los lectores de HERALDO las perspectivas económicas –hoy convertidas ya en hechos pasados– para 2023.

Un año en el que, por un lado, hemos observado una resiliencia de la economía española mayor de la que esperábamos. Así, se espera que el PIB de nuestro país haya crecido en 2023 en torno a un 2,5%. Y, por otro lado, ha sido un ejercicio que nos ha ofrecido más muestras de que la economía global ha entrado en una nueva etapa, bastante diferente a la observada durante los últimos veinte o treinta años.

Esta nueva etapa de la economía global va a estar caracterizada, al menos a corto plazo, por un lánguido crecimiento, inferior al experimentado durante el ciclo de creciente globalización de las últimas décadas. Para el caso español, estimamos que el PIB crecerá en 2024 en torno al 1,5%

Cuatro factores interrelacionados explican esta atonía económica prevista para 2024:

1. El primero y más visible de ellos en nuestro día a día es el repunte de la inflación de bienes y servicios, especialmente acusado en productos básicos de nuestra cesta de la compra, como los alimentos. Un fenómeno que, aunque ya en menor medida, sigue mermando la renta disponible de los hogares y, en particular, de los más vulnerables.

Este repunte de los precios no se debe ya, como al inicio de la recuperación postpandemia, a desajustes entre oferta y demanda que generaron ‘cuellos de botella’ en la producción y distribución de algunos bienes, disparando su precio a niveles no vistos en décadas. Tampoco se debe ya, como en 2022, al encarecimiento de la energía y las materias primas cuyos precios, si bien siguen altos en términos históricos, han descendido sustancialmente respecto a los máximos del año pasado.

En estos momentos, el principal vector inflacionista es ya el crecimiento de los salarios, que se encuentran en una senda de recuperar la capacidad adquisitiva perdida durante los peores momentos del ‘shock’ inflacionista. Y la inflación provocada por esta tendencia alcista de los salarios, a diferencia de la provocada por los cuellos de botella en las cadenas productivas y el repunte de las materias primas, es más estructural.

La inflación tocó máximos en 2022 y es muy difícil que volvamos a ver cotas similares en los próximos años. Los precios se encaminan, aunque más lentamente de lo esperado hace un año, hacia niveles estables de incremento en torno al 2-3% anual. Niveles razonables, pero superiores a los de los últimos años.

2. Como la naturaleza de la inflación es más estructural, los Bancos Centrales han tenido que actuar con contundencia –más de la inicialmente prevista– a lo largo de 2023, elevando los tipos de interés en Europa hasta niveles no vistos en veinte años, y llevando el Euribor incluso por encima del 4%. No hay precedentes de una subida tan rápida en tan corto periodo de tiempo.

Una subida de tipos así necesariamente genera un impacto en la economía. No inmediato, pero lo tiene. Es evidente que ‘enfría’ las decisiones de inversión, ya sea de los hogares en la compra de vivienda o de las empresas para acometer nuevos proyectos de inversión. Y este impacto retardado de los efectos de la subida de los tipos de interés en la economía es otro factor clave en nuestras perspectivas de desaceleración para 2024.

Si se confirma este menor crecimiento, es muy probable que ya hayamos visto el ‘pico’ de las subidas de tipos de interés, y que en la segunda mitad del año que viene podamos ver algún recorte que lleve al Euribor hacia niveles del 3%-3,5%. Pero, derivado de la mayor inflación estructural, el nuevo nivel de equilibrio de los tipos de interés será más elevado que en el pasado reciente. Así, el mundo de tipos cero o negativos, una auténtica anomalía histórica, no volverá.

3. En este nuevo contexto de tipos de interés más elevados, los niveles de deuda considerados de equilibrio o ‘sostenibles’ se ven reducidos respecto al pasado, al tener que pagar intereses más altos.

Esto, en el caso español, afecta con especial intensidad a las cuentas públicas, posiblemente el mayor desequilibrio macro que presenta nuestra economía en estos momentos. El incremento de la carga financiera asociada a esta deuda no se produce de forma inmediata –la deuda tiene unos vencimientos a lo largo del tiempo y no se renueva toda a la vez–, pero es inexorable. Por dar una referencia, un incremento del coste de la deuda de dos puntos porcentuales, algo perfectamente plausible en los próximos años, equivale a la mitad del presupuesto de educación del país… No es precisamente una cuestión menor mantener la ortodoxia en la gestión de las cuentas públicas.

En 2024 vuelven a estar en vigor las reglas de control del déficit en la Unión Europea y esto obligará a los Estados a hacer un esfuerzo de reequilibrio de sus cuentas en un entorno de desaceleración. Sea por la vía de reducción del gasto público, de las subidas de impuestos o por una combinación de ambas, no es esperable que la política fiscal sea un apoyo al crecimiento económico del año que comienza.

4. Finalmente, el proceso de reversión de la globalización en favor de la creación de bloques polarizados en el que parecemos habernos embarcado, sigue su curso. Y no es un ‘juego de suma cero’, sino que provoca una desaceleración sincronizada en todas las principales regiones económicas.

Esto es muy evidente en el volumen de comercio mundial, que ya muestra caídas, algo sólo observado puntualmente durante la pandemia o la gran crisis de 2008, pero nunca en un entorno como el actual, en el que no estamos en recesión.

Esta tendencia está afectando especialmente a un continente tan abierto al comercio global como Europa, una región que lleva ya un año estancada y al borde de la recesión. Y los países europeos son nuestros principales socios comerciales. Si Alemania, como es el caso, está en recesión, España no será inmune a ello. En definitiva, la demanda externa que ha servido en el pasado para impulsar el crecimiento de la economía española no parece que en 2024 vaya a aportar un fuerte impulso.

En resumen, una inflación todavía algo más elevada de lo conveniente que sigue mermando las rentas de los hogares. Para combatirla, unos tipos de interés algo más altos de lo aconsejable, que frenan la inversión de hogares y empresas. Una situación fiscal ajustada que impide que pueda servir de impulso al crecimiento. Y una desaceleración sincronizada global, ‘gracias’ a la desglobalización, que tampoco invita a pensar que las exportaciones vayan a ser un motor de crecimiento a corto plazo. Añadan a esto unas dosis de inseguridad jurídica e inestabilidad institucional y compartirán que las perspectivas económicas sean lánguidas para 2024.

Hasta aquí se han descrito las inercias que nos conducen hacia un periodo de menor crecimiento. Pero existen a su vez motivos fundados para abordar el año que comienza con confianza.

En primer lugar, porque aunque el crecimiento de la economía española se reducirá, no esperamos una recesión. Como decía al principio del artículo, la economía española es resiliente y lo seguirá demostrando en 2024. Por dos razones principalmente:

1. Porque en un entorno de crecimiento de salarios y moderada creación de empleo como el actual, el consumo (que representa en torno a dos tercios del PIB) se mantendrá en niveles razonables. Y si el consumo se mantiene, las empresas venden y ello estimula la creación de empleo (o al menos evita su destrucción) y la inversión.

2. Y porque el sector privado español goza, en términos agregados, de una    buena salud financiera. Tanto hogares como empresas acumulan quince años de reducción de deuda en relación con el PIB. No existe, como fue el caso en la antesala de la gran recesión, ninguna burbuja de deuda, ni inmobiliaria, próxima a ‘pinchar’.

La anterior afirmación es, evidentemente, en términos macroeconómicos. Esto no debe ocultar que, como en el resto de los países, la desigualdad de rentas ha crecido y los poderes públicos deben ser capaces de compatibilizar la atención a las capas más vulnerables de la población con la vuelta al equilibrio de las cuentas públicas.

Por otro lado, y ya con una visión más de medio plazo, está en nuestras manos prolongar y acelerar el ritmo de crecimiento económico español. Compatibilizar el crecimiento razonable de los salarios con el mantenimiento de adecuados márgenes empresariales que estimulen la inversión y la creación de empleo. La variable que permite obtener dicho equilibrio virtuoso se llama productividad. Mejorar la productividad para incrementar la competitividad de nuestras empresas. Esta es la ‘clave de bóveda’ del nuevo equilibrio al que debemos aspirar.

La mejora de la productividad pasa, necesariamente, por la inversión empresarial. Y para ello, permítanme la expresión, las empresas tienen que ‘querer y poder’ invertir. En términos agregados, las empresas pueden. Su situación financiera es sólida y la disponibilidad de crédito es amplia. Y, por otro lado, está en el ADN de los empresarios ‘querer’… siempre que se den las condiciones adecuadas para ello.

Estas condiciones siguen siendo las mismas que apuntaba hace un año. Apostar de verdad como país por la estabilidad institucional y la seguridad jurídica para estimular la atracción de inversiones. Apostar de verdad por la educación y por el talento para sacar el máximo rendimiento económico y social a dichas inversiones, en un país cuyos índices de abandono escolar, posiciones en los rankings de calidad educativa, etc., no nos pueden hacer sentir orgullosos. Y apostar por un sector público eficiente en su gestión, que vela por los colectivos más desfavorecidos para reducir la desigualdad. No podemos ni debemos resignarnos a aceptar que todo lo anterior es imposible. Como decía Antoine de Saint-Exupéry, no se trata sólo de predecir el futuro, sino de hacerlo posible.

Os deseo un feliz Año Nuevo lleno de salud y en el que todos seamos capaces de ofrecer nuestra mejor versión… ¡Vamos!

*Subdirector general y director financiero Ibercaja banco

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