Andrés Cardona y Diana Linares tomaron el testigo de Carmen Pablo al frente del Oli-Bar de Sediles, que sirve como taberna y también como multiservicios. "Para nosotros tan importante es quien viene a tomar un café como una ración o a comprar el pan", sostiene él. A este respecto, Diana valora que la gente ha visto que siguen manteniendo todo lo que se hacía antes y, además del bar, les traen carne, el pan todos los días y cosas que necesitan más específicas. "Sabemos la importancia de que esta puerta siga abierta", inciden ambos. Para el alcalde, Juan Luis Condón, lo fundamental "no es que vinieran con niños, sino que se mantuviera el servicio y que siga funcionando, porque es que es rentable".

Junto con Andrés y Diana, de 31 y 32 años, han llegado sus hijas de 10 y 5 respectivamente. "Vinimos varias veces y nos dio buena energía", explica ella que antes trabajaba en las cocinas de una residencia de mayores en Madrid. "Después de hablar una vez con el alcalde nos dijo que quería que nos lo quedásemos nosotros", explica Andrés. Ambos recuerdan que en "muy poco tiempo hablamos muchísimo y vimos que era hacerlo ahora o nunca". Y no se arrepienten: "La mayor se ha adaptado ya al colegio y la pequeña se sienta en un taburete y es una más del pueblo".

"Tenemos una perrita de 13 años que antes apenas se podía mover y ahora hay que frenarla". Poniendo como ejemplo el cambio de actitud de su mascota, Andrés y Diana sintetizan lo que ha sido para ellos cambiar el ritmo de Madrid por el de Sediles, localidad de la Comunidad de Calatayud en las faldas de la sierra Vicor. "Antes casi no nos veíamos, no había casi convivencia. Estar aquí nos da calidad de vida y la acogida ha sido magnífica: Carmen, que lo llevó durante 11 años nos sigue ayudando".

Para tomar las riendas y las del multiservicio local, ambos estaban apuntados en la plataforma volveralpueblo.org, un proyecto impulsado por la Confederación de Centros de Desarrollo Rural que busca poner en contacto ofertas de viviendas, tierras y negocios de pequeñas localidades con interesados en asumir su gestión. "La oferta del Ayuntamiento la pusimos en agosto, filtramos algunas peticiones y ellos estaban instalados ya aquí a mitad de septiembre", cuenta Consuelo Vicente, de la Asociación Cultural Grío, integrada en Coceder.

"Hay mucha gente que idealiza el pueblo, que tiene una imagen bucólica, pero eso llega hasta que empieza el invierno. Nosotros les decimos la verdad y les exponemos lo negativo por delante, que no es un camino de rosas", indica Vicente. "El alcalde nos contó todo lo malo y aún así le dijimos que sí", apuntan entre risas. El porqué del cambio, en el caso de Andrés, pasaba por dos razones: el estrés y el crecimiento profesional. "Allí el ritmo es otro, pero veía que me iba a estancar. Aquí hay mucho más potencial", analiza, él que trabajaba en los fogones de un bar en el centro de la capital.

De igual forma, su pareja valora que pueden llevar los dos a las niñas a la parada del autobús. "En Madrid era uno o el otro. Aquí trabajamos mucho, pero es diferente". Los dos reconocen que han caído de pie ya que "nos han dado facilidades, porque hasta quien nos alquila la casa nos deja tener mascotas" y puntualizan que en el pueblo "siempre hay algo y viene mucha gente". Su receta, además, pasa por conservar la carta e incorporar lo que mejor se les da: "Tenemos ternasco, carrilleras, platos de cuchara, pero hemos metido arroces, postres y especialidades que la gente se sorprende".