Jotas, guiñote y un teatro de Goya con más de 500 butacas en el corazón de la Ciudad Condal

Unos cien euros pagan al año los 639 socios de la Casa de Aragón en Barcelona, un edificio donde la cultura y la tradición aragonesa se dan la mano.

Edificio de la Casa de Aragón en Barcelona y Teatro Goya
Edificio de la Casa de Aragón en Barcelona y Teatro Goya
LUIS CORREAS / Gobierno de Aragon

Hasta 120.000 aragoneses llegaron a residir en Cataluña en sus años más prósperos. Emigraban, pero preservaban hondas raíces a fuerza de regresar a aquellos pueblos que les vieron marchar.

Unos cien euros pagan al año los 639 socios de la Casa de Aragón en Barcelona, todos ellos hace años que peinan canas. Por sus venas «corre sangre aragonesa», e intentan transmitir sus valores a sus hijos, que han aprendido a quedarse con lo mejor de dos comunidades hermanas.

Con sus mejores galas recibieron ayer a la delegación aragonesa, encabezada por el presidente de Aragón, Javier Lambán, que recordó cómo él mismo, en 1977, visitaba con frecuencia el edificio de la calle Joaquín Costa, en el chaflán de las calles Torres Amat y Poniente. Solo para actividades culturales. De bailes, nada.

Son más de 4.000 los metros cuadros que se reparten entre una planta baja con sótano y dos pisos alzados. Boquetes en el techo, surgidos por las últimas lluvias torrenciales, no consiguen eclipsar el esplendor de los frescos de Guillermo Pérez que reflejan por las paredes las más bellas estampas de la geografía aragonesa. Mención aparte merece su biblioteca: más de 16.000 volúmenes dedicados, casi al completo, a temática aragonesa. Destacan, entre ellos, unos análisis de Zurita, adquiridos por suscripción popular.

Porque hubo un tiempo, en sus inicios, en los que los aragoneses aprendían a leer y se iniciaban en un oficios con los cursos que se impartían en su casa de todos de Barcelona. Lo acreditan los diplomas, datados en 1922, que se pueden ver en la biblioteca donde, hasta que llegó la pandemia, se impartían cursos de aragonés y se organizaban debates y conferencias.

Pero la joya de la corona es el popular Teatro Goya, de 948 metros cuadrados y 524 butacas. Cuentan que Margarita Xirgú lo escogió para estrenar ‘Mariana Pineda’, con decorados diseñados por el genial Salvador Dalí. Se afanaban ayer en dar forma al decorado de ‘Tartufo’, al que hoy dará vida Pepe Viyuela. Nada falta en el Teatro Goya, por cuyo escenario se han paseado Lola Herrera, Concha Velasco y Josep María Pou, que fue su responsable desde hace años. Se rehabilitó en 2008 y el alquiler que recibe la Casa de Aragón por su cesión representa casi el 90% de sus ingresos.

Más allá del gusto por el teatro, que afortunadamente perdura, en el centro reconocen que los hábitos han cambiado. Y son conscientes de la necesidad de compaginar su esfuerzo por preservar las tradiciones, incluido el templo del guiñote, con actividades que permitan que los jóvenes aragoneses se acerquen hasta ellos.

En un país donde la gastronomía está de moda, qué mejor forma para ‘vender’ Aragón que hacerlo a través de su gastronomía. Cuando finalicen las obras urgentes de rehabilitación, se trabajará para que sea lugar de visita obligatoria para los amantes del buen yantar y de las exquisiteces aragonesas.

Su ubicación en el centro de Barcelona hace que se apueste, además, por alquiler espacios de trabajo, a través de coworking, a buen precio, como fórmula para rentabilizar las instalaciones.

La Casa de Aragón tiene, además, excelentes embajadores. Empezando por Jesús Feléz, su presidente, que está luchando por la salvar el edificio como si de su propia casa se tratara. Con la ayuda de Fernando y José María. Y de Cruz Barrio, la agradable bibliotecaria. Nobleza aragonesa a raudales en el corazón de Barcelona. 

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