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Semillas del pasado rescatadas para ser la alternativa de futuro

El CITA acaba de editar un libro centrado en las semillas de Teruel que se encuentran recopiladas en el Banco de Germoplasma Hortícola del centro.

Cristina Mallor y Ana María Sánchez, las autoras del libro sobre las legumbres de Teruel.
Cristina Mallor y Ana María Sánchez, las autoras del libro sobre las legumbres de Teruel.
CITA

Conservar el pasado para enfrentarse a los retos que presenta el futuro. Y hacerlo a través de las semillas que se encuentran recopiladas en el Banco de Germoplasma Hortícola de Zaragoza, que permanece en activo desde el año 1981. Un archivo de gran valor que ha sido el punto de partida del libro ‘Características del grano de las legumbres de Teruel conservadas en el Banco de Germoplasma Hortícola de Zaragoza’, cuyas autoras son Cristina Mallor y Ana María Sánchez, investigadoras de la Unidad de Hortofruticultura del Centro de Investigación y Tecnología Agroalimentaria de Aragón (CITA).

"Uno de los principales objetivos de este proyecto ha sido el de determinar la potencialidad de las legumbres autóctonas de Teruel como cultivos alternativos para la producción sostenible de proteína vegetal destinada a la alimentación. A lo largo del tiempo han ido desapareciendo de los campos variedades que ahora se ve que tienen un gran potencial y que podrían servir para fijar población en el medio rural, a través de su cultivo y también de su empleo en la gastronomía local", indica Cristina Mallor, quien desde 2012 es la responsable del Banco de Germoplasma.

Se han analizado un total de 110 muestras pertenecientes a seis cultivos: judía, guisante, garbanzo, haba, almorta y lenteja. "Ha sido un proyecto de un año duración que nos ha permitido aprovechar gran parte de la riqueza que tenemos en el Banco de Germoplasma, todo un referente en España gracias al trabajo que lleva realizándose desde hace décadas. En el banco se conservan miles de semillas de todo el país que se hubieran perdido si no nos hubiéramos encargado de recopilarlas y archivarlas. En algunos casos, las únicas semillas que quedan de determinados cultivos son las que guardamos aquí", matiza Mallor.

Todas estas semillas están a disposición de quien quiera empezar a trabajar con ellas. De hecho, hay proyectos ya muy consolidados de recuperación de la judía de Muniesa, por ejemplo.

Otro de los aspectos destacados de este proyecto ha sido el análisis de la diversidad y variabilidad de la composición nutricional de estas semillas, trabajo que ha corrido a cargo de la investigadora Ana María Sánchez, quien se he encargado de comparar sus contenidos en minerales, lípidos, proteínas, hidratos de carbono, fibra alimentaria y su valor energético.

"Esta parte del estudio nos ha permitido determinar caracterizar las semillas en función de su composición. Y así, si estamos buscando una alternativa de proteína vegetal apostaremos por aconsejar el cultivo de variedades que cuente con los mayores contenidos de este componente y tengan salida en el mercado", concluye Sánchez.

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