entrevista

Emma Gómara: "No es algo tan inusual llorar frente a una obra de arte"

La artista (Zaragoza, 1976), que viene de exponer en el Joaquín Roncal, prepara un proyecto para ilustrar la vida de la escritora Edith Wharton.

Emma Gómara, fotografiada hace unos días junto al Alma del Ebro de Jaume Plensa.
Emma Gómara, fotografiada hace unos días junto al Alma del Ebro de Jaume Plensa.
Toni Galán

¿Cuándo sintió usted la llamada de las Bellas Artes?

Recuerdo que en las visitas escolares a los museos yo era siempre de las que se quedaban cerca del guía para atender las explicaciones mientras otros compañeros se distraían.

Es que los museos a veces no se lo ponen fácil a los niños.

Algunos emplean lenguajes complicados. El otro día en la entrada a una exposición tuve que leer el cartel explicativo cuatro veces y sigo sin entender lo que decía.

Pero los jóvenes tienen otras herramientas. ¿Tik Tok e Instagram pueden servir para divulgar sensibilidades artísticas?

Cualquier cosa que les incentive a pararse y prestar atención ante una obra de arte es bienvenida. Estoy a favor de eliminar catálogos larguísimos y explicaciones abstractas y usar más tecnología y juegos si con eso se consigue que se acerquen a las exposiciones con cierto entusiasmo.

¿Las visitas guiadas son clave?

Me acuerdo hasta del nombre del guía –Sebastián– que nos contó la intrahistoria del Guernica en el Reina Sofía. Todos quedamos embelesados por cómo transmitía su pasión por el cuadro.

¿Cuál es el museo o la obra que más le ha impresionado como espectadora?

Guardo una gran impresión del museo Pushkin de San Petersburgo y también he disfrutado mucho de la Bienal de Arte de Venecia. He estado dos veces y este año iré una tercera. En más de una ocasión he llorado viendo cuadros o montajes en vivo.

Vaya, sus acompañantes se asustarían...

No, no es algo tan inusual, y siempre viajo rodeada de amigos con mucha sensibilidad por el arte.

¿Y algún museo que le haya decepcionado?

A veces me disgustan las polémicas mediáticas en ARCO, porque las obras de las que más se habla no suelen ser las más interesantes ni las mejores técnicamente.

Veo que demás de pintar, le gusta viajar.

Es una fuente de inspiración y siempre aprovecho para ver museos y galerías. También me encanta los transportes públicos: cuando subes a un bus o un metro te aproximas a la población local.

¿Próximo destino?

Hemos pasado una época dura y tengo que recuperar un viaje pendiente desde 2020 a Eslovenia. A la vuelta aprovecharé para volver a la Bienal de Venecia.

¿A llorar?

Ojalá.

¿Qué otras aficiones tiene?

También me encanta leer. Y la gastronomía, aunque cocinar no.

Su próximo proyecto tiene algo de literario...

Estoy entusiasmada con la vida de Edith Wharton, autora de ‘La edad de la inocencia’ y ‘La casa de la alegría’. Nació en 1862, viajó por todo el mundo renunciando a sus privilegios aristocráticos e, incluso, fue reportera en la Primera Guerra Mundial. Me gustaría poder hacer algo parecido a una biografía ilustrada.

¿Cómo dio con ella?

Confieso que a veces compro libros por la portada y una de sus novelas, editada por Contraseña, estaba ilustrada por Sara Morante. Resulta que la acabé de leer en París y, al levantar la cabeza, de pura casualidad vi una placa que decía que en ese edificio había vivido esta señora. Todo me llevó a investigar más el personaje.

Hasta ahora lo suyo eran pinturas de personajes anónimos.

Me gusta pintar personas, sin rasgos definidos ni identificación, que encuentro por las ciudades. Me fijo en sus movimientos y en la actitud que transmiten. También tengo otra serie de temática acuática, con fondos surrealistas que imitaban diseños geométricos y azulejos. Mis obras en la distancia pueden parecer realistas, pero trabajo mucho con las manchas.

¿Siguiendo a algún maestro que le guste?

Lucien Freud es como un dios, tiene una forma de pintar bestial. Y también conviene seguir la pista del italiano Daniele Galliano.

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